Capítulo diecinueve. Será mejor que te marches

Sebastián miró fijamente a Oliver, deslizó su mirada por su rostro y luego hacia las manos de Victoria agarrando las de su chico.

¡Joder!, pensó Sebastián. Estaba loco por pensar en Oliver como suyo. Pero era así: él no era un hombre de medias tintas. Por esa razón no había buscado otra mujer, tuvo encuentros esporádicos, no iba a negarlo al fin y al cabo no era un puto santo para abstenerse de tener sexo.

Pero no sé dio tiempo de tener una relación con nadie, porque le gustaba ser exclusivo. Que la chica donde metiera la polla, fuera suya por el tiempo que les durara la calentura, por supuesto él siendo claro desde un principio ofreciendo sexo, exclusividad, pero no amor.  Porque no se podía dar lo que no podía sentirse.

Con Oliver había hablado y fue sincero en todo momento. Y creía que las cosas quedarían claras entre ellos

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