—Camila, Camila.
Escucho esa voz que me llama, lo vi no me cabe la menor duda es Marcus, allí está parado frente a mí, las piernas me tiemblan y mi corazón comienza a latir a mil por segundos.
Por un momento pierdo la conciencia, sin saber que hacer, pero luego la recupero, me doy media vuelta y camino muy aprisa, casi corriendo, me pierdo entre la línea de buses que están estacionados y entre la cantidad de gente que se dispone a viajar.
No miro hacia atrás, no sé si viene detrás de mí, sólo quiero escapar de esa mirada y de esa voz que aún la reconozco aunque la escuche entre mil voces.
Corro y veo el autobús donde tengo que subir, subo y busco mi asiento que me corresponde de acuerdo a mi boleto de viaje, allí me quedo acurrucada en mi asiento, no me atrevo a mirar por la ventanilla por temor a verlo, tengo la sensación que lo voy a ver entrando al bus, que angustia, mis manos sudan a chorros, eso me pasa cuando estoy nerviosa.
A mi lado se sienta una