capitulo 4

Segundo día en Venecia y juro que quiero matarme. Cada día soporto menos al imbécil de Dante. Desde que llegamos, no deja de decirme que me tiene en sus manos y que puede hacer conmigo lo que se le dé la regalada gana. Lo peor es que no puedo hacer nada por miedo a que le haga algo a Matilda. Pero hay algo que no puedo negar, y es que cada vez que ese hombre está cerca de mí, siento una corriente eléctrica por todo mi cuerpo que me hace estremecer. No debería ser así, ya que yo lo odio, pero es algo inevitable.

—Valerie —veo a Dante parado en la puerta con una caja grande.

—¿Qué desea, señor Giordano?

—Tantas cosas, señorita Jones —cuando dice eso, me mira el cuerpo de manera descarada, lo que me hace rodar los ojos.

—Ya en serio, dígame qué necesita.

—Esta noche tengo una gala y quiero que me acompañes —me entrega la caja y yo lo miro sin entender.

—¿Qué es?

—Es el vestido que te pondrás esta noche —al parecer, le llega un mensaje, entonces él lo mira y cuando lo hace, se le escapa una sonrisa. Quién sabe con quién estará hablando.

—Me tengo que ir, Valerie. Nos vemos en la noche —no digo nada, solo le cierro la puerta en la cara, porque quién sabe con quién se va a ver. Aunque no entiendo por qué carajos me pongo así, él no es nada mío y yo lo odio.

Al llegar la noche, decido arreglarme para que el imbécil no llegue gritando como una bestia. Me doy un baño rápido y luego me pongo el vestido, que, a propósito, es hermoso. Si algo tengo que aceptar es que el hombre tiene buen gusto.

Cuando estoy lista, escucho que tocan la puerta, así que voy y abro.

—Hola, Flabio —es el guardaespaldas de Dante.

—Señorita, el señor la espera abajo —yo asiento y tomo mi cartera. Cuando bajamos, me encuentro a un Dante bastante elegante.

—¿Nos vamos? —este se voltea y cuando me ve, me repasa todo el cuerpo.

—Estás hermosa —me da un beso en la mejilla y es imposible no sonrojarme, lo que hace que él sonría.

—Gracias, señor Giordano —subimos al auto y durante todo el camino, él no deja de mirarme.

—Puedes dejar de verme.

—Quiero admirar tu belleza.

—Me haces sentir incómoda —él posa su mano en mi mejilla y la acaricia.

—No deberías sentirte incómoda.

Llegamos al lugar y de inmediato atraemos la mirada de todas las personas, especialmente de las mujeres, que me miran con desprecio.

—Ves, todos nos miran.

—Sí, ya me di cuenta. No me gusta para nada —él me toma de la cintura y me susurra al oído.

—No prestes atención, Valerie. —Vemos de lejos al señor Luciano, y este, al vernos, se acerca.

—No puede ser —dice Dante, fastidiado.

—Hey, Dante, qué bueno verte. Pensé que no vendrías.

—No pensaba venir, pero me enteré de que viene alguien que me debe unas cuantas cosas.

—Ah, sí, ¿y quién? —pregunta con curiosidad.

—Luego lo sabrás, Luciano. Ahora, si me disculpas, llevaré a mi mujer a la mesa —otra vez con eso de su mujer.

—Claro, adiós, preciosa. —Cuando llegamos a la mesa, no me aguanto y le reclamo.

—¿Por qué estás diciendo que yo soy tu mujer?!

—Porque es la verdad. Ahora eres mía —no puedo creer hasta dónde puede llegar ese hombre.

—Yo no soy suya, señor Giordano, así que váyase bajando de esa nube. Yo soy su asistente.

—No me hagas recordarte las cosas, nena. —Ruedo los ojos y veo que un hombre se le acerca al oído a Dante y luego este me mira.

