3. Una cita fallida (DIEGO)

(DIEGO)

La película fue incómoda, no por la película en sí, sino por la conversación que habíamos mantenido antes. No podía dejar de pensar en lo que Cali había dicho, en lo que Teo había dicho sobre ella, y yo me sentía realmente estúpido.

La miraba por el rabillo del ojo, estaba sentada junto a mí y junto a Teo, y parecía inmersa en la trama. Aunque mi amigo, al igual que yo, no le quitaba ojo, y pude apreciar que lo que ella dijo aquella vez, sobre que la mayoría de los chicos tenían grandes tentáculos como pulpos era cierto, y mi amigo no era la excepción, pues sin saber muy bien como su mano derecha acabó sobre la izquierda de ella, haciéndola sentir incómoda.

No podía quitar la mirada de ahí, de ese justo punto en el que él acababa de tocarla, y me sentía realmente molesto por ello. Era mi sobreprotección de hermano, nada más que eso, lo sabía bien, yo no sentía nada más por Cali, pero, aun así, no podía evitarlo.

Estaba a punto de hablar, de decirle a mi amigo que se cortase un poco, cuando sentí la mano de Marina entrelazándose con la mía y su rostro cerca de mi cuello. Ladeé la cabeza, con la intención de mirarla y decirle que se apartase, que no estaba para nada interesado en ella, cuando sentí sus besos sobre mi cuello, haciéndome sentir una sensación extraña.

  • No te preocupes – susurró sobre mi oído – no voy a hacer nada aquí, no delante de Cali – me calmó, separándose un poco de mí, para luego mirar hacia la película, como si nada hubiese pasado.

Cali se levantó de un salto, haciendo que todos mirásemos hacia ella, miró hacia mí, molesta, y luego se marchó de la sala, sin decir una sola palabra más. Y entonces lo supe, Teo había intentado algo más con ella, se había propasado.

Antes de que pudiese levantarme del asiento si quiera, Teo lo hizo, se levantó, lucía enfadado y salió tras ella. Tenía toda la intención del mundo de seguirlos, pero Marina me agarró la mano en ese justo instante, y cuando miré hacia ella para saber qué era lo que pretendía, esta me estampó un beso en los labios.

Quería apartarla y largarme a buscar a Cali, pero no lo hice. Era mi primer beso, y lo cierto es que me estaba gustando. Sus labios se fundieron con los míos con tanta naturalidad que este se volvió más intenso al cabo de unos segundos, y ni siquiera me importó. Al contrario, me encantaba la forma en la que nuestros labios encajaban.

Ni siquiera me enteré de la película, pues nos llevamos desde entonces hasta que terminó liándonos, sin parar a coger aire ni un solo minuto.

Las luces se encendieron y nos marchamos a casa. No había rastro de Cali o de Teo, y eso me preocupó un poco más, pero tan pronto como saqué el teléfono, dispuesto a llamarlos, me percaté de que tenía un mensaje, uno de cada uno, indicándome que se marchaban a casa, y que sentían haber estropeado la noche.

Dejé a Marina en su casa, y volvimos a besarnos en su porche, antes de que me hubiese marchado a casa. Ni siquiera sabía que era lo que eso significaba, pero me gustaba besarla.

Cuando llegué a casa de Cali me enteré de que estaba sola en casa, Martín se había marchado a dejar a su hermanastra, Megan, a la ciudad, y Ariel, su madre, estaba trabajando en el hospital.

  • Pasa – me dijo, dejando la puerta y caminando a paso ligero hacia el salón, donde había algunas botellas de cervezas ya vacías, y una con algo aún - ¿quieres una cerveza? – preguntó. Asentí, admirando como ella iba a la cocina y me traía una, momento que aproveché para sentarme en su sofá y admirar la estancia.

  • ¿Qué ha pasado en el cine? – pregunté, mientras ella dejaba la cerveza que acababa de abrirme sobre la pequeña mesa y me miraba algo abochornada - ¿tan grave es?

  • Es una tontería – respondió, con una media sonrisa, aunque con un matiz de preocupación, lo que me hizo sospechar que mentía.

  • Dime que es – rogué, haciendo que ella negase con la cabeza, en señal de que no era importante – por favor – supliqué.

  • Teo ha intentado besarme – se resignó, sentándose sobre el sofá, mirando hacia un punto fijo de la mesa. La agarré de la mano, provocando que ella volviese a mirarme, y que yo me percatase de algo: era guapa y sus labios lucían tan suaves, tan sólo quería besarlos.

