Capitulo 3

Capítulo 3

  

   Diara entró a la oficina del director de la escuela de modelaje, habían llegados puntuales y por suerte no habían tenido que esperar porque al llegar el director Winston la agarró por el brazo y prácticamente la arrastró a su oficina. Diara observó a Donnatelo Mottazone, sentado en la silla que habitualmente ocupaba el director, la respiración de Diara se hizo algo irregular por la emoción, él era el hombre que llevaba a las chicas a concursar para el miss universe, además de que tenía una gran compañía donde convertía a las modelos ordinarias en súper modelos.

   —Diara, él es el señor Donnatelo Mottazone —dijo el director Winston halando el brazo de Diara hacia el empresario ya que ella se había quedado congelada.

   El empresario Donnatelo se levantó de la gran silla de cuero y rodeó el escritorio para acercarse a Diara.

   —No puedo creer lo que mis ojos ven —dijo el empresario Donnatelo extendiendo sus manos hacia Diara, apresando la mano derecha de ella entre las suyas y dándole un sonoro beso en la palma—, eres simplemente hermosa, dime cariño, ¿qué edad tienes?

   Diara quien había permanecido anonadada por la reacción de su ídolo abrió la boca para responder, pero el director Winston se adelantó diciendo:

   —Diecisiete, tiene diecisiete, está estudiando administración de empresas y su promedio es excelente, al igual que en el modelaje, ella es mi alumna estrella.

   El director Winston dejó una sonrisa de superioridad en su redondo rostro mientras el empresario Donnatelo no dejaba de observar cada centímetro del cuerpo de Diara, haciéndola sentir algo incomoda.

   —Perfecto, simplemente perfecto —murmuró el empresario Donnatelo, dando una vuelta alrededor de Diara, cuando por fin la tuvo de frente nuevamente, la tomó por los hombros con admiración—, ¿diecisiete años dijiste?

   —Los cumplí hace tres meses —musitó la chica observando como el empresario detallaba cada milímetro del rostro de ella.

   —Perfecto, perfecto —repitió soltándole los hombro y volviéndose con gracia hacia el director Winston—, me la llevo a ella, es la más bonita que me has traído, tiene porte, gracia, y es agradable. La convertiré en una estrella, ya lo veo en todos lados, Diara Grey, ese nombre será grande cariño. Pero eres menor de edad, así que habrá que traer a tu madre para que de su consentimiento. ¿Ella vino?

   El director Winston se apresuró a afirmar con la cabeza mientras con un “ya vuelvo” corrió hacia afuera de la oficina, seguidamente entró con Marta quien tenía una gran sonrisa plasmada en su rostro.

   — ¿En qué puedo ayudar? —dijo Marta colocándose al lado de su hija, alzando el mentón con un eje de superioridad.

   —Su hija es la chica perfecta para mi nueva marca de ropa de verano, además que servirá para el concurso de miss universo. Simplemente necesitamos firmar algunos papeles y la próxima semana te llevaré a mi estudio en París.

    — ¿La próxima semana? —dijo Diara no sabiendo muy bien si debía de alegrarse por la gran oportunidad o volverse completamente triste al ver que tenía que dejar a su mamá y a sus amigos para cumplir su sueño.

   —Por supuesto —dijo el empresario Donnatelo volviendo a caminar alrededor de Diara—, eres perfecta, simplemente hay que firmar algunos papeles legales y tu mamá tendrá que participar en esto también, porque no eres mayor de edad todavía.

   — ¿Y la universidad? —murmuró Diara volteando a ver al director Winston y luego a Donnatelo—, ya comencé con la carrera, no la puedo dejar por la mitad.

   —Tonterías —expuso el empresario Donnatelo girando sus ojos marrones con insolencia, llevó sus manos hacia su abdomen flacucho, acariciando su camisa, mientras decía: —serás una estrella, eres joven y hermosa, vivirás de eso por el resto de tu vida, si firmas conmigo.

   Diara relamió sus labios procesando lo que le había dicho el empresario Donnatelo, de repente cerró los ojos con fuerza y luego los abrió, tomando una profunda respiración, preparándose para lo que iba a decir.

   —Gracias por esta oportunidad —dijo Diara mientras una gran sonrisa se asomaba en sus labios—, por fin mi sueño se volverá realidad... pero no aceptaré, lo siento.

   El salón calló en un profundo silencio y Diara casi percibió al director Winston palidecer, sin duda nadie se esperaba eso.

   —Cariño —musitó el empresario Donnatelo llevando una mano a su pecho mientras su mirada dejaba en evidencia lo anonadado que se encontraba—, ¿estás consiente que esta oportunidad solo sucede una vez en la vida?, ¡tú eres una en un millón!

