En aquel preciso instante, en medio de la bulliciosa ciudad, Luna se encontraba disfrutando de una relajante ducha, sumergida en la calidez del agua, cuando de repente resonó el estridente timbre de la puerta de su hogar.
«¿En qué momento tan inconveniente, justo cuando estoy en la ducha, vienen a interrumpir?», pensó Luna.
Sin prestarle demasiada atención ni detenerse a pensar en ello, Luna siguió adelante con su rutina en ducha.Pero no había transcurrido ni siquiera dos minutos cuando el estridente timbre de la puerta comenzó a sonar repetidamente, una y otra vez. Luna frunció el ceño ligeramente, se puso una cómoda bata de baño y, con una suave toalla blanca en la mano, se encaminó decididamente hacia la puerta de su habitación.
Al abrir la puerta de su casa, luna se sorprendió enormemente al encontrarse con una mujer desconocida, cubierta de sangre de pies a cabeza,