Capítulo 3

Kalil.

Las duras palabras de Basim me dejan helado, si fuera otro hombre, lo hubiese matado a golpes. Pero él tiene razón, ya no confío ni siquiera en mi propio juicio, este ha sido muy irracional. He estado perdido y no sé dónde he quedado. 

Respiro profundamente, mientras tomo asiento de nuevo tranquilizando mis nervios e instándole que haga lo mismo. 

Paso mis manos varias veces por el rostro, tratando de recuperarme y de poner cabeza fría para comenzar a colocar atención a los asuntos que lo ameritan. 

Expulso el aire lentamente. 

—¿Está todo en orden con la llegada de la gente? —pregunto cambiando el tema. 

—Todo está en orden para esta noche, como es la costumbre se hará. 

—Bien.

—Siete reyes confirmaron su venida para el compromiso, en total todos los que se invitó —dice sonriendo satisfecho—. Los países que no tiene monarquía, vendrán sus representantes, tendremos un festejo inolvidable, tan grande como… su anterior boda. 

Mis ojos se conectan a los suyos, pero no digo nada a pesar de estrago que hacen sus palabras. 

—Usted sabe que muchos de ellos vienen por intereses particulares… 

—Lo sé, entiendo que más que un compromiso estaré firmando pactos, eso es bueno para Angkor, y estoy pensando que Kader me acompañará en todo esto, es bastante listo en los negocios. 

—También lo creo —repone pensativo. 

—¿Qué le tiene pensativo? —pregunto expectante. 

—Creo que sería bueno hospedar a los reyes en este mismo palacio, sería más honorable hacerlo, el resto podremos ubicarlos en casonas cercanas al palacio que sea de primera categoría. 

—Me parece muy buena idea. Arregla eso, y que lleguen al menos la noche antes del festejo, así podrán estar descansados de sus viajes y con un mejor ánimo. 

—Eso haré —dice Basim levantándose, entonces toma una carta y la pone sobre el escritorio—. Aquí están los nombres de cada uno de ellos, es bueno que los memorice y sepa de donde pertenecen. 

Asiento en silencio, sin mirarle, ni darle más larga a la conversación. Basim me conoce como la palma de su mano, desde hace mucho hago esta misma estrategia para no continuar y evitar caer en el tema que el mismo ha querido hurgar desde hace tiempo. 

Hanna por supuesto es la que está detrás de todo esto, ella misma persuade a Basim para que entable una conversación conmigo y trate de convencerme de actuar diferente, de ver las cosas de otra manera y de enterrar de una vez y por todo mi pasado. 

No les reprocho su preocupación, pero de cierta forma mi hermana me ha decepcionado, de cierta forma una brecha se ha abierto entre nosotros creando una relación bastante inestable. A veces me entristece apartarla de mi vida, a veces me agobia no poder expresarme como soy delante de ella, pero las cosas han cambiado. 

Yo he cambiado. 

Veo como Basim encorva los hombros, no teniendo la posibilidad de quedarse. Entonces tomo la carta en mis manos y me dispongo a leer hasta que escucho que la puerta se cierra. 

Me relajo, tanto que ahora soy solo yo, ahora mi semblante vuelve a caer delante de estas cuatro paredes. Observo nuevamente la carta desdoblándola, leyendo su contenido para poder ocupar mi mente y no dejarme envolver otra vez. 

“Reyes

 Oeste de Angkor:

  1. Raúl Saadi—país, Sudin
  2. Thair Yarur—país, Témi

Este de Angkor:

  1. Zahid Handal-—país, Dumia

Norte de Angkor:

  1. Amin Arafat—país, Ramatá
  2. Rafi Mossen—país, Miswua.
  3. Gamali Katthab—país, Gemús

Sur de Angkor:

  1. Omer Bozkurt— país, Yomal”

Repaso la lista, memorizando nombre junto con país, mientras el tiempo pasa y voy caminando de un lado para el otro, e investigo en algunos libros la historia y sus habitantes.  

Me pierdo en las líneas, leyendo cada párrafo asombrándome un poco en algunas costumbres y culturas de dichos países, hasta que los toques de la puerta me hacen fruncir el ceño. 

No espero a nadie, todos aquí saben que este lugar es sagrado para mí, que nadie debe molestarme cuando vengo a trabajar en algún asunto. Entonces no demoro llevando un libro en mis manos y quito el seguro. 

El rostro nervioso de Alinna se asoma a la puerta tratando de decir algo y negando varias veces con su cabeza. 

—¿Pasa algo? —pregunto mirando alrededor. 

Ella pasa un trago difícil para proseguir a su propósito. 

—¿Podemos hablar? 

Aunque todo mi cuerpo grita No, me hago a un lado en silencio dejándola pasar. 

—Estaba trabajando, vendrán días de mucha ocupación y… 

—No te quitaré mucho tiempo —corta girando se hacía mi, y yo asiento colocando el tomo en la mesa. 

Camino por el salón tratando de hacer un espacio para con ella y decido por detenerme en el balcón. 

—Nos conocemos de toda la vida ¿no es así? —pregunta en tono bajo haciendo que mi ceño se frunza. Entonces asiento en respuesta—. En… En estos últimos meses, siento que estoy al lado de una persona totalmente desconocida. 

Sin intensión una sonrisa cínica se gesta en mi rostro. 

—Soy diferente Alinna. 

