Capítulo Tres: Enredos Sangrientos

Agatha

¡Genial! No llevo ni cinco minutos en este lugar y ya tengo un primer enfrentamiento con un licántropo. Y para culminar mí racha de buena suerte, el hombre con el que me acabo de enfrentar, no es nada menos que código 25 que ahora se llama Slayer.

Me muerdo los labios y me rio bajito, apoyándome en el vidrio del vehículo. 

Sigue siendo tan guapo a como lo recuerdo, alto y musculoso con su cabello corto azabache despeinado cayéndole por la frente. Sus ojos grisáceos con motitas doradas son tan intensos y peculiares que siguen acelerando todas mis pulsaciones, al igual que la primera vez que lo admire, aunque ahora se ve mucho más imponente y feroz.

«¡Madre mía!» Y esa voz ronca y varonil que tiene, solo de evocarla me eriza la piel y me hace temblar de emoción, que por mi mente cruzan miles de fantasías que...  «¿Pero Agatha que rayos te ocurre? Baja esas revoluciones» Niego tratando de esfumar todos los pensamientos acalorados que aparecen, enfocándome en el camino que me lleva al interior del bosque encantado, es primera vez que estoy aquí y su estructura me ha sorprendido de grata manera.

En un sector está lleno de Edificios y en el otro se aprecian los parques verdes y canchas de futbol, mientras que al fondo se divisan las viviendas rusticas apiladas muy cerca una de la otra, como si fueran una especie de condominio o villa. 

—¿Estás bien?

—¿Ah? —vuelvo en sí.

El hombre rubio que tengo a mi lado, me da una mirada preocupada, observo sus ojos azules que son tan claros como un manantial, es realmente atractivo.

Frena el jeep.

—¿Segura que estás bien? —inquiere con ese atisbo de duda.

—Si tranquilo, solo fue un rasguño —digo restándole importancia.

—No quiero ser grosero, pero sabes que no puedes decir nada de lo que ocurra en la manada, el acuerdo confidencial que firmaste lo prohíbe y...

—¡Igor! —Lo interrumpo—. No pienso decir nada, solo fue un malentendido y ya se acabó.

—Entiéndelo —me da una sonrisa melancolía—. Él odia a los humanos y no es que tenga algo contra ti, sino que es por todo lo que hemos vivido, es lógico que tenga algo de resentimiento por tu especie.

—Créeme, no lo juzgo.

Suspiro, si en realidad supiera que yo más que nadie entiendo su sufrimiento y ese odio que tiene sembrado en su pecho. 

Porque junto a él experimenté la bajeza de algunos que ni siquiera deben ser llamados personas, porque son capaces de hasta vender su alma por obtener ambición y poder.

Igor asiente y pone en marcha el vehículo dirigiéndome hacia las oficinas de de la manada.

.

.

Camino al despacho de Eros, percibiendo como las miradas de algunos se posan en mi persona. 

En la entrada me topo con una chica, bueno otra licántropa, de cabello rubio, alta y musculosa, fácilmente podría pertenecer a esos concursos fitness, pero sus ojos tienen una mezcla de miel y naranja, que la combinación es fascinante.

—Bienvenida yo soy Avis y tengo muchas amigas humanas —enuncia con una voz fuerte pero animada, que me da confianza absoluta.

—Un gusto conocerte Avis, yo soy Agatha y me encantaría ser tu amiga.

—Cuando termines, dirígete a la residencia de mujeres te presentare a todas, justo hoy haremos una fiesta en donde vemos películas y algunas saben cocinar, estas más que invitada.

Le sonrió, es tan amable y amistosa, que me hace sentir en casa.

—¡Claro ahí estaré!

Pasó por su lado para entrar, pero me detiene de forma brusca tomando mi muñeca, su rostro ha cambiado y se acerca más a mí para olerme. Mira a Igor con su ceño fruncido.

—¿Quién te hizo daño? —señala la mordida que tengo—. Puedo oler a uno de nosotros en ti y también la sangre.

«¡Joder!» había olvidado lo agudo de sus sentidos.

La gran mayoría de ellos están adiestrados para ser cazadores y depredadores innatos, el laboratorio en algunos hizo algunas mutaciones que se enfocaron en darles una visión nocturna infrarroja a larga distancia, su olfato es privilegiado, porque además de reconocer objetos y personas, también puede distinguir distintas emociones y para que decir de su oído, que escuchan a más de un radio a la redonda.

Muevo mi cabello para tapar la herida.

—No es nada Avis, luego te cuento, nos vemos cuando termine.

Me suelto de su agarre sonriéndole y entro antes de que me siga haciendo más preguntas.

