Samuel:El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemara la aldea para sentir su calor.Aquella frase tan recurrente era capaz de definir la existencia misma de Samuel.Desde niño había estado destinado a la nada misma. Como segundo hijo del jefe, su labor seria ser la sombra de su hermano mayor. Repudiado por sus padres e incapaz de conseguir que su padre se sintiera orgulloso por sus logros, lentamente, el niño feliz y carismático se fue rompiendo.Cuando llego a los dieciséis, se había convertido en el monstruo que todos conocían. Pero la bestia siguió escondida en su interior, hasta que la trágica muerte de sus padres y hermano a manos de un bando rival le colocara la corona de su clan.Poder. Ahora, Samuel tenia poder. Lo que había sido destinado para su hermano ahora le pertenecía.Gracias al poder, obtuvo también respeto de su gente. Pero más importante, su miedo.Samuel podía sentir como sus cuerpos se tensaban y sus respiraciones se volvían irregulares con
Damon:El príncipe de hielo le dio vueltas a su baso con wiski, intentando enfriar con el hielo que se mecía en su interior aquel liquito amargo. Solo un vago intento por calmar el fuego que ardía en su interior, un fuego que parecía no tener piedad alguna.La pequeña niña dormía a su lado, acostada sobre su pierna expuesta, mientras que el le acariciaba el cabello con suavidad. Durante algunos minutos largos, el príncipe había observado a su pequeña con cierta calidez y ternura, hasta que comenzó a notar algunos rasgos que le recordaban a su enemigo.Rápidamente, Damon se encontró observando a la pequeña con el rostro fruncido y los labios apretados. El no la odiaba ni nada semejante, pero si aborrecía al hombre que le había concedido la vida. Odiaba a su padre.—Señor, ya dejamos a la señorita Smith en el lugar indicado—dijo Casper acercándose lentamente, con cautela, advirtiendo con firmeza sobre sus acciones.—¿Tienes hombres ahí plantados? —pregunto Damon con calma, en un tono lo
Emily paso una mano por su cabello, mientras detenía finalmente el vehículo frente a la mansión de Damon. Con movimientos lentos y firmemente marcados, ella descendió y se aproximo a la entrada principal.Allí, al pie de la pequeña escalera estaba el rey de los rusos, junto a Casper. Emily sonrió con somnolencia, mientras se aproximaba a ellos. Evito mirar demasiado en dirección a Casper, puesto que tenia la mala costumbre de marcar a sus objetivos de forma visual, igual que los animales.—Buenas tardes, muchachos… ¿se cansaron de espiarme? —ronroneo ella con diligencia, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.Ella lo sabía. Había notado el vehículo que la seguía a cierta distancia, como también así a los hombres apostados alrededor de la mansión de Samuel.Resultaba absurdo pensar que los hombres de Samuel no se habían percatado de su presencia, en cada rincón del lugar, por lo tanto, solo había una respuesta posible, el les había permitido estar allí.Tanto Damon como Samuel ten
—¿Dónde estabas? —pregunto Samuel con los músculos de su rostro totalmente tensos.Emily lo ignoro por completo, mientras se dirigía al vestidor, quitándose la ropa lentamente. Sabía que Samuel estaba tan enfadado como el mismísimo infierno, por eso tenia que ocupar todas las estrategias posibles para evitar que la situación se volviera imposible de controlar.—En la mansión de Damon—respondió ella mientras se quitaba los aretes de piedras finas y costosas.Resultaba inútil y totalmente absurdo intentar mentir. Emily sabia perfectamente que Samuel la estaba vigilando y desconfiaba de ella demasiado como para no conocer sus movimientos.—¿Qué hacías ahí? —dijo el a sus espaldas. Samuel la seguía igual que una sombra, marcando cada movimiento de su cuerpo siguiendo las vibraciones de su corazón como si se tratara de una especie de imán.En otra vida, en otro momento, ver a Samuel siguiendo su cuerpo, sus movimientos, la habría encendido mas que cualquier caricia intima. Pero ahora, tene