—Así es. Solo que uno nunca deja su esencia, nunca. 

Suelto el aire varias veces, otra persona más en este palacio querrá hurgar en mi situación y eso me está queriendo llevar hasta el punto de hartarme. 

—¿Mi madre te dijo que vinieras? ¿O fue Hanna? —pregunto en un tono alto y sin ningún tacto. 

Su rostro parece decepcionado, pero no dejo que me apabulle por eso. 

—Nadie me mandó aquí, vine porque quise. ¿Recuerdas que yo seré tu esposa? ¿Acaso crees que no me preocupo por ti? ¿Acaso no sabes que yo te amo desde siempre? 

Sus palabras dolidas calan en mí. Alinna ha sido mi amiga de toda la vida, incluso tuvimos una relación íntima por mucho tiempo. Pensé que ella sería la persona que me acompañaría en toda mi vida. Hasta que vi a Saravi. 

No la culpo por sentirse herida y traicionada. Porque eso fue exactamente lo que yo hice. 

Coloco mis dedos en los ojos tratando de arreglar la situación, quiero ser diferente, deseo hacerlo

«¡Pero, no puedo! ¡No puedo!»

—Alinna… Perdóname. De verdad yo… 

—Debes dejar ir tu pasado Kalil —interrumpe de inmediato un poco acalorada—. Esa mujer está muerta, y perdóname que te lo diga así. Pero ya no puedes hacer nada, ella ya no está. 

Mis labios tiemblan sin conciencia, es impresionante como de forma inmediata mi propio cuerpo se pone en una tensión apremiante. Todo adolece, literalmente todo. Miles de sensaciones se arremolinan en mi pecho y lo único que quiero hacer es responder con rabia. Con toda la que pueda. 

Me acerco rápidamente hacia su lugar, tan cerca que ella teme en algún momento. Mi acercamiento no es íntimo, es más bien amenazante. 

—Esa mujer, se llama Saravi, hizo lo que tú no hiciste, lo que nadie hizo —tomo sus brazos de inmediato para tenerla aún más cerca—. Y me importa una m****a si tú, mi mamá, Hanna o cualquiera diga y piensen lo que les dé la gana de pensar. Ella está aquí, sigue aquí.

Las manos de Alinna tiemblan mientras reposan en mi pecho, yo las puse allí, las puse para que entendieran mucho mejor mi propósito. Asustada se separa rápidamente de mí negando varias veces, mientras las lágrimas se escurren por su rostro. 

En unos segundos me quedó totalmente solo, solo en estas cuatro paredes que están matándome cada día. La angustia vuelve, vuelve como todos los días y a la vez me pregunto, «¿qué hice? ¿Por qué tuve que hablarle así?»

Las lágrimas se deslizan por mi rostro. Estoy cansado de esto, estoy muy cansado. 

—¿Por qué me abandonaste? —digo en susurro odiándome por sentirme así.

Vuelvo a decir a mí mismo mientras limpio mi rostro y decido por salir de aquí, pero no antes tomo la esclava de mi bolsillo y la coloco en la gaveta del escritorio.

Tomó el pomo y lo giro, salgo de la biblioteca y antes de retirarme le doy una última y larga mirada. Mi garganta pasa un trago amargo, sin embargo, cierro la puerta y le doy la espalda para seguir con mi camino. 

***

Al menos veinte guardas me rodean, las puertas del balcón están cerradas ante mí, entre tanto un bullicio se escucha a las afueras. Basim está a mi lado derecho y Kader se encuentra a mi lado izquierdo. El resto de familia real ya está instalada en el balcón esperando mi salida, esperando que se abran las puertas para dar la cara a miles de ciudadanos de nuestro amado pueblo Angkor. 

Cierro mis ojos, tratando de tomar el aire y salir a dirigirme a mis ciudadanos, por un momento quiero olvidarme de mi mismo, olvidarme de mis quejas y concentrarme en ellos. 

Hoy le diré adiós a este año que tanto ha pasado sobre mí. Hoy comenzaré abandonarme, a negarme a mí mismo para darle paso a otra realidad. Hoy necesito cerrar mi mente y sobre todo cauterizar mi corazón; porque ya no puedo seguir como estoy, ya no puedo seguir perdido mientras una nación espera por su rey. 

El toque de una mano en mi hombro abre mis ojos al instante, Kader asoma una sonrisa hacia mí, alentándome, dándome las fuerzas que tanto me faltan, diciendo miles de cosas en silencio. Un silencio que agradezco con el alma. 

Las puertas se abren lentamente, la iluminación pega a mi rostro al instante y las voces comienzan a intensificarse. Aplausos, gritos y un mar de rostros sonrientes acoplan el paisaje del lugar. Giro hacia todos, divisando y saludando al mismo tiempo. Mi familia, la guarda, y toda la gente me observan expectante arrancándome una sonrisa por fin en mis labios. 

Alinna es alentada por mi madre a que se ponga a mi lado, ella duda por un momento con su cabeza gacha haciéndome recordar el suceso. Pero yo necesito remediar todo esto, en detalle nuestra situación, ella en unos días estará comprometida conmigo y en un tiempo muy lejano será mi esposa. 

Asomo una sonrisa conciliatoria, expresándole con mis ojos que quiero actuar diferente, solicitando su perdón, entonces le tomo la mano acercándola hacia mí para que se una a mi abrazo y así comenzar a dirigirme a mi pueblo… 

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