Nathaniel estaba más que preocupado por su mujer. Si algo le pasaba a Bianca, él sería el único culpable de su ruina. Él conocía a su madre y la obsesión que tenía con la madre de su esposa, sabía que odiaba a la familia de Bianca. Sabía que a sus ojos ella no era digna de ser una Giordano como él. Tenía un arma en la mano e iba con gran rapidez hasta las casetas del bosque que colindaban con su casa. Podía suponer que ahí estaba su esposa, y tenía sentido pues nadie usaba aquellas chozas de verano que eran solo para pasar el rato y una que otra vacación. Casi todo el año estaban solas, vacías y bajo llaves. —Dios quiera que estés bien, Bianca. –Al acercarse vio que no había nadie, pero claro, eso podía ser engañoso, conocía a su madre y sabía que era capaz de torcer la situación hasta volverla a su favor. Con sigilo se movió viendo por los cristales sucios de las ventanas. No había rastro de forcejeo y menos de que alguien hubiera entrado. Todo parecía tan normal.
Y aquello le estab