CAPÍTULO 3

3. ¡NO! MI PAPÁ NO PUEDE SABERLO...

Sarah regresa mucho más tarde que el día anterior del trabajo. Son las 11:35 pm cuando entra en casa y al encender la luz se topa con una ventana rota y uno de sus adornos favoritos, una bailarina de cristal, también hecha pedazos en el suelo.

Se asusta pensando que alguien ha intentado entrar a robarle y en ese momento escucha pasos que se acercan a su puerta.

Toma un b**e que esconde cerca del sofá y se prepara para atacar a quién sea que esté acechandola.

—¡Vecina! —escucha una voz de hombre que no conoce, llamar cerca de la puerta.

—¡Vecina! —la llaman de nuevo y ahora es la voz de un niño.

Pone el b**e detrás de la puerta sin soltarlo y abre encontrándose con Simón y su papá.

Se relaja un poco y suspira aliviada sin que los recién llegados lo noten.

—Buenas noches —Les sonríe a ambos—. ¡Hola, Simón! —se dirige al niño—. ¿Qué haces despierto tan tarde?

—Es que... —El niño sonríe avergonzado.

—Mucho gusto, soy Marcos Jones, el papá de Simón —El hombre le extiende la mano para presentarse.

—Sarah Lenon —se presenta ella tomando su mano.

—Vinimos a disculparnos por el inconveniente de la ventana... —dice el hombre apenado.

—¡Oh! ¿Fueron ustedes? —Sarah siente como si le quitaran un peso de encima, al saber que no ha sido ningún ladrón que intentó entrar a su casa.

—Sí, disculpeme, jugaba con mi hijo y tiré con mucha fuerza el balón; pero no se preocupe, mañana en la mañana le arreglaré el daño.

—Está bien, pensé que habían intentado entrar a la casa, pero me tranquiliza que solo haya sido un accidente.

—A primera hora, le prometo que lo solucionaremos. ¿Estará usted en casa?

—Sí, mañana no iré a ningún lado.

—Ok, entonces que pase bonita noche y de nuevo disculpeme.

—Buenas noches —le dice al hombre—. Chao Simón —se despide con cariño del niño.

Cierra la puerta tras de sí y se prepara para descansar, tiene el día siguiente libre y limpiará el desorden que causó el balón de sus vecinos después.

●●●

Muy de mañana no la despertaron los gritos que acostumbraba a escuchar, esta vez la despertó un toque en la puerta.

Con pereza se para de la cama y se coloca encima de su diminuta pijama un albornoz, medio se hace una cola en el cabello la cual no demora en desbaratarse y abre la puerta con los ojos entrecerrados, adaptándose aún a la luz del sol.

Ahí de pie frente a ella están Simón con una amplia sonrisa y su papá con un metro en la mano.

—¡Buenos días, Sarah! ¡Oh, lo siento! Te despertamos —dice el hombre avergonzado.

Sarah sonríe con los labios cerrados, parte de su cerebro está aún dormido.

—No hay problema —logra decir al fin forzando sus labios a hablar. Cuando recién se despierta le es difícil pronunciar palabras, realmente no le gusta hablar, es como si le pesara la boca. Hasta que se toma su café matutino es cuando su cerebro y sus labios, se encienden—. ¿Qué necesitan?

—Vinimos a medir la ventana para ir a comprar el vidrio y reparar el daño.

—Ok, adelante —dice tapándose la boca para bostezar.

A Marcos le preocupa el estado de adormecimiento de su vecina, piensa que, en ese estado podría ser vulnerable, pero también le causa gracia y le parece que se ve linda a pesar de su aspecto desaliñado.

Entran siguiendo a Sarah que les señala el desastre que han causado. Ella va a la cocina y pone a hacer el café en la cafetera.

Marcos nota que no solo ha roto la ventana, sino también, el adorno de Sarah y anota mentalmente reponerselo cuanto antes.

Le pide a Sarah que le preste la barredora y el recogedor. Ella medio sonámbula aún, le indica dónde están las cosas del aseo.

Marcos va por ellas y regresa a recoger el desastre, luego toma las medidas de la ventana.

Mientras escribe las medidas en una libreta de bolsillo, Sarah aparece más activa con una taza de un humeante café en la manos.

—¿Café? —le pregunta a Marcos, señalandole la taza.

—Me encantaría, gracias.

—Y tú pequeño, ¿quieres leche achocolatada? —le pregunta a Simón que está sentado mirando el interior de la casa con curiosidad.

Al pequeño le ha gustado un cuadro que está en la pared, es un paisaje donde hay una cabaña rodeada de árboles y animales, pero lo que más le gusta son las mariposas que tiene el lienzo. Las mariposas le recuerdan a su mamá.

—Sí, gracias —contesta Simón y luego, sin dejar de mirar el cuadro, tararea en su cabeza una canción que le enseñó su mamá.

Sarah va de nuevo a la cocina y aparece unos minutos después con el café y el chocolate.

Le da el vaso con leche achocolatada a Simón y la taza de café a Marcos e invita al hombre a que se siente en el sofá.

—¿Y Lina? No la he escuchado «gritar» hoy —le pregunta al Oficial.

