CAPÍTULO 3. PÉRDIDA INESPERADA

Marino sentía que su corazón palpitaba aceleradamente, estaba a la expectativa, ansioso de que la doctora le diera los resultados, sin embargo, ella permanecía en silencio y él no aguantaba esa terrible angustia que lo consumía.

—Doctora, dígame—repitió— ¿Qué arrojaron los resultados? ¡Por favor!—Indagó angustiado, no obstante, segundos después pudo visualizar la espectacular sonrisa que se dibujó en el rostro de la doctora y las esperanzas volvieron a su cuerpo.

—El tratamiento está dando buenos resultados, las bacterias están siendo combatidas y Tara, está mejorando satisfactoriamente—pronunció la galena.

Sin siquiera pensar lo que estaba haciendo, cargó a la doctora y le dio varias vueltas, ella se sonrío y él se sintió apenado por lo que estaba haciendo —. Disculpe, es que me sentí emocionado por la noticia—expresó dejándola en el piso, pero sin poder ocultar su alegría. Se despidió de la doctora y se acercó a la cuna de su bebé ya tenía varios días de tratamiento y se veía mejor.

Su niña abrió los ojos y por primera vez escuchó las palabras de su pequeña para él, lo cual lo hizo sentirse un poco más feliz de lo que estaba, si es que eso era posible —Pa…pá…pa.

—¡Oh! Dijiste papá mi pequeña Tara. Claro que aquí está papá, quien te ama profundamente y no hay nada, ni nadie en el mundo, a quien ame más que a ti, mi princesa.

Así fue transcurriendo el tiempo, luego de cumplirse doce días desde el ingreso de Tara, fue dada de alta, su niña estaba completamente sana y lo que lo hacía más feliz es que su princesa no quedó con ninguna secuela, fueron muchas horas de desvelos, de angustia, de tristeza, pero ya esos momentos habían sido superados, con el apoyo de su padre y de Tabata, quienes nunca los dejaron solos.

Varias de las personas que se acercaron a la habitación de Tara, se sorprendieron, por no ver a la madre de la niña y no tuvieron cuidado en hacérselo saber, incluso algunos pensaron que era viudo y para no dar mayores explicaciones, prefirió mantenerlos en ese error.

Cuando dieron de alta a la beba, salió emocionado con su niña en brazos, despidiéndose de los doctores, enfermeras, camareros y demás personal que la atendieron, tomó sus cosas y las llevó al auto.

Salió del estacionamiento, pero cuando llevaba unos minutos de recorrido su hija comenzó a llorar, de inmediato preocupado, por lo que había pasado hacía unos días, se aparcó a la orilla de la vía y bajó hasta donde estaba su niña, al revisarla se dio cuenta de que se había hecho.

—Pequeña granujita, ¿Esperaste que saliéramos para hacerme ese desagradable regalito?—le dijo sonriente—. No puedo cambiarte en el auto, lo vas a dejar encendido. Mejor vamos para ese centro comercial que está allí cerca, allí entramos al baño, te limpio y te lavo. ¿Estás de acuerdo?— La pequeña le sonrió con sus dos pequeños dientes apenas perceptibles y soltó un pequeño grito, lo que le derritió el corazón, era lo más hermoso que había visto en su vida.

Sin pérdida de tiempo llegó al Centro Comercial, tomó la pañalera y caminó a los baños, observó había dos sanitarios, el de caballeros y el de damas. Se acercó al baño de hombres, pero no tenía cambiadores, por ello se dirigió al de damas y allí si había, colocó el bolso en un lado, sacó el cambiador plástico de la beba y acostó a su niña encima. Apenas había comenzado a cambiarla, cuando llegó una señora molesta.

— ¿Qué hace usted en el baño de damas? ¡Usted no puede estar aquí! —Exclamó con enojo la mujer.

—Creo que es evidente lo que estoy haciendo, estoy cambiando a mi hija—respondió con tranquilidad.

— ¡Pues no puede hacerlo aquí! —Pronunció encolerizada la mujer— ¡Váyase al baño masculino!

—Señora el sanitario de hombres no tiene cambiadores, por eso estoy aquí, así que deje la histeria—le respondió irritado Marino.

—Pues debería ser su esposa quien cambié a la niña, no tiene por qué hacerlo usted y más cuando eso significa entrar al baño de damas—siguió la mujer molesta, incluso lo amenazó y salió en la búsqueda de un agente de seguridad para hacerlo salir, momento después regresó rabiando.

—Debe sacarlo, no puede estar aquí—afirmó la mujer.

El agente de seguridad le pidió apenado—. Señor debe salir de aquí.

—Usted no ve que estoy cambiando a mi hija, ¡Es tan difícil entender!—dijo molesto Marino—, si no quieren que un hombre ingrese a los baños de damas a cambiar a su hija, pongan cambiadores en los sanitarios de los hombres.

—Es que eso no es responsabilidad de los hombres, sino de las mujeres—expresó la mujer con convicción.