Aparté la mirada al darme cuenta de en lo que estaba pensando. Quité la mano e intenté volver a la normalidad, intentando que no se me notase que estaba histérico.

  • No quiero que os enfadéis por mi causa – proseguía ella, volviendo a girar su cabeza – sólo ha sido una tontería, pero me sentía tan …

  • ¿¡Crees que no voy a enfadarme con él después de esto?! – grité, pagando mi enojo con ella, que era la que menos se merecía todo aquello - ¡Claro que voy a enfadarme con él, ha intentado besarse con mi hermana! ¡Si no querías que me enfadase con él, no tenías que haberme contado nada!

  • ¿Debería haber dejado que lo hiciese? – preguntó dolida, volviendo la cabeza hacia mí – Si hubiese dejado que él me besase, si hubiese vuelto a ser besada así por segunda vez…- se detuvo, mirándome totalmente enfadada conmigo, incluso le temblaba el labio al discutir - … La próxima vez haré eso, dejaré que él me bese y quizás lo disfrute – alegaba, dejándome cautivado por la forma en la que aquellas palabras salían de sus labios - y así no tendrás que perder a tu amigo. ¿eso es lo que quieres? Pues… - se detuvo al sentir mi mirada sobre sus labios. Estaba totalmente cautivado, no tenía ni idea de que era lo que me pasaba, pero no podía dejar de mirarlos. Pero ¿qué cojones me estaba pasando? - Diego – me llamó, haciéndome salir de mi hipnotismo, subiendo la vista hacia sus ojos – No vuelvas a pedirme que salga con él.

Me lamí el labio inferior y luego lo mordí, aterrado porque ella pudiese averiguar qué era lo que estaba pasando por mi mente, para luego asentir y volver la vista hacia mi cerveza. La agarré y le di un largo sorbo.

Ninguno de los dos volvió a decir una sola palabra por un largo rato, ella volvió a la cocina, y trajo dos cervezas más cuando se terminó la suya.

  • Lo siento – le dije, antes de que hubiese abierto su botella – no quiero que nos enfademos, odio cuando…

  • Odio pelear – comenzó, justo después de poner la tele para que no hubiese solo silencio en esa habitación – así que olvidaremos todo este asunto, ¿vale?

  • ¿Cómo voy a olvidar que Teo…? – pero me detuve tan pronto como sentí su mirada fija en mis labios, tan sólo unos segundos, porque entonces, la bajó, avergonzada.

La miré atónito. ¿Qué era lo que había cambiado entre nosotros para sentirnos así de incómodos el uno con el otro? Nosotros no solíamos ser así, siempre había algo especial, una confianza interminable, algo maravilloso. Pero en ese momento, ella se sentía tan cohibida conmigo allí, que dolía.

  • Quizás Teo tenga razón – comencé, intentando quitarle hierro al asunto – quizás la primera vez no es para tanto, quizás deberíamos hacerlo y dejarlo atrás.

  • ¿lo dices en serio? – preguntó, sin comprender a dónde quería llegar.

  • Dicen que la primera vez duele – aseguré, recordando aquello que Teo me había dicho una vez – sobre todo a las mujeres. La primera vez tiene pinta de ser una m****a – aclaré, haciendo que ella riese a carcajadas al escucharme decir aquello – Después de la primera, las demás se vuelven placenteras. Por eso creo, que quizás él quería ahorrarte el mal trago de …

  • No voy a acostarme con Teo – me dijo, negando con la cabeza, divertida, sin dejar de mirarme – así que mejor cambiemos de tema.

  • Sólo quiero que estés bien, Cali – la calmé – sólo quiero que …

  • ¿tú vas a hacerlo? – me cortó ella, haciendo que la mirase sin comprender - ¿vas a perder la virginidad con Marina? – Reí a carcajadas al escuchar aquello - ¿qué? ¿no vas a contestar?

  • Quizás lo haga – bromeé, al recordar sus besos, haciendo que ella riese divertida.

Bebimos todas las cervezas que había en la maldita casa, y luego empezamos por los chupitos de whisky. La conversación fue evolucionando, tocamos temas íntimos como aquel, luego hablamos sobre los chicos que estaban locos por ella en la universidad, y terminamos hablando sobre nuestros otros hermanos.

