CAPÍTULO 3

Aquella mañana, caminaba por el abarrotado mercado de babuchas, admirando la inmensidad y modelos diferentes de aquellas zapatillas que la gente de aquel lugar solía usar. Las había más tradicionales y otras súper modernas con miles de lentejuelas y brillos por todas partes.

Me detuve frente a un puesto, que además también tenía pañuelos, observando con detenimiento uno en tono turquesa con margaritas que era sencillamente precioso, sintiendo una extraña sensación en la nuca, cómo si alguien me vigilase.

Sucedió entonces, sentí un tirón en mi bolso, y observé como un pequeño niño de no más de diez años, se escabullía por el mercado con mi bolso en la mano.

  • Eh, tú – llamé hacia el niño, provocando que este comenzase a correr cada vez más y más rápido metiéndose por un callejón tras otro, mientras yo intentaba alcanzarlo. Hasta que se topó con un hombre y al mirar hacia arriba, el miedo le inundó. El hombre le lanzó una mirada tan fría y distintiva, que el niño soltó el bolso en el suelo en ese mismo instante, sabiendo que esa mirada no era un buen presagio, pues molestar a alguien como Abdel Alî no era buena idea, y salió corriendo, sin disculparse si quiera.

El hombre se agachó a coger el bolso y cuando hube llegado hasta él lo levantó hacia mí, con la intención de devolvérmelo. Pero yo acababa de percatarme de algo, y me quedé tan sumamente anonada que apenas podía reaccionar,

Aquel hombre era muy apuesto, tenía una belleza muy peculiar, era un hombre alto, de espalda ancha, uno de esos hombres grandotes y con buen porte que aparecen en las telenovelas, tenía el rostro cubierto de barba, el rostro parecía esculpido por un dios, pues era perfecto, y el cabello bastante corto. Pero lo que más me impactó, a parte de su belleza sobrenatural, fueron sus ojos, tenía los ojos más bonitos que había visto nunca: unos hermosos ojos verdes, con unas pestañas largas y unas cejas bien pobladas.

Él pareció sentir exactamente lo mismo que yo, pues también se quedó sin habla durante un largo rato, admirando mi aspecto supongo, aunque yo nunca me había considerado una mujer muy bella, lo era. Tenía el pelo largo y castaño claro, de piel morena, pero no como la suya, era de estatura media, tenía los ojos marrones, y era delgada.

  • Su bolso – dijo con un acento algo tosco, aunque parecía hablar español perfectamente. Alargué la mano para cogerlo y sonreía hacia él antes de responder.
  • ¿Aurora? – preguntó una voz, justo detrás de mí, provocando que saliese de mi hipnotismo y mirase hacia atrás, encontrando a un extraño Jakim tras de mí.

Jakim era el amigo de Bárbara, ese por el que había decidido comprar un billete a Tánger.

  • Jakim – reconocí al verle, haciendo que una tonta sonrisa se dibujase en su rostro, al darse cuenta de que efectivamente, era yo, y no estaba equivocado.
  • Bárbara me dijo que vendrías – aseguró, mientras me percataba de que él se daba la vuelta y se marchaba, sin decir ni una sola palabra más, mi salvador – dijo que debería echarte un ojo para que no te metieses en problemas.
  • Quería visitar el parque de la Mendubia, ¿vienes? – pregunté, pues tener compañía no me vendría nada mal, incluso él podría servirme de guía turístico pues vivía allí.

Abdul Alî nos seguía de cerca, sin ser visto, intentando averiguar la clase de relación que había entre ambos.

Caminábamos por la Rue des Siaghins cuando él sacó el móvil molesto, observando el número de su primo reflejado en él.

  • ¿por qué no me dijiste que estaba acompañada? – preguntó, molesto, haciendo que Hammed, se sorprendiese con aquello – Jakim está con ella.

Entramos en el palacio ¨Dar Niaba, mientras Jakim no dejaba de informarme sobre él: “es de estilo renacentista ¿sabes?, además, fue sede de la legación francesa y también sirvió como oficina del Naib, es decir, el representante del sultán”.

No paré de hacer fotos a absolutamente todo, y luego mi amigo me pidió la cámara para hacerme algunas con el paisaje de fondo.

Luego fuimos a la gran mezquita, fundada por Moulay no sé qué en 1684 que fue ocupada por numerosas civilizaciones, entre ellas los romanos ya que en su interior se han encontrado restos del capitolio. Además, se convirtió en la catedral del espíritu santo con la ocupación portuguesa. Todo explicado por Jakim.

Como os digo era como ir con una enciclopedia andante, me informaba de todo lo que nos rodeaba a cada momento.

