Capítulo 1

Saravi (Nahid).

Las fiestas de fin de año están en su etapa de apogeo, aunque no salgo mucho del palacio por circunstancias más que expuestas, Samira me ha alentado para conocer un poco más de mi propio pueblo —Yomal—, por supuesto, pese al rostro largo que puso Omer al saber la noticia de mi salida.

“La cuidaré con mi vida”: dijo Samira un montón de veces antes de partir, su entusiasmo me contagió por completo, de hecho, quiero ver aquellas bufandas tejidas de las que tanto habla a diario.

Salir del palacio de cierto modo alivianó cierta tensión que tenía en el pecho, no sé cómo explicar aquella sensación que a veces viene y va dentro de mí; tampoco puedo describir a ciencia cierta de que se trata, pero me gustaría mucho saber por qué me pasan estos sucesos.

El carruaje que nos destina al pueblo es muy cómodo, siento que soy privilegiada de tener esta comodidad; no sé cómo sería mi vida anterior a esta, pero de igual forma me siento muy agradecida por lo que estoy viviendo.

—No está muy lejos, en menos de una hora llegaremos a nuestro pintoresco pueblo —dice Samira sonriente mientras divisa el paisaje al igual que yo.

Asiento de forma silente al mismo tiempo que la ventana abierta del carruaje airea todo dentro de él.

Luego de cierto tiempo, nos bajamos del carruaje con al menos cinco hombres a nuestras espaldas, el día es frío, pero la muchedumbre está en la calle sonriente, parloteando por todos los lugares y todos hablan de un mismo tema.

«El fin de año.»

Una sonrisa se me dibuja en el rostro al ver la ciudad tan colorida, camino rápidamente detrás de Samira que se ha dejado embargar por el lugar hasta que llegamos a una tienda bastante singular.

—¡Es aquí! —exclama Samira volviéndose a mi dirección señalando el lugar, exaltada.

Al entrar a la tienda logro ver cientos de bufandas, todas ellas de colores mezclados, colores básicos e incluso brillantes. Junto con ella también hay cintos para decorar o acompañar los vestidos, y algunos pañuelos de damas.

Realmente el lugar es maravilloso. No creo que alguna vez haya estado aquí.

—Samira…

—Le dije que le gustaría, hay de todo lo que una dama quiera ponerse —pronuncia un tanto nerviosa por la emoción.

Me gustaría comprar algunas cosas, es cierto, algunas para Samira, otras para Annisa y…

De repente mis pensamientos entran en una oscuridad apremiante, como si retuviera algunos nombres latentes en mi boca que quisiera pronunciar, pero que no logro distinguir. Tener estos episodios realmente me están causando fatiga en las últimas semanas, porque tratan de desequilibrar mi estabilidad, y no quiero eso para mí.

—¿Está bien mi Lady? —pregunta Samira mientras se acerca hacia mí.

—Sí —miento asomándole una sonrisa—. Estaba pensando que quería comprar algo para la reina… pero…

—Por el dinero no se preocupe, nos dieron más que suficiente —dice asomando un bolsillo de cuero.

—Me siento muy avergonzada por eso —digo colocando mis manos en el rostro.

Samira se ríe libremente sin reprimir su carcajada.

—Mi Lady, tiene que aprender mucho, aún es como una niña. Además, usted es como la futura reina de Yomal, no debe privarse de ninguna cosa, el Rey no lo permitiría.

El calor en mis mejillas se intensifica espontáneamente. No puedo sentirme totalmente cómoda, y una vez más pienso que de cierto modo mi educación debió ser muy rígida para tener un carácter como el mío.

El pensamiento me lleva a querer recordar nuevamente mi anterior vida y también saber de mi familia. «¿Dónde estarían mis padres? ¿Estarían vivos aun?»

Entrar en dilemas como estos, hacen que la ansiedad sea constante. Definitivamente salir del palacio abre una puerta que pienso debe estar cerrada; solo que es inevitable querer saber de ello y entender muchas cosas que de cierta forma han quedado en un hilo.

Observo como Samira toca las bufandas preguntando por los tipos de hilos que utilizan, mientras me mira de reojo y trato rápidamente de despabilarme comenzando hacer lo que vine hacer.

