Cap. 37. Ni una humillación más.
—Buenos días —saludo, ya que es lo único que se me ocurre decir. Ver la mirada de todos de pronto me hizo sentir pequeña y siento que estoy perdiendo la valentía que pensé que tenía.
—Amalia, mi niña, qué gusto tenerte aquí, pasa —John, dice y viene a mi rescate. Como siempre con esa comunicación que hay entre nosotros, sabe que estoy por entrar en pánico.
—Hola John, gracias.
—Amalia, ¿qué haces aquí? —Carlo, después de unos minutos de asombro, se levanta y va hacía a mí.
—He venido a tomar mi lugar, a partir de hoy comienzo a trabajar como antes en la empresa —le digo, mirándolo de frente y con firmeza.
—¡¿Qué dijiste?! ¿Qué vas a qué?
—Que a partir de hoy me incorporo de nuevo a la empresa.
—¿Y me puedes decir a quien le has pedido autorización?
—No necesito la autorización de nadie para trabajar en mi empresa —Sus ojos parecen salirse de su órbita, veo cómo aprieta los puños y la mandíbula, todos los demás solo nos observan.
—Creo que deberíamos hablar en privado —dice tratando de