Cuando piso el despacho de Eros, recuero que no toque la puerta por ir arrancando de no dar las excusas correspondientes. Varias miradas intensas y de diferentes colores me miran curiosos, creo que acabo de interrumpir una reunión importante.

El nerviosismo se hace parte de mí que tengo ganas de irme de acá al sentirme tan indefensa.

—¿Doctora Agatha Müller? —cuestiona Eros, lo reconozco porque lo he visto varias veces en televisión.

—Si.

—Hasta que por fin te conozco —comenta animado acercándose—. No sabes cuánto insistí para que pudieras trabajar con nosotros, es lo mínimo que podemos hacer después de...

—Alpha Eros ¿cierto? —lo interrumpo, porque no quiero que nadie se entera de las cosas que he hecho—. El general Koch me informo que me ha solicitado ¿solo dígame en que puedo ayudarlo?

Sé que he sonado un poco tosca, pero Eros es inteligente, me observa unos segundos y sé que se ha dado cuenta de que ese tema es delicado para mí.

—Bien, entonces señorita Müller, según sus registros aparte de ser médico se especializa en la bioquímica, siendo una de las mejores del país, ha creado medicamentos curativos y otros con fines específicos.

Tragó saliva, él conoce mi historia y del medicamento que cree para Slayer, la particularidad de esa solución era que tenía una dualidad: podría curarte de torturas en cuestión de horas o matarte en las mismas horas. Solo bastaba cambiar un elemento químico para que tuviera dichas reacciones. En el escrito que deje hace dos años atrás, solo plasme la fórmula de su poder curativo, pero no de su poder mortal.

—Es algo pretencioso decir que soy la mejor, pero gracias por el cumplido —contesto algo abochornada.

Me siento intimidada con tantos licántropos hombres mirándome, meto un mechón de cabello tras de mi oreja esperando las instrucciones que Eros deba señalarme.

—Yo solo trabajo con los mejores y su curriculum es impecable —enuncia seguro con su voz ronca

—La he contratado para que trabaje en los laboratorios de la manada, sé que tiene experiencias y conocimiento sobre cómo funciona nuestro sistema y ADN, además de ser excelente analista de fármacos que ayudaran a potenciar nuestro bienestar, por otro lado, si surge alguna eventualidad ejercerá la suplencia de médica en el hospital.

—¿Por cuánto tiempo? —suelto sin poder evitarlo.

Tengo un juicio pendiente que no va a esperar, amenazas de muerte que me persiguen constantemente y un hombre lobo que me quiere matar. En definitiva, no puedo estar mejor. Mi año cada vez me sorprende más.

Eros me mira incrédulo y tengo la necesidad de hablar con él, pero en privado.

—Por el tiempo que sea necesario —finaliza—, Igor y Slayer se encargaran de mostrarte las dependencias, cuál va a ser tu nuevo hogar y acompañarte en el proceso de adaptación que duren estas semanas. —Mira a su alrededor buscando algo o alguien hasta que pregunta con su entrecejo fruncido—: a todo esto ¿Dónde está Slayer?

Con Igor nos miramos y nerviosismo es lo que veo, pero ninguno dice nada. Un tipo de hebras oscura y onduladas de ojos negros se acerca por detrás y me huele.

Salto del susto por su acercamiento repentino.

—Tienes el olor de Slayer en tu cuerpo y también huelo sangre —inquiere frunciendo su ceño. Pero cuando me corre el cabello y ve mi marca su rostro se endurece y gruñe—: ¿Él te mordió y te hizo daño?

—¿Cómo dices Ciro? —pregunta Eros acercándose a mí para verificar lo que ha dicho.

Doy tres pasos atrás y los detengo.

—¡No! —Levanto mis manos para poner un alto—. Slayer no me hizo daño, solo fue un malentendido, que ya está solucionado, no hay de qué preocuparse. 

Trato de bajarle el perfil, sin embargo todo es tan rápido que no me da tiempo de razonar, cuando aparece otra licántropo que ruge mostrándome sus dientes afilados y sacando sus garras para irse contra mí, Slayer interviene alejándome y escondiéndome detrás de su espalda, su aroma me avasalla quedando hipnotizada con la complexión ancha que me cubre, «¿De dónde salió?» lo detiene con esa fuerza bruta que carga y que me hace sentir segura en sus brazos, y ambos rugen arañándose la piel al desprender las garras gruesas y curvadas de sus dedos. 

—¡Tu trabajaste en centro de experimentación Hölle! —ruge colérico ese hombre que no conozco, tampoco recuerdo haberlo visto antes. Acusándome de una verdad, que me hace morderme los labios—. ¡Yo te vi! ¡Slayer ella era uno de los científicos que nos infringían daño!