«Despejar mi mente y hacer algunas compras.»

Compré bufandas, pañuelos y algunos accesorios, luego de ello, entramos a otra tienda mucho más refinada que la anterior. Para llegar a esta debimos usar nuevamente el carruaje, no se encontraba junto al pueblo, porque este lugar estaba un poco más apartado de los comercios.

—Quisiera llevar algunos presentes a la princesa que va a casarse —le digo a Samira, mientras el joyero nos trae varios ejemplares.

—Dicen que es una noble dama…

Sonrío complacida por la descripción mientras acepto otro tablero de brazaletes y collares.

—Tendré que comprar varios… Omer me dijo que eran tres damas ¿no es así? —pregunto en dirección de ella sin dejar de observar el tablero.

—Si mi señora, Hanna Sabagh es la princesa, ella se casará con la mano derecha del Rey, un general muy reconocido. Luego está la madre del Rey, no sé mucho de ella, pero parece muy feliz por el compromiso de sus dos hijos.

—Entiendo —respondo sonriendo—. ¿Y la novia del rey? ¿Cómo es ella? ¡Quisiera darle algo bonito también!

Samira alza sus ojos pensativa tratando de recordar, pero niega varias veces.

—No logro recordar su nombre —responde apenada—. Solo sé que es muy bonita, y es de una de las familias más ricas de Angkor.

Asiento, satisfecha. Compraré a mis gustos esperando que pueda ser de agrado mi regalo. Sé que Omer y Annisa llevaran regalos más costosos para la familia, pero quiero de cierta forma también dar un presente personal, ya que soy una completa desconocida para la monarquía Al-Asad.

 De hecho, en algunos momentos la duda comienza a calar en mí, estaría fuera de lugar en esas reuniones y en el festejo que se celebrará en ese país. Yo no soy para nada parte de ningún reino, soy una persona sencilla que tuvo un golpe de suerte y ser encontrada por los miembros del palacio de Yomal.

—En cualquier momento puede preguntarle a la Reina o a mi Señor de ellos, y así no sentirse tan perdida cuando esté allá, en Angkor —interrumpe Samira, acertando nuevamente a mis pensamientos.

«Sonrío débilmente.»

—Parece que me conocieras de toda la vida…

—Creo que yo siento lo mismo —repone ella devolviéndome la sonrisa—. No se sienta inadecuada… y perdone que diga lo que voy a decirle. Mis señores no llegaron a usted para hacerle una mejor vida mi Lady, usted llegó en el momento justo para iluminar el palacio.

 Las palabras de mi dama me hinchan en corazón de inmediato, una congoja se estremece dentro de mí queriéndome arrojar en sus brazos, queriendo abrirme totalmente con ella. Hay cosas que simplemente trato de esconder a los demás… por miedo.

No quiero arruinar las cosas, no quiero que mi pasado siga apareciendo de vez en cuando y así perturbándome sin previo aviso. Quisiera no tener dichos episodios, y simplemente seguir adelante.

—Me gustaría que nos acompañaras… —mis palabras hacen que Samira me observe impresionada.

—¡¿Cómo cree?! ¡Sería una impertinencia llevar sirvientes a otros reinos!

—¿Sirvientes? Yo no te considero como una.

—Señorita Nahid, usted no, pero, aun así, soy un sirviente. Y por más que quiera no está bien visto, eso desprestigiaría mucho a nuestro Rey.

—Lo siento —digo un poco compungida—. No sé mucho de etiquetas, solo sé que estaré muy nerviosa allá, yo no pertenezco a este mundo Samira, soy una dama sencilla.

Mi dama deja su tablero a un lado y une sus manos con las mías.

—Mi lady, usted jamás pasaría como alguien sencillo, ¡mírese en un espejo! —dice tocando mis cabellos—. ¡Usted es preciosa!, sus ojos irradian una dulzura que arrugan cualquier corazón. ¡Por favor! No vuelva a decir que es una persona sencilla porque no lo es.

Una sonrisa es esbozada de forma espontánea en mi rostro al ver expresos los sentimientos de mi hermosa dama. Nuevamente doy gracias al cielo por tenerla conmigo y por hacerme la vida más fácil con estas personas tan extraordinarias.

