Capítulo 3 - Excitación

Grecia...

¿Qué acabo de hacer? ¿Qué fue lo que hicimos Dante y yo? ¡Mierda! Lo miré saliendo del auto para acomodarse su ropa, hice lo mismo alisando mi vestido y acomodando mis tirantes. Se sentó en el cofre del auto con las manos en la cabeza.

Me dolió verlo así, yo lo había provocado y él se sentía culpable. ¿Cómo fue que le pedí una cosa como esa? Por mucho que el dolor fuera tan grande jamás debí cruzar esa línea, el sentimiento de culpa comenzó a carcomer mi alma. Me acerque a el y acaricie su espalda.

— Dante... — le llame en voz baja.

— Lo siento, puedes culparme por eso... — no me miro, solo expreso con voz entrecortada.

— No, tu perdóname a mí. No debí de ser tan estúpida — mordí mi labio quedándome en silencio, me senté junto a el contemplando como las olas golpeaban la playa.

— ¿Recuerdas cuando nos escapábamos a las carreras nocturnas? — cambio el tema, algo que agradecí.

— Como olvidarlo, aun podemos hacerlo... bueno entre comillas por que en una semana tenemos que estar en la base — me recosté en el auto, hizo lo mismo poniendo sus fuertes brazos atrás de su cabeza. « Como cuando te sostenía mientras te provocaba exquisitos orgasmos...» ¡Carajo ¡Cállate!

Odiaba que mi mente me recordara esos momentos, me gusto no lo voy a negar, pero, esto está mal. Somos la misma sangre, nacimos prácticamente juntos, hasta crecimos a la par.

Cerré los ojos dejándome llevar por el sonido de las olas, no sé por qué la traición de Sebastián no me dolía tanto como lo que acababa de hacer con Dante. Debía asegurarme de mantenernos al margen y ser aquellos amigos que hemos sido toda la vida.

— Lamento que te hayas enterado sobre su aventura con Gianna — comento de repente en seriedad. Abrí los ojos y lo observe en silencio.

— ¿Ya lo sabias? — le cuestione un poco ansiosa.

— No, — giro su rostro y nuestras miradas se conectaron — lo deduje desde hace un par de días — las lagrimas se acumularon en mis ojos queriendo salir.

— ¿Por qué no me lo dijiste? — reclame — Siempre hemos sido sinceros Dante ¿Por qué esta vez no fue así?

— Porque no quería interferir con tu relación, Grecia es tu vida y no quería que me vieras como el malo de la historia.

— ¡¿Cuándo he hecho eso?! ¡Pudiste haberme evitado todo este jodido dolor! — ni siquiera sabia por que le reclamaba, si era por la mentira de mi ex, por ocultarme algo o simplemente por haber tenido sexo con él.

— ¡¿Qué querías que hiciera entonces eh?! ¡¿Que fuera y te dijera todo lo que había escuchado y tú lo aceptaras?! ¡Mierda Grecia, te veías sumamente enamorada! — inquirió, tenía razón, pero no lo aceptaría.

— ¡¿Y eso que?! ¡ Siempre he confiado en ti!... — me baje del cofre y lo enfrente — siempre hemos sido confidentes, prometiste que siempre me cuidarías de todo — comencé a llorar sin poder controlarme — yo si quería a Sebastián ¿Sabes? Quería un futuro con él, me soñaba casada, con hijos... cumpliendo mis metas y sueños... — se bajo del cofre y me abrazo con fuerza.

— Grecia, mi nena...

— Yo realmente quería... ¿Por qué me hizo esto? — lo abrace por la cintura escondiendo mi rostro en su pecho — Yo realmente me veía con el...

— Lamento todo esto mi nena, debí de habértelo dicho. Creí que era mejor si te dabas cuenta tu sola — solté un sollozo mas fuerte — no pensé en el dolor que te causaría.

— ¿Por qué mis relaciones fallan? — pregunte sin esperar respuesta, era algo que me pasaba desde la secundaria. Chico con el que salía, chico con el que terminaba mal, o me era infiel o de plano se aburrían de mí.