— ¿En serio? ¿Le parece que no es responsabilidad de los hombres? Usted me da lástima señora, porque no ha contado con hombres responsables en su vida. El atender a los hijos no es un deber exclusivo de la mujer, es una tarea compartida. Me imagino que si tiene hijos varones, los está formando, egoístas, incapaces de asumir sus obligaciones—. Ya había cambiado a la niña, pero se paró en la puerta del baño a discutir mientras la gente se aglomeraba.

» Y así se atreven a quejarse de la discriminación de las cuales son objeto por ser mujeres. Del machismo, cuando ustedes son las primeras que lo instauran y quienes son llamadas a dar el ejemplo, ¿Quiénes crían a los hombres? ¿Quiénes son los responsables de formar sólidos principios en nosotros?

» Lo que sucede es que muchas tienen doble rasero, crían a sus hijos dependiendo si son hombres o mujeres. Si tienen varones los enseñan a que puede tener varias novias, a que no tienen porqué ayudar en el hogar pues eso es cosa de las féminas, incluso los instruyen a ser dominantes y a que no se dejen “gobernar por sus parejas” —indicó haciendo gestos con su mano en señal de comillas— pero si tienen mujeres, allí si no quieren que tengan dos novios y desean que se consigan hombres que compartan las responsabilidades del hogar con ella y que ellas puedan dominarlos, cuando han mal formado a la mayoría. Entonces después no se quejen cuando sean objeto de maltratos—estaba rabioso, por la escena que le había hecho la mujer.

» Si quieren que la sociedad cambie, empiecen por cambiar ustedes mismas de mentalidad, no se sorprendan cuando un hombre cargue o atienda a sus hijos o realice actividades en su casa, porque eso no es una hazaña, ni ninguna ayuda que prestan a su esposa, es su obligación y así deben mostrarlo—concluyó caminando hacia la salida, mientras muchos de los presentes que escucharon la discusión empezaron a aplaudirlo, pero lo que más lo llenó de satisfacción, fue que su pequeñina también lo estaba aplaudiendo, claro imitando lo que vio hacer a los otros.

Caminó hacia su auto pensativo, se sonrió, porque tal vez si le hubiesen preguntado un mes y medio antes lo que pensaba del tema, quizás hubiese opinado como la horrible señora que se encontró en el baño.

Porque bueno, debía reconocer que en el pasado no se había comportado muy bien con las mujeres que llegaban a su vida, a excepción de su hermana por supuesto, pero es que también había algo muy particular y es que las féminas en su vida, tampoco se daban a respetar, y eso influye en la forma de tratarlas, eso representa un alto porcentaje en la ecuación, es necesario que ellas se den su puesto y sepan el valor que tienen y aunque su padre siempre ha sido un caballero, él tuvo una dualidad de discursos, porque su madre lo incitaba a lo contrario que le enseñaba su padre, aun cuando ella tenía a su lado un hombre excepcional; fue una situación realmente contradictoria.

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TRES MESES ANTES DEL ENCUENTRO

Karina cabalgaba camino a la casa, recién había llegado de recoger un ganado junto con los otros, ella no se ponía límites, le gustaba mostrar su dureza, desde lo que le pasó con el padre de su hija, aprendió a sacar su fuerte carácter, entendió que en esta vida había que hacerse duro e imbatible para no sufrir daño.

Había llegado a “La Italianera”, para acompañar a su hermano por un tiempo, quien había acudido para ayudar a Martín a levantar el fundo, luego de que ellos hubiesen perdido su fundo ubicado en Félix Cardozo, pero luego les gustó el lugar y su amigo les ofreció trabajo, estaban bien remunerados y les habían suministrado hospedaje y ellos podían ayudar al resto de la familia. Además Martín, había mandado a construir una nueva casa principal, para dejarles esa a ellos.

Sin embargo, su mayor aspiración, era poder adquirir sus propias tierras, de hecho ahorraba todo el dinero que podía para poder comprar unas tierras colindantes con el fundo de Martín, ese era su deseo más anhelado y para ello estaba tratando de convencer a su hermano para comprarlos juntos, porque tal vez sola, nunca lo lograría.

Hacía un par de días, le hizo saber a Martín y a Dara cuáles eran sus intenciones, porque no le gustaba hacer cosas a espaldas de la gente que los había apoyado, pero ellos no querían que se fueran, de hecho habían ofrecido a que en sociedad compraran el fundo vecino para trabajarlo y ella lo estaba pensando.

Se quitó el sombrero, estaba sudado producto del inclemente sol y de la dura faena que había tenido, al llegar su niña estaba sentada en el corredor con Dara, mientras esta la ponía a pintar y a hacer manualidades, su amiga ya tenía un prominente vientre, dentro de tres meses daría a luz a su bebé y eso tenía a la pequeña Katherine emocionada, a tal punto que la pequeña decía que ese bebé sería suyo.

