○●CAPÍTULO 8

Una sensación de triunfo, y una sensación opresiva en la

garganta sospechosamente parecida al nudo de una soga, asaltaron a Enrique en

ese momento.

Era necesario, era lo que debían hacer, la única manera de

poder reclamar a su hijo, como heredero y la única manera de tener a Constanza.

La idea de tenerla hizo que su entrepierna despertase a la

vida de una manera elemental la deseaba con una ferocidad que le resultaba

desconocido.

La habría deseado en cualquier caso, pero la intensidad

ganas de tenerla, de entrar en su cuerpo y unirse en ella, eso tenía que estar

conectado con el embarazo, porque no lo había experimentado nunca. Había

experimentado deseo, el más básico que no tenía, nada que ver con la emoción, y

había estado enamorado pero nada de eso se parecía a lo que sentía por Constanza.

Podría satisfacer su deseo sin casarse, pero el matrimonio

era necesario para tener la clase de relación que él quería tener con su hijo y

la única manera de darle todo lo que quería.

- Pero acep
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