— Por que el hombre que te amara con todo su corazón aun no ha llegado — expreso con ternura y paz — ese hombre te dará todo de si, serás su universo Grecia — tomo mi rostro y me hizo levantarlo para verlo — nunca te des menos valor del que realmente tienes.

— ¿Cómo hago eso? — lo mire sin dejar de llorar — por fuera luzco como una mujer fuerte que nada le lastima, pero, solo quiero sentirme amada — limpio mis lagrimas con sus dedos, el toque de su piel contra la mía era relajante, lleno de algo más que familiaridad.

— No tienes que hacer absolutamente nada, solo se tu misma siempre. Y te juro que llegara alguien que luchara por ti, cruzara océanos, tormentas, desiertos. Se enfrentará a todo por ti — no se por que la calidez de sus palabras me lleno el corazón, me abrazo con tal fuerza que me sumergí en su varonil loción. Dejándome llevar por ese abrazo que me sano el alma.

— ¿Podemos ir a tu casa? No quiero que mis padres me vean así — sugerí un tanto nerviosa.

— Claro que sí, lo que tu pidas yo te lo daré — me dio un beso en la frente y ambos caminamos hasta la puerta que nos correspondía. En otras circunstancias le hubiese pedido que me dejara manejar su hermosos Ferrari, pero hoy, no tenía ganas.

— ¿Pasamos por hamburguesas? — le pregunte cuando salió a la carretera.

— ¿Doble carne, con extra de papas fritas y una malteada? — respondió con otra pregunta. La sonría en su rostro era obvia.

— ¡Si vamos! — hizo rugir el auto directamente al establecimiento, por eso lo adoraba. Éramos tal para cual, teníamos tantas cosas en común que, cualquier momento era único.

Pasamos por el establecimiento, compramos lo necesario y fuimos directamente a su departamento. Adoraba que viviera solo pues muchas veces me escapaba con la excusa de irme con mis amigas cuando nos dedicábamos a jugar Xbox, póker, Black Jack, entro otros juegos de azar y no solo eso, llegamos a ir a los casinos con la esperanza de duplicar nuestra mesada y valla que lo logramos varias veces. Su departamento era mi refugio y no solo eso, aquí aprendí a cocinar postres pues es otra de mis pasiones, algo que a mi padre no le gusta mucho, pero ¿Para qué preocuparme si tengo la cocina de mi tío?

— ¿Vemos una película? — pregunto saliendo de su cuarto ya cambiado, supe que se había dado una ducha por las gotas de agua que caían sobre su playera seca.

— Si, pero déjame bañarme que me siento... pegajosa — me sonroje y el hizo lo mismo. Debo olvidar ese momento tan caótico.

— Sabes que mi casa es tu casa chiquilla — beso mi frente y me presto toalla y algunas ropas que siempre guardaba aquí.

Me duche rápidamente pues tenía muchísima hambre, cuando Sali el estaba tecleando en su computadora, supongo que se preparaba para el gran día. No puedo creer que los dos estemos en el mismo equipo de la fuerza aérea, solo esperar a ver cómo nos va.

— ¿Lista para la acción? — cerro su computadora y encendió el televisor, una gran pantalla de 55 pulgadas, como la amo.

— ¿Avengers Endgame? — me deje caer en el sofá tomando mi malteada.

— Tu si sabes... — reprodujo la película y ambos nos sentamos uno al lado del otro a verla.

Por primera vez en mucho tiempo no me podía concentrar, las escenas del tocándome regresaban a mi mente una y otra vez, el calor de mi cuerpo incrementaba demasiado pero no podía hacerlo notar. Mi respiración comenzó a agitarse pues yo solo deseaba quitarme esta sensación.

Me separe de el con la excusa de alcanzar una papa frita, pero el tomo mi mano jalándome hacia él, nuestros labios se rosaron y esta excitación me estaba envolviendo por completo.