Se fue a la caballeriza para resguardar su hermosa Yegua, Luna Creciente se llamaba, un hermoso animal de color marrón con una mancha blanca en forma de luna en esa fase en su frente, quitó la silla de montar y luego comenzó a peinar el pelaje. Primero con un cepillo de raíces fue desenredando sus pelos, después con un cepillo de dientes anchos retiró los restos de hierba y de barro y por último con un cepillo de crin peinó su cabeza y las piernas. Revisó sus cascos y los limpió, luego la alimentó con bloques de sal.

Una vez atendida la yegua, comenzó a ordenar el heno, y los recuerdos del pasado comenzaron a fluir en su mente, sacudió su cabeza tratando de escapar de ellos, pero fue inevitable, cada momento llegó como si de una película se tratara.

Cuando descubrió que Ricardo era un hombre casado y percibió no solo su rechazo a ella, sino también a su hijo, se fue a casa de su familia ubicada en Lomas de Campamento, no quiso tomar ningún transporte, prefirió caminar mientras sentía la profunda tristeza que la embargaba, pensaba ¿Cómo pudo haberse equivocado de esa manera? Jamás imaginó que su novio le ocultaría algo así, ni la mínima sospecha tuvo de que su comportamiento no era sincero.

Después de una hora y media caminando mientras meditaba en su situación, llegó a la vivienda de su familia, una casa con fachada colonial, cerca de tejido y portón de hierro, al entrar a la sala su madre la estaba esperando, al verla llorando fue a su encuentro y la abrazó.

— ¡¿Qué te pasó?! —Exclamó asustada mientras Karina se deshacía en lamento.

—Lo s-siento mami—hizo una pausa mientras lloraba—, no pensé que esto me pasaría, lamento tanto decepcionarte—explicó con voz entrecortada.

— ¿Por qué dices eso mi niña? Tú nunca me decepcionarías—pronunció con amor su madre.

—Yo no sabía que Ricardo era casado—comenzó a hablar sin dejar de llorar—, y luego de ir al médico lo fui a buscar para darle la noticia de que estaba embarazada y me encontré con su esposa y me dijo que no quería a este bebé, me envió a abortarlo, ahora no sé qué hacer, tengo mucho miedo—habló llorando.

Su mamá aunque se sorprendió con la noticia, no quiso agobiarla, la acercó a ella mientras acariciaba su cabeza — ¿Qué vas a hacer? Tener a mi nieto, acá estará tu familia para apoyarte, tu padre y tus hermanos siempre estaremos para ti, los Ovelar Cáceres, nunca nos abandonamos, nos amamos y por ese amor nos apoyamos y no tienes nada que temer.

Así fueron pasando los meses, ni sus padres ni sus hermanos le cuestionaron a Karina lo que había sucedido, le dieron todo su apoyo, a tal punto que quería ponerse a trabajar, pero no se lo permitieron, por lo cual solo se dedicaba a mantener impecable la casa, sembrar y cosechar en la huerta, batatas, tomate, cebollita perejil, Kuratu (cilantro) y atender unas decenas de gallinas.

Ya contaba con seis meses de embarazo, sin embargo, no dejaba de trabajar, tenía que estar siempre en constante movimiento para que el dolor no la abrumara, aunque estaba claro que Ricardo había sido un mal hombre, en el fondo mantenía una pequeña esperanza que él se arrepintiera y regresara por lo menos a reconocer a su hijo.

Estaba recogiendo unas batatas, cuando llegó Kelia, su hermana mayor que ella por dos años, venía a buscarlos, para que todos fueran a pasar unos días en unas tierras de su familia ubicadas en la ciudad de Félix Cardozo, en el Departamento de Villarrica.

Todos se alistaron emocionados, porque les agradaba pasar sus días en esa región, sobre todo porque desde pequeños habían vivido más tiempo en el campo que en la ciudad, tenían cabras, cerdos, gallinas, cincuenta cabezas de ganado, cuatro caballos y se entretenían en la tranquilidad y belleza que les ofrecía, jamás imaginaron que una grave tragedia se cerniría sobre sus vidas.

Llegaron y ella siguió su rutina, recogiendo los huevos de las gallinas, ayudando en la cocina, incluso decidió junto con su mamá sembrar una porción de tierra que habían preparado en la parte posterior de la cocina, se encontraban conversando animadamente, mientras Karina de rodillas iba sembrando las semillas de diferentes rubros, cuando de repente escuchó un golpe, se volteó y sintió su corazón detenerse, cuando vio a su madre desplomada en el suelo.

Comenzó a gritar como loca llamándola, —¡Mamá! ¡Mamá! —Gritaba angustiada, mientras se levantaba del suelo con dificultad y se acercaba a su madre—. Por favor ¡Ayuda! Es mamá, ¡Auxilio! — Vociferaba con voz desgarrada por el dolor, tocaba el rostro de su madre, tocando su mejilla —. Mamita, ¿Qué tienes mamita? Por favor reacciona, mami abre los ojos—expresaba mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que poco a poco iban nublando su vista.

“No debes perder nunca la esperanza por difícil que sea la situación. Las grandes tormentas nos hacen fuertes y jamás durarán para siempre”.  Roy T. Bennett.

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