—Se fue con Leonardo a Villa Peace —le responde Marcos.

—¡Ah! —Sarah mira al pequeño.

«Con razón Simón está tan tranquilo» piensa para sus adentros.

Se sienta en una de las sillas. Sigue tomando su cafe y observando a los dos personajes que están sentados en su sofá. Los repara con disimulo.

—Bueno, iremos a la vidrieria —informa Marcos parándose e indicándole a Simón que deben irse—. Gracias por el café, estuvo delicioso —le dice a la chica entregándole la taza—. Hijo, dale las gracias a Sarah por el chocolate.

—Gracias, Sarah.

—Con gusto —les dice a ambos caminando a la salida detrás de ellos.

—Regresamos en una rato con el vidrio —le avisa Marcos en la puerta.

—Ok, que les vaya bien.

Ya completamente despierta, Sarah echa a lavar la ropa, ordena la casa y se pone a regar las plantas del patio.

Mira hacia la casa de al lado, y nota que hasta el lugar se ve tranquilo.

Al rato sus vecinos regresan con el vidrio de la ventana para colocar.

Mientras Marcos lo instala, Sarah invita a Simón a jugar en el patio con el mismo balón del accidente, que encontró debajo de la mesa mientras ordenaba.

El niño se ve tan diferente, su rostro se ve alegre, la tristeza de sus ojos se ha esfumado un poco y tienen un brillo especial. A Sarah le da tanto gusto verlo así.

«Así debería ser siempre».

—¿Qué edad tienes, Simón?

—Recién cumplí siete —dice tirando la pelota a Sarah.

—¿Y en qué año escolar estás?

—Segundo de primaria.

—¿Cuál es tu color favorito?

—Azul y verde.

—También me encanta el azul y el verde. Tu sabor favorito es el chocolate ¿verdad?

—Sí y el dulce de leche.

—A mi también me encanta... —luego de un rato de conversar y jugar con el pequeño, Sarah se ánima a preguntarle—: Simón, ¿por qué llorabas aquel día?

A Simón le cambia de inmediato el semblante y Sarah se arrepiente de haberle preguntado, pero aún así el niño contesta:

—Porque me atracé y no logré alcanzar la ruta de la escuela.

—¿Y te atrasaste por qué?

—Porque... debía dejar los platos limpios.

—Simón, ¿qué más debes hacer en casa?

—Lo que Lina me mande a hacer —dice bajando la cabeza.

—¿Sientes que es mucho lo que ella te pide?

—Sí.

—¿Tu papá sabe eso?

—¡No! Mi papá no puede saberlo... —le dice el niño angustiado y calla repentinamente cuando ve a su papá acercandose.

—¡Ya está! Solo falta reponer tu adorno, te prometo que lo conseguiré —le dice Marcos a su vecina.

—¡Oh, no! No te preocupes —dice Sarah desviando la mirada del rostro preocupado del pequeño Simón.

Marcos suspira aliviado por reponer parte del daño que había causado. Mira con una sonrisa a Sarah, y se promete buscar su adorno aunque ella insista en que no es necesario.

—Sarah, nuevamente discúlpame.

—Ya te dije que no te preocupes.

Estando a plena luz del día y teniéndolo cerca, Sarah repara las facciones de Marcos. No es tan mayor como ella había pensado, al sonreír si se le marcaban las lineas de expresión en los ojos, es un hombre maduro, pero aún joven, su cabello es del mismo color del de Simón, y sus ojos cafés con aquel sol que resplandece, los hacen ver un poco claros. Tiene un aspecto muy varonil y la barba completa, le sienta muy bien. Es alto y delgado, aún así, se le marcan los brazos torneados y buen físico corporal, seguramente por su trabajo.

Mirándolo fijamente a los ojos, Sarah nota que a pesar de que sonríe con entusiasmo, hay una tristeza en el fondo que invade su mirada.

—Papá —el llamado de Simón, los hace dejar de mirarse—, tengo hambre. ¿Qué almorzaremos?

—¿Qué te parece si nos aventuramos en la cocina y preparamos algo sorprendente los dos?

—¡Sí! —grita emocionado causando una sonrisa en los dos adultos—. ¿Podemos invitar a Sarah?

—Claro que sí. Si ella quiere acompañarnos, será un honor.

—Después que no me intoxique con lo que hagan, está bien por mí.

—Mi papá cocina muy rico —le dice Simón.

—Si tú lo dices, te creo, bonito.

Marcos está extrañado de lo fácil que se le hace a su hijo hablar. Después de la muerte de su madre a penas y se comunica.

Por otra parte, Sarah se ha propuesto ganarse la confianza de Simón; aunque se había prometido no meterse, no permitirá que sigan maltratando al niño casi en sus narices. Sin siquiera ser conciente aún, el niño se ha colado en su corazón.

Piensa en hablar con Marcos, pero quiere estar mejor informada antes y no sabe que tanto le creará a ella o al niño y qué tan manipulado está por aquella viborastra.

A lo mejor Marcos es de esos hombres, como su papá, que deja que su esposa le lave el cerebro —piensa—, y si es así cualquier cosa que le diga puede perjudicar a Simón en vez de ayudarlo.

Tiene que ser cautelosa.

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