Me sentía alucinada con lo que acababa de escuchar. ¿Qué demonios?
¡Ni en el más idílico de mis sueños esperaba algo así!
Cubrí mi boca con ambas manos y cerré fuertemente los párpados, nuevamente tratando de no asumir la verdad que se presentaba ante mis ojos.
Negué lentamente con la cabeza y me acuclillé apoyando mi espalda contra la pared, sin soportar más tiempo el peso de mi cuerpo.
Así me quedé durante dos minutos enteros, tratando de asimilar lo dicho.