Capítulo 2

Fernando resopló y luego de discutir con Katherine la dejó en el jardín para acudir a la oficina del agente Smith y solicitar los equipos. Se colocó el auricular en el oído y de esa forma mantener comunicación con el resto de escoltas. Revisó de manera minuciosa el arma que le fue entregada, enseguida miró en el iPad los mapas con las rutas que la chica frecuentaba. 

Luego de recibir varias recomendaciones de su superior regresó al jardín. Con el rabillo del ojo miró a Katherine cruzada de brazos caminando impaciente. 

—Por tu culpa, voy a llegar tarde a clases —gruñó. 

Fernando no pronunció palabra, transitó en dirección al auto y realizó una inspección, al ver que todo era seguro giró y sus profundos ojos negros se clavaron en los de Kate. 

—Ya puede subir —ordenó con su gruesa voz. 

Katherine sin quitarle la vista de encima caminó en dirección al vehículo, transitaba altiva y desafiante, y por ese motivo tropezó, cayó de rodillas al pavimento. El rostro de la chica enrojeció de inmediato, se levantó a prisa, mientras el agente García bufaba intentando contener la risotada que amenazaba por salir de sus labios. 

—Insolente —murmuró y avanzó disimulando no cojear. 

Fernando le abrió la puerta del vehículo, y esta vez ella no lo miró, ingresó de inmediato y empezó a sobar sus rodillas, por fortuna aquel día llevaba unos pantalones de mezclilla, sin embargo, el golpe molestaba al rozar con la tela, frunció los labios varias veces, limpiando su atuendo. 

El agente García observaba a través del retrovisor. 

—Debería tener más cuidado —susurró. 

—Si fueras un caballero te habrías acercado a ayudarme —refutó Kate. 

—Yo no lo soy —aseveró él y giró para verla. Los labios de Katherine formaron una mueca y enseguida ladeó su rostro para mirar por las ventanas. 

El auto avanzó y luego de un par de minutos Katherine notó que el agente desviaba el camino, abrió sus ojos de par en par y se estremeció, no sabía nada de él, y era consciente que, si era contratado por su padre, no era precisamente para cuidarla. 

—Este no es el camino —reclamó. —¿Eres ignorante o no conoces la ciudad?

—Todos somos ignorantes, señorita Katherine —mencionó con suficiencia ladeando los labios—; por ejemplo, desconozco de medicina y otras especialidades, aunque en materia de seguridad sé hacer muy bien mi trabajo —expresó con firmeza—. Imagino que usted es una enciclopedia andante. 

Kate lo fulminó con la mirada, ambos se observaron por el retrovisor, él con su sonrisa de victoria, porque cada vez iba dejando a la odiosa señorita con la boca cerrada.

—No voy a la universidad, tengo cita con mi novio en un centro comercial, así que llévame.

Kate le dio la dirección. A él no le gustaba inmiscuirse en la vida privada de las personas a su cargo y aunque no le pareció correcta la actitud de la señorita de no ir a clases, no dijo nada. Una vez que llegaron a la entrada del centro comercial, ella ordenó:

—Aquí me bajo, aparca el vehículo.

—Usted no debe hacerlo, yo no puedo dejar el auto mal estacionado.

—Yo no te pedí tu opinión...Te estoy diciendo que aquí me quedo, es una orden. —Bramó. 

—Y yo le manifiesto que mientras usted esté bajo mi cargo, las cosas se harán a mi manera. ¿Entendió?

—Insolente —espetó Kate, cruzándose de brazos, enojada. 

Llegaron al estacionamiento, cuando el joven agente quitó los seguros del auto, para bajar y abrir la puerta del lado de la señorita Blake, ella salió corriendo y se escabulló entre la gente.

—¡Maldita sea! —resopló Fernando, molesto. 

Pasó como una hora rastreándola por el centro comercial, estuvo a punto de notificar a su superior, hasta que ella apareció asustándolo.

—¿Me buscabas García?

Él, la observó furioso, le tomó del brazo con fuerza.

—Yo no sé qué es lo que usted pretende; pero a mí ninguna loca me va a arruinar mi carrera, así que deje de comportarse como una yegua salvaje que anda brincando de aquí para allá. ¿No le da vergüenza?

Kate abrió sus verdes ojos con sorpresa y furia, su rostro se enrojeció de la ira que sentía, nadie en su vida la había comparado con un animal, iba a darle una bofetada al agente; sin embargo, él le tomó de la mano y no se lo permitió.