  • Podríamos entrar en la antigua Madrasa – aseguró cuando hubimos salido, señalando el lugar que teníamos en frente – fue reconstruida en el siglo XVIII. Y si quieres luego podemos ir al mirador del puerto, que está un poco más abajo y …
  • Eso me apetece más – aseguré, pues estaba cansada de ver tantas cosas y más que nada de escucharle hablar de todo aquello, tenía la cabeza saturada de tanta información – quiero ver el mar.

Nos seguía de cerca, mientras yo me acercaba al borde y observaba la hermosa que podía vislumbrarse desde aquel lugar, al mismo tiempo que Jakim sacaba el teléfono y recibía una llamada entrante.

  • Aurora – me llamó, tan pronto como hubo colgado – tengo que dejarte, mi padre me necesita – me informó, provocando que dejase de prestar atención a las vistas y mirase hacia él - ¿sabrás volver al hotel tú sola? – preguntó, admirando como yo asentía para luego sonreír hacia él.

Volví a prestar atención al mar, mientras escuchaba a mi amigo alejarse de mí más y más, y volvía a sentir aquella sensación de nuevo, como si alguien me observase.

Debería volver al hotel, dijo una voz en mi cabeza, seguramente sería tarde, y pronto servirían la comida en el gran salón comedor.

Me di la vuelta, con la idea fija de volver al hotel, dándome cuenta de que había alguien en mi camino. Levanté la vista para mirarle y quedé cautivada nuevamente, por aquellos hermosos ojos verdes.

  • Hola – dijo, con su voz tan varonil, haciendo que se me erizasen los bellos de la nuca.
  • Hola – respondí, sin saber que más decir, provocando que él bajase la mirada, como si le incomodase seguir mirándome, y sonriese un poco – de nuevo quería darte las gracias por …
  • ¿tienes hambre? – preguntó, sin dejarme terminar si quiera - ¿has probado ya la comida de aquí? – inquirió, haciendo que negase con la cabeza, pues la comida del hotel era muy variada – ven – me animó, dándose la vuelta, para caminar de regreso a la ciudad – conozco un lugar que sirven un Beghrir delicioso.

Caminamos de nuevo hacia la medina, algo tímidos, sin hablar de nada en realidad, y el silencio estaba comenzando a ser realmente incómodo. Él no parecía ser el típico hombre que hablase con mujeres como yo, se le notaba demasiado que estaba cohibido por mi presencia.

  • ¿era tu novio? – preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos, provocando que mirase hacia él sin comprender a lo que se referí – el chico de antes, ¿era tu novio? – repitió, haciendo que sonriese divertida al darme cuenta de que estaba interesado en mí. Negué con la cabeza antes de responder.
  • Es un amigo – aseguré, mientras el giraba por una calle y continuábamos caminando, no tenía ni idea de a dónde iba a llevarme.
  • Aquí es – señaló, mientras yo me percataba que el lugar al que nos dirigíamos era una especie de puesto ambulante de comida, donde había un sinfín de platillos típicos de la ciudad. Se dirigió al dueño cuando habló, pero lo hizo en árabe así que no le entendí, y luego volvió a mirar hacia mí – he pedido un poco de todo, para que pruebes las exquisiteces de la ciudad.

Apenas unos minutos después estábamos sentados en los escalones de la calle, comiendo un par de pastelas, que eran agridulces capas de hojaldre rellenas con carne de paloma, especias, almendras, azúcar y canela.

  • ¿te gusta? – preguntó, mientras yo asentía – normalmente no solemos comer esto en los días normales, sólo para las fiestas, pero Caleb me hizo el favor por esta vez.
  • Tengo ganas de probar esto – aclaré, mientras señalaba al plato de plástico para compartir donde podía verse algo así como un pastel de carne.
  • Es Tajín – explicó – este es de cordero y ciruelas, es mi favorito.
  • Tiene buena pinta – aseguré, para luego meter el último trozo de pastela en la boca.
  • Toma – me animó, pasándome un tenedor de plástico – pruébalo – invitó, levantando el plato en alto para que pudiese alcanzar a comerlo.

Cogí un poco con el tenedor y lo metí en mi boca. Estaba delicioso, justo como él había dicho. El sabor del cordero cocinado con especies y el toque que le daba la ciruela, algo dulce, estaba realmente genial.

  • Está riquísimo – admití, provocando que él sonriese, hacia mí, dejando el trozo de pastela sin terminar sobre la acera y agarrando el otro tenedor, para luego acercar el rostro al plato, al mismo tiempo que lo hacía yo, para meter un poco de aquella comida en su boca.

Era incómodo, pero me gustaba estar así con él. No sé, era la primera vez en mucho tiempo que me sentía así con alguien, y no sabría explicarlo con exactitud.

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