Por Emma
Me fui de la mansión de mi jefe, con un nudo en el estómago.
Encendí mi silencioso automóvil y anejé con cuidado.
Mis manos apretaban fuertemente el volante para evitar mis temblores.
Tenia los besos de Pupy instalados en mi interior.
Me seguirán quemando aunque habían pasado muchas horas, aun que después de eso habíamos almorzado y todo parecía estar en orden.
Nada estaba en orden, nada estaba tranquilo, todo era una fachada.
Yo seguía interpretando el papel de la secretaria perfecta.
De la mujer que pasaba de los besos, pero esos besos eran una herida interna muy difícil de sanar.
Él era un hombre poderoso, peor eso no me daba miedo.
Mi padre también era poderoso y había aprendido a lidiar con ese tipo de poder.
Le tenía miedo al poder que Pupy ejercía sobre mí.
Llegué a mi departamento y me derrumbé en mi cama.
¿Qué me quiso decir Juanita?
No voy a pensar en la apreciación de una persona que conozco solo desde hace unas horas.
Quise dormir un rato, pero no pude hacerlo.
Me