El deseo perdura
Con la respiración rápida y el suave tacto del cabello de Ismael entre mis dedos, me sentí con la seguridad de lanzarle una última mirada dura, a esa mujer nefasta, en silencio se levantó hecha cólera y soltó.
—¡Vámonos, Dafne! Parece que nos topamos con unos sibaritas, ¿quién se cree estos dos? —tomo la mano de su amiga y se fueron con rapidez. Solté un leve suspiro relajando mi cuerpo. Caí en cuenta de como estábamos enrollados, y con rapidez intente moverme, Ismael me subió sobre él a horcajadas y dije angustiada.
—¿Q-que haces? H-hay mucha gente.
—Por eso mismo, hay que seguir fingiendo, nos siguen mirando esas dos —alce la vista girando mi mirada y las dos chicas nos lanzaban de vez en cuando miraditas. De repente sentí como Ismael beso mi cuello, le mire y dijo.
—Por eso te dije que no volvieras a salir con esa coleta.—Solté un leve jadeo pasando mis manos por su pecho mientras sentía sus fuertes mano apretar mis caderas.
—¿Puedes explicarme que fue eso de