Yo por ejemplo tenía una hermana más, hija de la nueva esposa de mi padre, pero nunca estaba con nosotros en casa, pues vivía con su padre en París. Y ella tenía a Megan, hija de su padrastro, con la que se llevaba realmente mal, y a la que siempre estaban dándole la razón en todo, por eso ella se sentía tan desplazada y siempre estaba en casa con nosotros.

En algún momento de la tarde acabamos en el suelo, ella descansando su espalda sobre el sofá, aguantando su cabeza con la mano, al mismo tiempo que mantenía levantado un pie, apoyando la planta sobre el suelo, pero con la rodilla al aire, lo cual, había causado que su vestido se arremangase tanto que podían vérsele las bragas. Pero creo que ella estaba tan sumamente borracha que no se percató de ello.

Yo, estaba sentado junto a la mesita en la que habíamos ido amontonando las cervezas, mirando hacia ella con interés, percatándome entonces de sus bragas, quedándome embobado al verla tan sexy.

Era la primera vez en toda mi vida que la veía de aquella forma.

Tragué saliva, aterrado y curioso, al mismo tiempo, al darme cuenta de las muchas ganas que tenía de ver lo que había entre sus piernas, bajo sus bragas.

No era un santo, tampoco es que no hubiese visto a una mujer desnuda. Había visto alguna que otra porno, fotografías, y cosas varias, pero nunca la había tenido en carne y hueso, así que… tan sólo quería…

Empecé a comprender en ese justo instante eso que solía decir Mario, otro de mis grandes amigos “Cuando te mueres por entrar en las bragas de una tía, no te importa nada más que eso, incluso el deseo por tirártela es tan fuerte, que haces cualquier locura para conseguirlo” La pregunta que rondaba por mi mente en aquel momento era: ¿quería yo, realmente, meterme entre sus piernas?

  • ¿en qué piensas? – preguntó, tras unos largos minutos en silencio, haciéndome salir de mis pensamientos, dejando de observar sus bragas, observando su rostro en ese justo instante.

  • Debería irme ya – le dije, pero no moví ni un músculo para llevar a cabo esa frase – debería coger el auto y …

  • ¿coger el coche borracho? – preguntó divertida, levantando la otra pierna, poniéndola en la misma posición que la otra – tú padre va a matarte si llegas así a casa y se entera de que… - pero yo ya no podía escucharla, tan sólo podía mirar hacia su sexo, a lo apetecible que me parecía desde aquel punto, tan sólo quería llegar hasta él y acariciarlo – puedes coger un taxi y volver. Te llevaré el coche al taller mañana – me dijo, intentando animarme, mientras otra de las famosas frases de Mario llegaba a mí “¿sabes qué es lo que más nos excita a los tíos? Ver el coño de una mujer, acariciarlo suavemente con las yemas de los dedos, y escuchar lo mucho que a ella le gusta” Quería hacerlo, quería escuchar sus gemidos mientras se lo acariciaba. ¡Joder! Pero ¿en qué coño estaba pensando? Ella era mi hermana, no podía dejar que todo se fuese a la m****a por un… ¿calentón?

Cali tenía razón, tenía que acostarme con Marina. Sabía que sólo así dejaría de tener tal erección cuando la tuviese delante. Aquello me estaba matando de una manera que odiaba.

Me acerqué a ella, arrastrándome por el suelo, hasta llegar al sofá, y apoyé mi codo sobre él, haciendo que ella ladease la cabeza para mirarme, haciendo justo lo mismo que yo con el codo.

  • Llámame un taxi – supliqué, intentando por todos los medios quedarme quieto, obviar el hecho de que estaba a tan sólo unos centímetros de ella, de que tan sólo alargar un poco la mano ya podría tocarla, de que me moría por acariciar su muslo y subir hacia su sexo, que me moría por saber que había debajo de sus bragas, que quería mirarlo, acariciarlo y escuchar sus gemidos.

  • ¿debería aprovechar e irme contigo? – preguntó, haciendo que volviese a dejar de pensar en lo que lo hacía y le prestase atención – no quiero dormir aquí hoy, mi madre estará irritada porque Martín no está y no me apetece estar aquí para que lo pague conmigo hoy – explicó – Cojo mi ropa y me voy contigo, ¿no te importa que me quede a dormir no?

  • Claro que no – mentí, pues en aquel momento estaba aterrado, aterrado de dejar que aquel monstruo que quería controlar mi cuerpo lo hiciese y terminase cediendo, haciendo algo de lo que me arrepentiría toda mi vida. No quería estropearlo, no con ella.

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