M****a, me duele todo el cuerpito, pero como dije, valió la pena. Estos hombres son maravillosos, pero el mejor de todos fue Bastian. Es tan demandante que me vuelve loca. Ayer fui el centro de atención de esos tres hombres y me sentí como si fuera Afrodita, pero ahora sí que me duele todo.
—Buenos días, dormilona —Bastian entra con una bandeja llena de comida y se sienta a mi lado.
—Hola. Nos quedamos dormidos en casa de Nico.
—Solo dormimos dos horas —le dedico una sonrisa—. ¿Sí disfrutaste?
—Sí, mucho. ¿Y tú?
—Pues no te voy a negar que sí me gustó, pero soy tan celoso que no quiero compartirte más. Espero que no me vuelvas a pedir algo así, pequeña traviesa —deja un beso en mis labios de manera apasionada, pero cuando siento que tiene la intención de volver a follar, lo paro de golpe.
—Ni se te ocurra. Me duele todo el cuerpo. Ustedes sí que me dejaron acabada, pero vaya que lo disfruté.
—Eso lo notamos al oír tus gritos y gemidos —siento cómo mis mejillas se ponen rojas y él se rí