—Valerie, espérame aquí, ya regreso. —Yo asiento y luego él se levanta, pero después de una hora decido levantarme para ir a buscarlo. ¿Dónde carajos se metió? Busco en diferentes habitaciones hasta que abro una y me encuentro al imbécil besándose con una mujer de manera muy apasionada. Siento una pequeña puñalada en mi corazón, pero no dejaré que me vea mal.

—Señor Giordano, disculpe interrumpir, pero estoy cansada, así que me iré al hotel —él me mira, pero la chica sigue encima de él.

—Claro, mis hombres te llevan —¡se va a quedar!

—Ok, que pasen buena noche.

—Tranquila, querida. Ten por seguro que pasaremos una excelente noche —dice la chica, así que salgo hecha una furia, con ganas de matar a todo el mundo. Cuando me subo al auto, siento cómo mi corazón se empieza a acelerar hasta llegar al punto de dolerme, así que decido practicar las técnicas de respiración para calmarme.

—Señorita, ¿se siente bien? —pregunta el chofer.

—Sí, tranquilo, estoy bien. —Al llegar a casa, me quito el vestido y me meto en la cama hasta quedar profundamente dormida.

A la mañana siguiente, me despierto por un fuerte golpe y veo que es Dante.

—Levántate, vamos a correr. —¿Qué? Donde corra, moriré al instante.

—No quiero —él me mira con rabia, entonces toma mi brazo y me saca de la cama con fuerza, haciéndome gritar.

—No te pregunté, así que ponte algo cómodo y sal.

—No quiero ir, Dante. Por favor, no me obligues —le digo, casi suplicando.

—¡Haz caso! —¿Qué le pasa? ¿Por qué está así?

Bajo las escaleras ya lista, pero con mucho miedo, ya que el médico me dijo que nada de actividad física, pero no le pienso decir ni una sola palabra a Dante

-Vamos - dice serio. Salimos de la casa y él comienza a correr, pero cuando ve que no lo hago, me toma del brazo y me obliga a correr con él. A medida que vamos corriendo, empiezo a sentirme fatigada y con dolor en el pecho. El sudor comienza a salir y las ganas de vomitar me empiezan a llegar.

-Dante, para, no puedo más

-Dios, Valerie, llevas 2 minutos corriendo - sigue arrastrándome hasta que siento un mareo muy fuerte que me hace caer al suelo.

-Valerie - se agacha y cuando ve mi cara, esta se contrae, - estás muy pálida

-No me siento bien - digo en un susurro. Entonces él me carga y me lleva a la casa, pero cada vez me siento peor. Cuando llegamos a casa, él llama a un médico y en media hora este llega.

-Voy a examinarla - dice el doctor.

-Dante, ¿te puedes salir? - No quiero que se entere

-Ni loco, yo me quedo

-Dante, por favor - suelta un bufido y se va.

-Doctor, tengo una arritmia en el corazón. Estoy en espera de un donante. Dante me hizo correr y bueno, por eso estoy así

-Ya veo, voy a revisarte -El doctor me revisa y efectivamente, mi corazón está débil.

-Te voy a inyectar unos medicamentos para que te ayude a sentirte mejor. Ahora ya sabes, nada de actividades físicas o impresiones fuertes. Tu corazón está muy débil, Valerie, y en cualquier momento puede dejar de funcionar - Cuando dice eso, me lleno de miedo y una lágrima se me escapa. El médico se va y a los segundos entra Dante.

-¿Cómo te sientes?

-Mejor, gracias - Veo que él está serio, pero no me dice nada.

-¿Por qué no quisiste que estuviera en la revisión?

-Porque sí, porque por tu culpa estoy así. Te dije que no quería y tú me obligaste

-Eres una floja -Me lleno de ira y comienzo a llorar.

-¡LÁRGATE! - Siento dolor en mi pecho, así que trato de calmarme. -Vete, Dante, quiero estar tranquila

-Como quieras, yo me voy

-¿Por qué es así? ¿Por qué es tan cruel? - Y así es como rompo a llorar.

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