Estaba ansioso, desesperado y estúpidamente impaciente.
Casi corrí abriendo la puerta y la azoté detrás de mí, avancé apresuradamente hacia mi auto cuando me di cuenta que no tenía las llaves. Grité quejándome y me devolví por ellas.
Encendí el auto y no tenía gasolina.
—¡No me jodas! —grité alterado.
Golpeé varias veces el volante con mis manos, hasta que me tranquilicé un poco. El maldito karma no debía hacer efecto en mí… no había hecho nada malo todavía, ¿verdad?
¿Faltará poco para que esos dos obstinados dobleguen su orgullo? :)Samantha Leoni