Luego de un tiempo, y de las compras, resolvimos por volver al palacio. El paseo y toda la actividad me sirvió de mucho, y sobre todo a valorar mi estancia y mi nueva vida.

Justo cuando el sol comenzaba a ocultarse estaba preparada para una cena a solas con el rey. Me anunciaron al llegar, que Annisa comería en su habitación y que Abdel no se encontraba en el palacio, por lo tanto, Omer me había pedido lo acompañara a la cena y yo accedí por supuesto.

Repaso mi vestido suelto en el espejo y observo que mi cabello ha crecido un poco más, ahora me lo dejo más suelto, ya que sus ondas rubias caen de forma muy bonita hasta llegar a las cintas del vestido.

De forma inconsciente paso la palma de la mano por mi vientre plano tratando de imaginar cómo sería mi vida si el bebé estuviese con vida, no puedo tener una imagen por más que trate de recrear su carita, pero algo muy conmovedor se mueve en mis entrañas pensando en lo que pudo ser.

Unos toques suaves en la puerta me hacen girar de golpe, Samira se asoma para acompañarme al saloncillo donde será la cena, y decido por despedirme de mi propia imagen.

Cuando llego a la mesa preparada, Omer se encuentra de pie con la vista en el ventanal, observando como la noche ha comenzado y la oscuridad comienza a impregnar el lugar. Su vestimenta es elegante, viste todo de azul con algunas insignias rojas que resaltan su traje, el rey es un hombre muy apuesto y muy seguro de sí mismo.

Mi dama se retira y yo hago un leve carraspeo haciéndole girar.

Él desliza una sonrisa.

—¡Bienvenida! —expone asomando su palma, toma mi mano y la besa.

—Gracias, majestad, esta mesa se ve muy bonita.

—Nahid —repone ahora un poco menos contento—. Solo llámeme Omer, para ti soy Omer, tu novio.

Asiento lentamente sintiendo un poco de vergüenza, pero por el contrario no me dejo amedrentar por mis tontos pensamientos.

—Lo siento Omer, ha sido un olvido.

—No te preocupes, solo quiero que te sientas como de la familia.

Luego de sus sinceras palabras me dirige de su mano al pequeño comedor que ha sido improvisado para nuestra cena, un poco más íntima. Aunque los nervios tratan de distraerme un poco, hago parecer que me encuentro en total sincronía.

—¿Cómo estuvo el paseo? —Omer rompe el silencio mientras la cena comienza a ser servida.

—¡Maravilloso! —exclamo con entusiasmo recordando los eventos—. Yomal es hermosa por donde se vea.

—Y eso que no has conocido todo, pero tendremos tiempo para hacerlo, en algún momento no estaré tan ocupado y yo mismo te mostraré las maravillas de nuestro país.

Sonrío satisfecha a su respuesta.

—¡Me encantaría!, pero no quiero distraerlo de sus ocupaciones —digo sinceramente, porque ahora conozco la realidad del reino.

Yomal enfrentó días grises cuando el padre de Omer enfermó. La familia no supo tomar dicha situación, dejando al lado todo lo que concernía a su país, haciéndose cargo únicamente que el anterior rey pudiera recuperarse. Samira dice que era un hombre ejemplar, un hombre de bien, excelente esposo y muy buen padre. Por lo tanto, su enfermedad y continuamente su muerte, devastó totalmente a la familia real, llevándolos a un sinfín de problemas que afectaron directamente su monarquía. Inclusive colocando en riego su propio reinado.

Fueron meses turbios y con muy poco adelanto, sin embargo los tres soberanos comenzaron a crear estrategias para levantar la economía de Yomal y a entablar nuevamente relaciones con otros países y otros reinos.

—No pienses en ello, Yomal es estable ahora… —responde mirándome fijamente.

—Lo sé —sonrío para darle tranquilidad—. Pero hay mucho por hacer todavía, el rey debe estar centrado —Digo levantando mi rostro derecho como si estuviese dando un dictamen legal.

Omer suelta una carcajada, lo cual me relaja instantáneamente, el peso que llevan sus hombros no debe ser una carga liviana, ni mucho menos sencilla.

—¡Se le ve mejor así majestad! —digo nuevamente bromeando.

