CAPÍTULO 32. Ella te odia

Veintiocho horas. Exactamente veintiocho horas, las más largas de su vida, habían pasado desde el momento en que a Darío le habían puesto aquellas esposas hasta que escuchó la voz incómoda de un oficial.

—¡Rivera! ¡Tienes visita! —le gruñó mientras lo llamaba para que se acercara a la reja. Le puso las esposas de nuevo y lo sacó hasta un pequeño cuarto que debía ser de interrogatorio.

Adentro había solo dos personas, y uno tras otro lo abrazaron, primero el Grillo Fisterra y luego Jacob Lieberman.

—¿Dónde carajo estabas metido, Diablo? —le gruñó el Grillo.

—OK, el cuento corto —suspiró Darío—. Me subí a un avión con la esposa de mi hermano. El avión sufrió un atentado: envenenaron a los pilotos. Nosotros nos salvamos porque yo llevaba mi paracaídas deportivo, pero igual casi no la contamos.

—¿Nosotros quienes?

—Sammy, la esposa de mi hermano y yo —aclaró Darío—. Tuvimos suerte de caer en las islas Midway, estuvimos allí hasta ahora, que llegó el personal rotativo de la isla y pudimos
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