—A mí me respeta.

— ¿Respeto? —inquirió respirando agitada—. Eres un patán, como se te ocurre compararme con una yegua... ¿No te han enseñado modales?

—Claro que tengo educación; pero si usted sigue con ese comportamiento, no tiene idea de lo patán que puedo llegar a ser, así que no me busque de mal lado —advirtió arrugando el ceño. 

—Eres un insolente, un animal, y ahora que lo recuerdo... ¿Sabes que mi abuelo en su rancho tenía un burro llamado Fernando?

 Él sonrió con ironía.

— ¡Interesante! —exclamó y ladeó los labios—. Sabe que, si algún día tengo un rancho y me compró unas yeguas, en su honor bautizaré a una de ellas con su nombre.

—¡Atrevido! —Bramó—. Hoy mismo hablaré con mi padre, para que te aleje de mi lado, no te quiero un segunda cerca de mí.

—Se lo agradecería, porque créame que yo tampoco deseo permanecer un minuto más cerca de usted.

Kate no le dijo nada más, caminó con dirección al estacionamiento llena de ira, él también iba contrariado y molesto.

*****

Después de un largo día de trabajo, escuela, y universidad. Ignacio, sus hermanos, y su padre regresaron a casa. Ariadna les tenía lista la cena.

—Mis amores ¿cómo les fue hoy? 

—Bien —contestó Tefa.

— ¡Súper! —respondió Paolo emocionado. 

Ary notó como el mayor de sus hijos tomó asiento y su mirada parecía perdida.  

—¿Y a ti Nachito? —cuestionó Ariadna.

—Bien mamá —respondió algo desanimado—. Hoy tengo repaso con los chicos de la banda. 

—¿Por qué te siento abatido? —cuestionó Nick—. Ya mismo finalizas el semestre y tendrás vacaciones.

—Estuve en la mañana en el despacho del tío Alonzo, y Laura otra vez se sintió mal —expresó colocando sus manos sobre la mesa. 

Nick y Ary se miraron a los ojos. 

—No te preocupes voy a llevarla de nuevo al médico —mencionó Ariadna, y colocó los platos con espagueti sobre la mesa. 

—¿Por qué siempre le ocurren esas cosas? 

—Es parte de la anemia que padece —contestó Ary. 

Ignacio inhaló profundo, y casi no probó bocado. Más tarde se duchó y cambió de ropa. Se colocó una camiseta turquesa, unos vaqueros azules, sus zapatos deportivos, tomó su chaqueta y salió de su alcoba. Se despidió de sus padres y abandonó la vivienda. 

 *********

En las frías paredes de las habitaciones del orfanato Nuestra Señora de los Dolores. Laura parpadeó, y despertó, después de descansar del desmayo que sufrió en horas de la mañana. 

Alonzo la había enviado de vuelta al orfelinato.  Sobrecogida por todos los temores que sentía con respecto a tener que dejar el lugar que había sido su hogar desde que nació, se puso de pie y salió para dirigirse a la cocina. Caminaba por el patio, cuando divisó a Ignacio avanzar con prisa hacia ella, el corazón de la joven empezó a palpitar acelerado.

—Hola ¿cómo te sientes? —indagó el joven. 

—Ya me encuentro mejor —respondió ella mordiendo sus labios—. Creo que no me he alimentado bien estos días, voy a la cocina por un bocadillo. 

—Te acompaño —dijo él y la tomó del brazo. 

Laura se estremeció y caminaron uno al lado del otro, se encontraron con Conny a quien Nachito saludó con cariño.

 Laura se sirvió su comida y se puso a almorzar en delante de él.

— Se ve que tenías hambre —bromeó Nachito, sonriendo, la observó con esos ojos azules tan cristalinos. 

La chica se sonrojó ante la mirada de él.

—Si bastante —respondió Laura.

Después que la chica finalizó de alimentarse los dos jóvenes salieron al patio, se sentaron en la fuente que había en medio.

— ¿Ya has conseguido un lugar en donde mudarte? —preguntó él.

—Aún no reúno el suficiente dinero —mencionó inclinando su cabeza, mirando al suelo—. Me gustaría mucho ser profesora, amo a los niños, pero no sé si pueda conseguir mi sueño, por eso estoy ahorrando para mi ingreso a la universidad —respondió la joven con tristeza.

