Por Emma
Estaba en mi oficina.
Pupy, por un momento pareció dispuesto a consolarme, por lo que viví el día anterior.
Me rodeó con sus brazos y yo se lo permití.
Cerré los ojos y sentí el latir de su corazón.
Entonces me pregunté… ¿Tiene corazón?
¡Ese hombre no tiene corazón!
Solamente se encaprichó conmigo porque si yo tengo menos libertad, él se siente más grande, y hasta más hombre.
Eso ya lo viví, con mi familia.
Es evidente, su pensamiento es ese.
Estoy sensible y aunque quiera demostrar que no me afectó el secuestro, que aunque no se llegó a concretar, por un momento, lo fue, estoy al límite con mis emociones.
Por ese motivo me alejé de él, Salí de sus brazos, porque sentí que hasta su perfume me gustaba demasiado y que si me seguí hablando al oído, con su aliento cerca de mi cuello, iba acometer un error garrafal.
Una vez pudo pasar, dos no.
Aún ni siquiera sé si ese día tuvo consecuencias.
Salí, casi corriendo de su oficina.
Tenía ganas de llorar, de acurrucarme en sus brazos,