   Diara miró a su madre quien la miraba con curiosidad, como si esperara que explicara el por qué no había aceptado.

   —Y estoy agradecida —se limitó a responder Diara.

   El empresario Donnatelo miró al director Winston y luego a Diara con desconcierto, diciendo:

   —¿Puedo preguntar por qué?

   Diara agarró la mano de su madre para reforzar sus fuerzas y poder expresar su posición con claridad.

   — ¿De qué me sirve ser linda si no tengo estudios? —dijo Diara—, la belleza es temporal, pero mis estudios serán para siempre.

   Sintió como su madre le dio un leve apretón a su mano, y al mirarla, detalló que tenía los ojos rojos con lágrimas resbalando por sus mejillas, pero no era por tristeza, su madre estaba felizmente orgullosa de su hija a pesar de que también quería ahorcarla por rechazar tal cosa; pero respetaba su decisión. Diara volteó a ver al director Winston quien tenía el ceño levemente fruncido con una mirada que no decía mucho, como si tuviera una pelea interna entre si debía estar molesto o admirado.

  —Bueno —dijo el empresario Donnatelo pasando un dedo por su barbilla de un modo pensativo—, sin duda me gusta lo que dijiste ¿cómo era? “La belleza es temporal, pero el estudio es para siempre”, me gusta, lo usaré como lema para mi nuevo perfume si no te importa, solo que ahora será: “La belleza es temporal, pero la fragancia es para siempre”. Me gustaría que fueras el rostro publicitario, pero no te alarmes, solo una sesión de fotos y luego yo haré el resto, no tendrás que viajar.

   — ¿Un mini contrato para un perfume? —dijo el director Winston mientras sus ojos se engrandecían con sorpresa.

   —Por supuesto, me agrada esta chica, y creo que de alguna manera le debo algo por la lección que nos ha dicho, así que dentro de unos días quiero al fotógrafo Federico Kamán para que fotografíe el hermoso rostro de esta chica. Por supuesto, si estás de acuerdo, ¿lo estás?

   Diara pestañeó un par de veces saliendo de su sueño, sin duda no se había esperado que luego de rechazar su mayor sueño el empresario Donnatelo le ofreciera ser la imagen de un perfume sin necesidad de tener que viajar, parecía un sueño.

   —Por favor acepta —insistió el empresario Donnatelo observando como Diara se quedaba congelada—, tendrás tu paga por ser la imagen del perfume, además con los derechos del lema, no tendrás que viajar o abandonar tus estudios, además creo que puedo darte una beca de estudio...

   —Por supuesto que acepta —dijo Marta soltando una carcajada—, ¡Oh Dios mio!

   —Pero aun así necesitarás a una chica la cual llevarte para hacerla una estrella, ¿no es así? —dijo el director sin poder evitar sonreír.

   —Sí —se apresuró a decir el empresario Donnatelo—, pero vendré mañana para otra entrevista, ahora estoy algo... aturdido.

   El empresario Donnatelo rodeo el escritorio dejándose caer en el asiento de cuero, apenas procesaba lo que acababa de ocurrir, jamás nadie le había rechazado algún contrato, pero por alguna razón no le molestó lo que la chica le dijo, sino que estaba totalmente admirado y quería que ella firmara con él, aunque fuera en un pequeño contrato de perfumes.

   —Eso fue bastante interesante —dijo Marta cuando se montó en el puesto del pasajero, Diara cerró la puerta del conductor mientras buscaba las llaves en su bolso para encender su auto.

   —Lo sé —replicó—, todavía estoy temblando.

   De repente cuando iba a mover la palanca del auto, sintió un fuerte vértigo que provocó que chocara la cabeza contra el volante, Marta soltó un grito mientras la zarandeaba para comprobar si estaba bien, pero Diara se fue de lado, chocando la cabeza contra la ventana de la puerta totalmente desmayada.

***

   —Leo, quiero un helado —dijo Anaís aferrándose al brazo de Zeleo mientras este último le daba un largo trago a la botella de cerveza que tenía en su mano.

   —Cómpratelo —replicó Lucas mientras dejaba salir el humo de cigarrillo de su boca y luego le daba un largo trago a su bebida, sin dejar de mirar el mar en el horizonte.

   — ¿Alguien le habló a Lucas? —dijo Anaís revirándole los ojos, seguidamente arregló la parte de arriba de su traje de baño y nuevamente se aferró al brazo de Zeleo—, por lo menos dame de tu bebida.