Tragó duro sintiendo como mi cuerpo tiembla de miedo al notar las reacciones de los demás.

—¿Eso es verdad? —cuestiona Slayer girando su rostro y mirándome decepcionado.

—No... yo... no... es así, o sea...

Mi cerebro no me deja articular nada coherente, tartamudeo y quedando en evidencias de que lo que dice es una verdad absoluta.

—¡¿Trabajaste o no para esos hijos de puta?! —me interrumpe gruñendo amenazante. Su tono de voz me hiere de una forma desconocida. 

—Si —confirmo sin negar lo inevitable. 

Siento como mis ojos arden y el nudo en mi garganta se intensifica.

Suelta a su compañero y su movimiento es tan veloz que sostiene mi cuello sin asfixiarme.

—¿Por qué? —sus pupilas grisáceas me observan y puedo ver el tormento que tiene. Su mirada se ha ensombrecido.

Me quedo en silencio, no puedo responder su pregunta, porque me niego a que sepa todas las cosas que hice por él, además ni siquiera me ha reconocido y espero que jamás lo haga.

Dos hombres tratan de tocarlo, pero me inmoviliza posicionándose detrás de mi espalda y sin soltarme el cuello gruñe mostrando sus enormes colmillos blancos.

—Si alguien se acerca la mato.

—¡Suéltala! —ruge uno de ellos.

—¡No! —Aúlla feroz Slayer—. Si ella es uno de esos hijos de puta, debe estar muerta.

Puedo sentir como sus garras se entierran en mi abdomen.

—Todo tiene una explicación —trata de conciliar Eros.

Lo miro asustada, no quiero que sepa mi secreto.

—¡No me interesa! Solo quiero romperle el cuello.

—¡Basta Slayer! —vocifera un hombre de ojos rojos. —Suelta a la humana, escuchemos lo que tiene que decir, porque para todo debe haber una explicación.

El mismo que hablo se intenta acercar, pero Slayer entierra más sus garras en mi piel, que puedo percibir un calor irradiar en mi vientre y palpitaciones que me arden. Observo mi vestido blanco, que ahora está manchado de sangre.

—¡La estas lastimando! —se inquieta Igor

Cinco licántropos se transforman en cuestión de segundos en grandes lobos de pelaje café y ojos dorados que se acercan a paso lento acorralando a Slayer, gruñen y aúllan, lo que hace que empeore la situación, él se mueve conmigo hacia atrás y puedo sentir como sus garras se deslizan sobre mis entrañas.

Me quejo sonoramente porque el dolor es tan agudo que no lo soporto, mis ojos derraman lágrimas y entierro mis uñas en sus brazos, arañándolo para que me suelte, pero es en vano, su fuerza me sobrepasa.

—¡Si alguien se acerca voy a romperle el cuello! —gruñe mostrando sus colmillos y apretándome más.

—Hazlo —musitó con mi voz rota mirando hacia arriba.

Y sé que no es el único que me ha escuchado. Su mirada grisácea se posa en mí y un atisbo de dolor se apodera de mi pecho, al saber el odio que me tiene.

«Solo desea asesinarme»

—Cumple tu amenaza —lo incito.

—No me provoques porque es demasiado fácil para mí acabar contigo, humana insignificante.

—¡Entonces termina lo que empezaste o suéltame, porque me estás haciendo daño! ¡Decídete de una vez y haz lo que tu corazón desea! —Chillo sorprendiendo a todos en la sala.

Slayer esta aturdido y a mí me da vueltas la cabeza, el dolor se intensifica y los mareos se presentan, viendo los puntitos destellándose en mi campo de visión.

Me suelta y yo me volteo, con una de mis manos hago presión en mi herida y con la otra golpeo su pecho, lastimándome la palma. Su torso es tan firme y duro, que no le hecho ni un mísero rasguño.

—¡Eres un imbécil! —le insulto y él me gruñe—. ¡Deja de gruñirme y odiarme como lo haces, que yo no soy como ellos!

Y algo en mí se remueve, al verlo como si fuera un perrito regañado que me mira con una ternura que hace que se me encoja el corazón. Tengo unas ganas locas de abrazarlo, me siento tan vulnerable y sentimental ante él.

Me desestabilizo lo que provoca que él me tome firme de la cintura.

—¡Mantén tus garras lejos de mi cuerpo! —exclamo dolida.

Él se aleja de mí, pero las fuerzas que he utilizado para gritarle me dejan más debilitada de lo que estoy. 

Las voces que escucho me parecen lejanas y todo me da vueltas hasta que una negrura nubla mis ojos apagando todos mis sentidos.

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