— Grecia... — musito con esa voz varonil, miré sus pantalones y pude notar ese gran bulto entre sus piernas.

— Dante... — su boca choco contra la mía deseosa de ser atendida, sus manos recorrían mi cuerpo arriba de la ropa estrujando esas partes sensibles que deseaban desbordar calor. Me recostó sobre el sofá subiéndose de mí, beso mi cuello, mi clavícula, mi oído mordiéndolo levemente.

Su mano se adentró en mi pantalón tocando mi vagina la cual ya estaba demasiado húmeda.

— ¿Quieres que me detenga?

— No, sigue — ya no podía pensar pues el deseo era mayor que mi cordura.

Lentamente bajo de mi cuello a mis senos, subió mi blusa déjenme sin nada, los acaricio con ambas manos para después meter uno en su boca provocándome jadeos incontrolables. descendió más abajo quitando con desespero mi pantalón y mis bragas.

— Eres hermosa en cada parte de tu cuerpo — acomodo mis piernas y acerco su boca a mi sexo, sentía su aliento lo cual era excitante. — quiero comerte nena... — con alevosía beso y succiono mi clítoris jugando con su lengua.

Mis gemidos salían de mi garganta con fuerza, mis caderas se movieron al ritmo de su boca, esto era exquisito. Esa sensación jamás la había experimentado con nadie y eso que he tenido varias parejas. Lleve una de mis manos a mi seno y lo acaricie como él lo hacía, aprete mi pezón duro provocándome una corriente eléctrica sin igual.

Sentí su lengua y sus dedos adentrándose en mi mojado interior, gemí con locura, como nunca.

— Si, así Dante... no pares — sonrió con lujuria devorando mis labios y no precisamente los de mi boca. — ¡Aaah! ¡Aaah! — comencé a gritar con más fuerza.

Mi mano se enredo en su cabello como si no quisiera que parara, mire como su mano acariciaba su duro miembro, esa visión tan erótica provoco un éxtasis en mi interior, el saber que se tocaba dándome placer me hizo explotar como nunca, lo escuche rugir mi nombre mientras su mano se movía con mas fuerza y rapidez sobre su miembro. Siguió comiendo de mi aun cuando me había corrido, excitándome de nuevo explote en un segundo orgasmo derramando un liquido por mi entrepierna al igual que mire como de su pene salía ese semen tan delicioso a chorros.

Agitados por la experiencia tan deliciosa nos miramos por unos instantes y, en esa mirada solo había una frase... Quiero más... así que sin perder el tiempo me levante para lanzarme sobre él, me atrapo y enrolle mis piernas en su cintura. No se que tontería estaba haciendo, pero mi cuerpo quería más de él, más del hombre que no solo era mi mejor amigo, también era mi tío, mi sangre. Un hombre prohibido.

Comiéndonos la boca me llevo hasta su habitación, el calor era insaciable y yo estaba que explotaba por tercera vez, con rudeza me pego a la pared probando un gemido tanto de dolor como de deseo. Seguido nos dejamos caer sobre la cama perdiéndonos en los besos del otro.

Puso mis manos sobre mi cabeza y nuevamente se separo de mi boca para ir directo a mis senos. Nunca deje que Sebastián hiciera tal cosa, pero con Dante me encantaba. Le empuje para quedar sobre él, nuestras miradas lo decían todo, lo único que nos importaba era calmar este calor.

— Espera nena — agitado abrió su cajos y tomo un preservativo, agradecí que siempre me he cuidado con pastillas pues en el auto se había venido dentro de mí. Antes de que se lo pusiera lo detuve, tenía ganas de probarlo.

— Espera, ahora yo quiero comerte — me baje hasta su abdomen repartiendo besos por doquier. Tomé su duro pene y comencé a lamerlo de la punta hasta sus testículos.

— Grecia... — gruño cuando lo chupe como paleta.

— Shh, déjame darte placer — y sin apartarle la mirada comencé a devorarlo como si fuere un gran y apetecible chocolate.

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