   Zeleo soltó un suspiro estirándole la botella a Anaís con desgana, ella sonrió mientras la sostenía y sin perder tiempo le dio un largo trago a la botella hasta vaciarla por completo, posteriormente la tiró a un lado, provocando que cayera a la orilla del mar.

   —Ana —dijo Zeleo soltando un suspiro—, ¿tenías que tirarla al agua?, si un policía nos ve, nos podrá una multa.

   Anaís soltó una carcajada mientras agarraba el rostro de Zeleo y le daba leve beso en los labios.

   —Siempre tan responsable —dijo Anaís—, todavía quiero un helado.

   Zeleo se zafó del brazo de Anaís levantándose del tronco en el que estaba sentado, habían ido ahí luego de salir de clases, él quería relajarse un rato, pero ahora solo quería irse, esquivó a su amigo José quien no dejaba de besuquearse con una chica que tal vez todavía estaba en la secundaria, vio a Lucas quien también parecía estar igual de fastidiado que él y finalmente miró a Sara sentada en el regazo de un chico llamado Ronald, Zeleo lo había visto algunas veces en clases, pero no recordaba haber cruzado palabras con él.

   — ¿A dónde vas? —Dijo Anaís aferrándose nuevamente al brazo de Zeleo—, ¿me comprarás mi helado?

   —Ana —replicó Zeleo mientras el mar salpicaba sus pies y la arena se esparcía bajo sus dedos—, te compré un helado cuando llegamos.

   —Lo sé, pero quiero otro, cómpramelo o me pondré triste —dijo Anaís dando un brinco para poder depositarle un beso en la mejilla de Zeleo—, ¿no es bonito?, nosotros dos, caminando a la orilla del mar, como dos enamorados.

   —Si...

   — ¿Sabes de qué me he dado cuenta? —Dijo Anaís mirando a Zeleo, al ver que él no iba a responder prosiguió—, que cumpliremos un año de estar juntos...

   — ¿Y? —expuso Zeleo sin saber muy bien a qué se refería ella.

   —Y... —murmuró ella—, ¿no hay algo que quieras decirme?

   — ¿Algo como qué? —dijo Zeleo mirándola de reojo con recelo. Anaís frunció el ceño soltando su agarre del brazo de él con enojo.

   — ¿Es en serio? —gritó deteniéndose, Zeleo se detuvo volteando a verla totalmente confundido por su reacción.

   — ¿Que te ocurre?

   — ¡Hombres! —suspiró Anaís cruzándose de brazos—, ¿cómo es que eres tan insensible?

   Zeleo soltó una ligera carcajada cruzándose de brazos también.

   — ¿Pretendes que lea tus pensamientos? No estoy en tu mente.

   — ¡Idiota! —gritó ella dándose media vuelta y comenzando a correr hacia el grupo.

   Zeleo abrió la boca y luego la cerró sin comprender absolutamente nada, ¿debía de disculparse?, ¿pero por qué?, simplemente Anaís ya lo tenía exasperado.

   —Leo —dijo Lucas llegando a su lado, dándole una leve palmada en el hombro—, vámonos de aquí, estoy condenadamente aburrido desde que se acabó la bebida, y pareciera que tu estas de la misma forma que yo.

   —Estaba aburrido y ahora estoy confundido —replicó Zeleo—, Ana comenzó a hablar de que teníamos un año siendo novios y luego me llamó idiota porque no le dije lo que ella quería oír, ¿tú entiendes algo?

   Lucas soltó una carcajada mientras se llevaba el cigarrillo a la boca, seguidamente soltó el humo y dijo:

   —Mujeres, ¿quién las entiende?, mañana se le pasara, ahora, vámonos de aquí.

   Zeleo se encogió de hombros volteando a ver a Anaís quien hablaba con Sara alzando los brazos con enojo, de seguro se estaba descargando con ella. Seguidamente se encaminó al estacionamiento junto a Lucas y se fueron de ese lugar.

   Lucas le subió el volumen al reproductor, llenando el carro de un ensordecedor Rock pesado, Zeleo comenzó a agitar la cabeza del mismo modo que hacía Lucas mientras detenía el auto bajo la luz roja del semáforo. Zeleo miró por la ventana mientras no dejaba de golpear el volante con sus manos, seguidamente, observó a la esbelta castaña salir con una señora un poco más ordinaria de la puerta de la clínica Toledo. Casi inconscientemente él abrió la puerta y salió del auto.

   — ¿Leo? —gritó Lucas mirándolo totalmente desconcertado.

   —Llévate el auto —replicó—, lo paso buscando por tu casa.