Entonces él toma mi mano de forma espontánea y la lleva a sus labios.

—Usted mi Lady, hace que yo pueda estar así…

El momento se vuelve algo… extraño para mí por la intensidad de su mirada, entonces decido cambiar el tema ante la alarma que mi mente enciende.

—Ammm… quería preguntarle algunas cosas —digo mientras tomo la servilleta de forma disimulada.

El rey asiente un poco decepcionado y comienza a comer mientras espera mi pregunta.

—¿Sería pertinente que llevara regalos de mi propia cuenta?

Omer frunce el ceño, y yo me sonrojo un poco.

—Bueno, es su dinero —vuelvo a decir apenada—. Solo que compré algunas cosas para la fiesta en que asistiré con usted.

—¡Por favor Nahid!, no lo digas así, no es mi dinero, míralo como algo que te regalé para que compraras cosas para ti. Samira estaba extasiada y pensé que se alegrarían al ver las cosas que a ustedes las mujeres les gustan.

—Muchas gracias por eso.

—Bueno —dice sonriendo—. Ese gesto tuyo sin duda alguna no lo esperarán, pero déjame decirte que es auténtico.

—¿De verdad? —pregunto interesada.

—Sí, escucha, la realeza, aunque es realeza, son personas también que de cierta forma esperan cosas, así como tus gestos.

Me sonrojo nuevamente, recordando que para él compré un detalle que justo le daré en algún momento. Y continúo con nuestra conversación.

— ¿Cómo es Angkor? —pregunto interesada.

—Enorme… —responde limpiando su boca—. Es tres veces más grande que Yomal, si así podría decirlo. Una monarquía igual que la nuestra con excelentes avances si hablamos de modernidad del siglo. En los últimos meses han hecho alianzas muy beneficiosas y están comenzando a construir centros de turismo y comercios más innovadores.

—Se escucha interesante…

—Es interesante —dice con una sonrisa, como si le agradara dicho país—. Pero te sorprenderás de que hace menos de un año tuvieron una tragedia muy grande.

—¿De qué se trata?

—La monarquía sufrió un ataque por bastante tiempo de un grupo que se sublevó, un grupo militar altamente armado que puso en un hilo su estabilidad…

—¡Qué horror! —exclamo sorprendida—. ¿Qué pasó después?

—Aquí viene la peor parte —dice un poco más serio, colocándome la piel de gallina—. El rey tuvo una esposa…

—¿Era casado? —Interrumpo incrédula—. Pero… si va a, comprometerse…

—Sí —dice tomando mi mano—. No es que la conociera ni que sé perfectamente del tema, pero la reina, su anterior esposa, traicionó a su país, estaba de lado de los sublevados y por ello la expulsaron del palacio.

—¡Dios mío! Eso es terrible. ¿Por qué haría eso?

—Desconozco mucho la situación, la monarquía no habla mucho de ello y cerró las puertas a cualquier comentario. Todos dicen cosas, algunas diferentes que otras; yo la verdad pensé que castigarían a la mujer con la muerte en vez de expulsarla del palacio. Luego de ello parece que la monarquía pudo reducir al grupo y la reina murió con ellos. Fue un suceso que estuvo en boca de muchos reinos, pero gracias a Dios, Angkor está de pie nuevamente y más fuerte que nunca. Así que… el tema del compromiso, y el yo ir, es solo una excusa para hablar con el Rey, quiero enlazar mucho más a nuestra nación con ellos, tengo mucha expectativa.

Un suspiro sale de mi boca, el relato me ha dejado un poco nerviosa, pero de cierta forma me alegra que Omer salga beneficioso de este encuentro y que yo de alguna forma esté presente para evidenciarlo.

—Debió ser muy duro para ellos, sobre todo para el rey.

—Parece que ya se repuso…—dice deslizando una sonrisa y yo imito su gesto—. Ahora se casará de nuevo y todo quedará en el olvido.

—Me alegra mucho que estén mejor ahora —digo sincera—. Y me alegra mucho más, que tengas expectativa con este asunto. Todo saldrá de forma maravillosa y Yomal saldrá beneficioso de ese encuentro.

—Así es… eso espero también, sé que será un encuentro extraordinario…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo