Cuando Damián finalmente detuvo su acción, los dos guardaespaldas regresaron a sus posiciones originales y continuaron de pie.
Fabiola yacía en el suelo, su rostro horrorizado, ya no quedaba un solo pedazo de carne intacta, era demasiado terrible de ver.
Al ver a Fabiola en ese estado, Ana se quedó con los ojos bien abiertos de terror, olvidando incluso respirar, sin poder articular palabra.
—Damián, ayuda a levantar a la señora— la voz siniestra de Andrés resonó, llena de malicia y frialdad.
—Sí, señor— Damián respondió, sosteniendo el cuchillo ensangrentado mientras se acercaba a Ana.
Al ver esto, Ana estaba demasiado asustada como para permitir que Damián la ayudara. Se levantó del suelo con torpeza, diciendo:
—No, no necesito tu ayuda para levantarme. ¡No te acerques a mí!
Damián detuvo sus pasos, sonriendo amablemente:
—Señora, no tengas tanto miedo.
Pero estas palabras solo aumentaron el miedo de Ana. Rápidamente extendió la mano para detener a Damián:
—¡No te acerques, quédat