Capítulo 4 - Dulce Néctar

Dante...

Nunca me había sentido mas nervioso que ahora, Grecia siempre ha venido a quedarse a mi departamento cuando quiere escapar de la realidad. Hemos convivido tanto tiempo juntos que, no entiendo por que esta vez es diferente.

«Porque tuviste sexo con ella en al auto...» me recuerda mi conciencia. Valla que fue increíble, me metí en la ducha tratando de ignorar todos esos pensamientos, pero me era imposible.

Recordar su cuerpo sobre mí, mis manos en su redondo y exquisito trasero. Mis dedos recorriendo sus pliegues húmedos mientras sus caderas se mueven a la par de mis caricias. Sus dulces gemidos, el sabor de su boca y el olor de su piel. ¡Dios me estoy volviendo loco!

Deje que el agua recorriera mi cuerpo mientras mis pensamientos iban hacia aquella mujer que hace apenas unas horas yacio debajo de mí. Sentí mi miembro ponerse duro como roca, solo pensar en ella me provoca todas estas emociones y, el haberla tocado parece que fue esa chispa que desato todo el incendio en mi interior.

Tome mi pene y lo aprete ligeramente, necesitaba quitarme esa sensación ya. Mi mano se movía de arriba abajo, trate de callar mis gemidos mordiendo mi mano. Me sentía mal pensando en el cuerpo de mi sobrina, el que ella fuera el producto de mis nuevas fantasías. Mi miembro endureció más y más con cada movimiento hasta que explote dejando salir todo aquello que debía ser liberado.

¡Soy un jodido idiota!

Terminé de bañarme, me puse lo primero que encontré y salí de mi habitación con algo de vergüenza, si ella se enteraba de lo que acababa de suceder. Estaba increíblemente jodido. Aun traía su vestido rojo, un poco arrugado, pero se le veía exquisito. Su cabello negro hasta los hombros contrastaba con su piel blanca. Tenia un cuerpo maravilloso y bien tonificado, producto de todo el ejercicio que nos tocaba realizar. Era hermosa, preciosa, maravillosa a mis ojos. ¿Cómo pudo el idiota de Sebastián engañarla? ¿Cómo puede dejar ir a una mujer como ella? ¿Sera una señal de que...? ¡No, eso jamás!

Ella es mi sobrina, recuérdalo. Por mucho que tengamos la misma edad y seamos prácticamente los mejores amigos no me da derecho a pensar en eso. por mucho que mi corazón la vea como mujer y no como mi familia, ella es prohibida. Dicen que lo prohibido es lo mas llamativo y, ahora puedo testificar que sí.

— ¿Me puedo dar un baño Dante? — me pregunto mientras ponía todo lo que habíamos comprado en la mesa de la cocina. Aunque sabia que en su corazón había tristeza, buscaba sonreírme en cada momento.

— Claro, déjame darte una toalla y la ropa que tengo guardada en mi armario — camine hasta el cuarto de visitas y tome lo necesario para ella. Siempre usaba el baño de mi habitación, cosa que no me importaba mucho. Somos familia, al fin y al cabo.

— ¡Genial, ya vuelvo! — se quito sus zapatos de tacón y camino descalza hacia mi habitación. Relajado me senté en mi escritorio para terminar unos informes que debía entregar antes de presentarnos en una semana a la base militar.

Entre ellos respondí algunos correos sobre un negocio que tengo a parte de mi futuro trabajo en la armada nacional. Sabia que era importante invertir de vez en cuando así que, tener un bar donde soy uno de los principales socios junto con Ian, era asegurar mi futuro por si la situación se daba.

Al cabo de un rato ella regreso y juntos nos sentamos en el sillón a ver nuestra película favorita. Siempre fuimos fans de ellas desde que salieron por lo que en cada estreno tenia que comprar boletos para la premier pues, era o mas bien es nuestro pasatiempo. Al pasar el tiempo de la película ninguno de los hablo ni dijo nada, solo comíamos o nos mirábamos de cuando en cuando.

Note su respiración algo agitada, recordar esos momentos donde nuestros cuerpos se volvían uno solo lograba que mi amigo se levantara. ¡Pero que carajos! En unos instantes nuestras miradas se cruzaron como en aquel momento en la playa, sin pesarlo dos veces la jale hacia mi cuando ella estaba tomando una papa frita.

— Te deseo Grecia... — exprese excitado.

— Igual... — nuestras bocas se encontraron dando rienda suelta a nuestros mas prohibidos deseos. Me subí sobre ella sin dejar de besarla, la admiré por unos instantes y comencé a besar su cuello hasta su oreja, mordí ligeramente su lóbulo robándole un exquisito gemido... estaba conociendo sus partes débiles.

Descendí hasta sus pechos, los cuales acaricié sobre la ropa. Sus pezones ya estaban duros así que, subí su blusa percatándome que solo traía un ligero corpiño debajo. Esos senos eran los mas hermosos y redondos que alguna vez yo haya visto, quite su corpiño y apreté ambos mientras mi boca devoraba uno de ellos, lamí, mordí, succiones con todo el deseo que mi cuerpo podía sacar.