   Lucas no dejó de fruncir el ceño, pero simplemente se montó en el puesto del conductor y avanzó el auto. Zeleo trotó hacia la chica, esquivando bicicleteros y autos que le decían vulgaridades cuando él se entrometía en el tráfico, pero no le importó, tenía que llegar a ella.

   — ¿Zeleo? —dijo Diara soltándose del agarre de su madre.

   —Hola —murmuró Zeleo quedándose paralizado, sintiéndose de repente tan impulsivo por haber corrido hasta ella sin saber muy bien el por qué—, yo te vi y... me acerqué a saludarte.

   Diara amplió más su sonrisa observando que él se encontraba en pantalones y camisetas, como si hubiera estado en la playa.

   —Yo soy Marta, su mamá —dijo la mamá de Diara al ver como su hija y el chico se veían fijamente sonriéndose sin decir nada. Zeleo advirtió a la señora y le mostró una sonrisa.

   —Yo soy Zeleo.

   — ¿Tú eres amigo de la Nena? —continuó su madre, Zeleo frunció el ceño y luego supo que ella se refería a Diara.

   —Si —murmuró volviendo a mirar a Diara quien no dejaba de observarlo con su adorable sonrisa.

   — ¿Andas a pie? —expuso Diara observando que él andaba solo y que normalmente siempre iba con Lucas o con otros de sus amigos.

   —No yo... —de repente recordó que le había dicho a Lucas que se llevara su auto. Genial Zeleo. Pensó— Si, yo estaba haciendo un poco de ejercicio, caminando...

   —Oh —intervino Marta—, ¿pero ya terminaste de entrenar?, ¿quieres venir a cenar? Cocinaré pollo a la plancha.

   Diara alzó ambas cejas procesando lo que había dicho su mamá, ¡invitar a Zeleo a cenar!, recordó que él tenía novia, y ella prometió no meterse en esa relación.

   —No es obligado —dijo Diara forzando una sonrisa en su rostro—, tal vez Zeleo esté ocupado.

   —No —dijo Zeleo encogiéndose de hombros—, por mí no hay problema.

   Los ojos grises de Diara cruzaron con los azules de Zeleo tratando de suplicarle que no fuera, y que recordara la conversación que habían tenido con Anaís esa mañana, pero Zeleo simplemente le guiñó el ojo y siguió a Marta hacia su auto.

   —Yo manejaré porque Diara tuvo un leve mareo por no haber almorzando hoy —dijo Marta abriendo la puerta del conductor—, Zeleo quiero pedirte un favor, anda en la parte trasera con Diara, en caso de que ella se vuelva a desmayar o algo así, ¿confío en ti?

   Diara alzó una ceja, sabía las intenciones de su madre, ella solo quería hacer de cupido entre Zeleo y ella. Diara abrió la boca para reclamar, pero él se adelantó diciendo:

   —Por supuesto señora Marta, puede confiar en mí.

   Zeleo abrió la puerta trasera, ofreciéndole una mano a Diara, ella negó con la cabeza rechazando su ayuda, aunque se sentía algo mareada, no quería mostrarse débil frente a él.  Zeleo se montó a su lado y Diara se arrimó lo más que pudo al otro extremo de la puerta, ella no iba a caer en su juego, él era un don juan y tenía novia, simplemente ella no sería la otra.

   —Nena —dijo Marta mirándolos por el retrovisor—, recuerda que ese cinturón no funciona, y necesito que estés segura, por favor Zeleo aguanta a la Nena entre tus brazos, ya sabes... como si fuera un cinturón de seguridad.

   —Mamá —replicó Diara—, no será necesario, el puesto que tengo enfrente me protegería si hubiera un choque.

   —De ninguna manera —insistió Marta—, ¿qué acaso no viste ese comercial en el que unas chicas venían de una fiesta en su auto, de repente otro carro las chocó por un costado y por no tener el cinturón puesto salieron por la ventana?

   —Mamá...

   — ¿No tienes problema en resguardarla en tus brazos? —Interrumpió Marta mirando a Zeleo por el retrovisor—, ¿cierto Zeleo?

   —No —dijo Zeleo encogiéndose de hombros mirando a Diara con el atisbo de una sonrisa—, ven aquí.

   Diara vaciló un momento antes de arrimarse hacia Zeleo y que él colocara sus brazos a su alrededor, ella sabía que si seguía reclamando, su madre seguiría insistiendo y ya percibía una intensa pulsada en sus cienes, así que se relajó un poco, acomodando su espalda en el pecho de él, y agradeciendo que la tuviera aguantada porque antes de darse cuenta, había caído desmayada nuevamente.

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