—No te aflijas por eso, sabes que cuentas con mi apoyo —expresó Ignacio.

—Ignacio te lo agradezco, pero sabes bien que no puedo permanecer por siempre en este lugar, y mi situación es complicada. 

—De eso no te preocupes Laura —respondió él y acarició una hebra del cabello de la joven—. Mi tío Alonzo te ayudará con la beca. 

La mirada de Laurita se iluminó, esbozó una amplia sonrisa, y miró al chico sin poder ocultar sus sentimientos hacía él. 

—Gracias, ¿Tú crees que tu tío pueda ayudarme?

— ¡Por supuesto Laurita! —exclamó—. Mi tío Alonzo es el mejor en eso, le consiguió becas a Beto y Leo, yo hablo con él, no te preocupes.

La jovencita sonrió con felicidad, su gran de sueño de ir a la universidad y ser profesora podía hacerse realidad. Ignacio la tomó de la mano, y ella tembló. 

—Laurita, venía a invitarte a la fiesta de fin de semestre, tocaremos con los chicos de la banda. 

La jovencita se levantó de golpe, sorprendida.

— ¿Tú quieres ir conmigo? —preguntó con el rostro color carmín de la vergüenza

—Sí, venía a saber si deseas ser mi pareja. —La miró a los ojos, ladeó los labios, le fascinaba su inocencia, su timidez, era la chica perfecta. 

Laura no podía diferenciar si era una fantasía, o era realidad lo que estaba viviendo. Ni en sus mejores sueños imaginó ir a una fiesta, y menos ser la pareja de Ignacio, su corazón latía con fuerza y sentía como si en verdad mariposas danzaran en su estómago a pesar de que ella siempre pensó que eso no era cierto.

—No me has contestado —manifestó él, con su encantadora sonrisa y aquella hermosa mirada tan limpia.

— ¿No te va a dar vergüenza que te vean conmigo? —inquirió apenada la jovencita.

—Jamás —respondió con seguridad—. Me voy a sentir muy orgulloso de que seas mi compañera.

Por un impulso Laura se lanzó a los brazos del joven, y lo abrazó, él hizo lo mismo, la tomó por la cintura y la pegó a su cuerpo, ambos se miraron a los ojos, sus corazones latían con fuerza descomunal, sus labios estaban muy cerca.

Ella sentía que las piernas le temblaban. Cerró sus ojos al sentir la respiración de él muy cerca de su boca. «Me va a besar» dijo en su mente emocionada, y cuando el joven estaba a punto de unir sus labios con los de Laurita, alguien interrumpió, haciendo un sonido con la garganta, los dos jovencitos se separaron de golpe ante la presencia de Nico.

—¡Perdón por interrumpir! —exclamó el chico en tono sarcástico, observó a Laura con la mirada nublada de celos.

—Nacho venía a avisarte que ya están aquí los muchachos para ponernos a ensayar.

—Si ya voy —contestó Ignacio. —¿Laurita vienes a vernos? —indagó. 

— ¡Si claro! —respondió la jovencita con la respiración entrecortada.

—Ignacio necesito hablar a solas con Laura —ordenó Nico observando al joven con su mirada sombría. 

—Los espero —contestó Ignacio, y también observó a los ojos a Nico haciéndole saber que no se dejaba intimidar, luego giró, y caminó al salón en donde tenían los equipos.

Apenas Nacho se alejó, Nico se dirigió a la joven.

—Laura no creo que ese sea el comportamiento adecuado de una señorita, tú eres demasiado ingenua... ¿Acaso consideras que Ignacio quiere algo serio contigo? —cuestionó caminando de un lado a otro—. Él solo va a jugar, cuando obtenga lo que quiere te va a dejar —espetó Nico bufando exaltado. 

—Eso es problema mío —soltó la joven colocando sus manos en la cintura—, agradezco tu preocupación, pero es mi vida —respondió molesta por su absurdo comentario—. Ignacio es incapaz de jugar con los sentimientos de las personas.

—Bueno, Laura, después no vengas llorando a decir que no te lo advertí —advirtió Nicholas furioso.

Laurita no hizo caso a las palabras de Nico, aquel chico en muchas ocasiones era insoportable, la jovencita prefirió ir al salón y escuchar a los muchachos cantar, ella creía que Nachito le dedicaba esas melodías, y desconocía que así era. 

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