Su respiración era agitada, sus manos acariciaban mis hombros invitándome a seguir, pero yo quería más. Deseaba comerla, devorarla, volver a hacerla mía. Baje hasta su vientre desesperado por probarla. Quite su pantalón al igual que sus bragas. Con mis manos abrí mas sus piernas y uno de mis dedos acaricio su hinchado monte, note como me observaba así que adentre uno de mis dedos en su interior robándole mas gemidos. Sus manos fueron a sus senos acariciándolos como yo lo había hecho.

Sin esperar mas mi boca se adentró en su exquisita feminidad, era dulce y agria a la vez, pero me encantaba. Casi nunca hacia sexo oral, pero con ella, ¡Cielos, como me gustaba! Sus piernas enrollaron mi cuello, sus caderas se movían a la par de mi lengua invitándome a seguir.

Jadeaba mi nombre de manera tan sensual que mi pene volvió a despertar. Me miro con lujuria y eso fue mi perdición. Lamí con más rapidez, mi lengua entraba y salía de su interior haciéndola temblar de placer.

Sus dedos se enrollaron en mi cabello acelerando sus movimientos de cadera, saque mi miembro de mi pantalón, necesitaba liberar este placer nuevamente. Mi mano se movía por si sola sobre mi pene, sus gemidos me excitaban mas y más cada vez.

— ¡Aaah Dante! ¡Si! ¡Mas! ¡Si! — gritaba enloquecida, mi lengua jugo nuevamente con su clítoris, mi pene se erguía de excitación con tan solo escucharla. Mis gruñidos eran demasiado obvios al igual que mis jadeos. Sentí como exploto en un orgasmo, pero no me detuve ahí, seguí lamiendo, observándola retorcerse de placer hasta que se vino nuevamente en mi boca derramando sobre mis labios ese néctar tan dulce. Lamí aun mas hasta que mi miembro exploto en un orgasmo arrollador, note que me observaba mordiendo su labio y sonrió al ver toda mi mano llena de semen.

Por un momento nos quedamos en silencio, pero el deseo era tan fuerte que comenzamos a devorarnos como locos. La tome de la cintura y la lleve hasta mi habitación donde nos dejamos caer en la cama. Quería comerla nuevamente, pero ella se subió a horcajadas sobre mí.

— Ahora yo quiero probarte... — trague saliva al verla tan decidida, bajo hasta mi vientre besando mi piel con sus ricos labios. Tomo mi miembro y lamio la punta haciéndome jadear.

— Grecia, no tienes que...

— Shhh — puso un dedo en mis labios — déjame darte placer — metió mi pene en su boca lamiéndolo como si fuera una gran paleta.

Mis gemidos se hicieron presentes pues esa mirada llena de deseo era lo que me volvía loco. Ella era prohibida, pero, justo ahora eso ya no importaba. Lo metió por completo a su garganta succionando como nunca lo habían hecho conmigo, tome su cabello el cual no me dejaba ver tan erótica escena. Su boca me devoraba por completo endureciendo por segunda vez mi miembro. Nunca me había pasado algo así, parecía que con ella no tenia limite. Mis gemidos fueron mas fuertes al verla devorar todo hasta que sentí que iba a correrme.

— Nena me corro... — exprese nerviosos y agitado, ella sonrió y siguió lamiendo hasta que todo mi semen se rego en su boca. Ella lo saboreo todo, cosa que me dio un poco de vergüenza, pero pareciera que a ella no.

— Sabes demasiado rico... — se subió sobre mi tomando mi pene nuevamente. Me ayudo a ponerme el condón como toda una experta. Era maravilloso verla así.

— Y yo ya no aguanto quiero estar dentro de ti — me acomode en su entrada y de una estocada la penetre. Cabalgaba sobre mi aferrándome a mis hombros, mis manos movían sus caderas mientras mi pelvis chocaba con la suya.

Sentir su trasero rosar mis bolas era como tocar el cielo, no nos importaba el ruido solo queríamos gemir como dos locos disfrutando este exquisito placer. Me recargue en la cama para mas apoyo, mis caderas arremetían con fuerza su interior, ella saltaba sobre mi con rapidez y fuerza. Sus senos rebotaban tan deliciosamente que no tardamos en llegar por tercera vez los dos juntos.

Agitados nos dejamos caer sobre la cama cansados de una ronda de sexo tan loca. Solo la abrace acurrucando su cuerpo contra el mío. Sin movernos mas nos dejamos llevar por el sueño quedando dormidos totalmente desnudos, como si fuéramos una pareja de enamorados.

A la mañana siguiente me desperté como de costumbre, mi cabeza me dolía un poco, pero lo primero que busque fue a Grecia. Al no verla a mi lado me levanté como loco hasta que la vi ya vestida en la sala preparando un rico desayuno.

— Te despertaste... — sonrió poniendo un plato en la mesa.

— Si, gracias por el desayuno.

— De nada, quiero ser directa Dante. Lo que paso anoche no debió de suceder, lamento haberte usado como paño de lagrimas y desquite ante mi decepción amorosa. Esto es un completo error así que, espero entiendas que fue solo sexo casual y no volverá a pasar... — su voz era firme y decidida. Mi corazón se rompió ante sus palabras, todo esto era solo sexo... era obvio que, para ella, yo, no significaba nada mas que su tío, su familia.

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