Emily se quedo en silencio, intentando mantener su rostro inmaculado, libre de cualquier expresión que la traicionara. Pero el pánico era muy difícil de esconder, en especial cuando lo mas preciado para ella estaba siendo amenazado. Su vida estaba en juego.—Samuel…—comenzó a decir ella con lentitud—, no tengo ningún motivo para que me perdones la vida.Sea cual fuera la respuesta que el italiano estaba esperando, no era esa. Los labios de Samuel se separaron ligeramente mientras tragaba duro, sosteniendo su mirada con dura firmeza.—Entonces, debo hacer lo que se supone que debo hacer—dijo el italiano con tono áspero y letal, mientras apretaba el rostro de Emily, no con fuerza, sino con la intención de que no apartara la mirada—… Emily… por favor, dame un motivo para no hacerlo.Los ojos de Emily destellaron con un brillo particular, mientras contenía la respiración en un suspiro. Fue entonces cuando ella lo comprendió en su totalidad.Samuel era suyo.Aquel hombre tan cruel, vil y
El impacto de la cachetada fue brutal, tanto así que doblo la cabeza de Emily a un lado, dejando el conocido rastro de dolor y calor que la acompañaba.Sus ojos celestes se llenaron de lágrimas mientras volvía el rostro hacia su padre.—¡Como pudiste! —grito el hombre iracundo, con su rostro redondo enrojecido ante la rabia.—Lo lamento, padre—comenzó a susurrar ella con un hilo de voz, mientras colocaba una mano sobre su propio rostro intentando amortiguar el dolor—, pero lo amo.Un error, Emily acababa de cometer el segundo error de aquella noche. Por desgracia, se dio cuenta demasiado tarde, cuando el impacto de la segunda bofetada se instauró en su propio rostro.Dolor, vergüenza y desesperación, todo su mundo se estaba viniendo abajo ante sus ojos.—No me hables de amor, no con un maldito bastardo como el, Emily—dijo su padre con un odio feroz, brutal—. Te utilizo… ahora no eres mejor que una cualquiera.—¡El me ama! —arremetió ella con las lagrimas cayendo por sus mejillas, al m
El sonido vibrante de la música era embriagador y excitante. Atravesaba su cuerpo en una frecuencia de ondas ensordecedoras, segadoras, que iban al ritmo de las luces de aquel lugar.Después de un año, Emily había aprendido a no solo habitar ese lugar, sino que también se había vuelto parte de el de un modo que muy pocos lograban comprender, o siquiera se molestaban en intentarlo.Toda su vida había sido la hija perfecta, la heredera ideal, la novia soñada; toda su maldita existencia había estado normada y reglada desde el momento en que abría los ojos en la mañana hasta que los cerraba por la noche al dormir. Pero allí, en la guarida del lobo, como solían llamar a ese lugar decadente, ella había encontrado la libertad que tanto anhelaba.Emily contoneaba su cuerpo semi desnudo al compas de la música, la cual parecía brotar de cada poro de su cuerpo, mientras se deslizaba de manera sensual a través del rubo de metal.Los hombres a su alrededor aullaban enardecidos mientras la observab
Emily escucho aquellas palabras que sobria atención, mientras sentía como su respiración se volvía mas densa, como si estuviera debajo del agua con una roca alrededor de su pecho.Su mirada se clavo en los ojos de Samuel ante ella, congelada y rígida como una escultura de un museo. Un solo movimiento de su rostro, incluso su respiración, podría generarle serios problemas.—¿Tienes a alguien en la mira? —susurro ella lentamente con un hilo de voz. Intento sonar firme, convincente, pero sus palabras se quebraron, dándole un tono de inseguridad que ella aborrecía.Samuel acaricio el costado de su rostro, examinando su rostro sin mirarlo realmente.—Claro que sí, siempre estoy un paso por delante—respondió con aquella arrogancia que tanto lo caracterizaba, mientras se reclinaba hacia atrás, apartándose de ella por completo.Aquellas palabras, muy lejos de tranquilizarla, solo aumentaron el terror en el corazón de la bella bailarina. Si Samuel ya tenia un objetivo en mente, eso significaba