-¿Ves qué fácil es hacer lo que digo?- se atrevió a decir.
¡El maldito continuaba burlándose de mí! Inspiré hondo recordando que tenía un arma y que éste no era el momento de actuar… Pronto llegaría ese día.
Comencé a caminar para abandonar la habitación, cuando Alexander sujetó con fuerza, pero sin lastimarme, mi brazo izquierdo.
Furiosa volteé para encararlo.
-Déjame. Ya hice lo que querías-
Sus labios se movieron, como si fuera a decir algo... Pero en lugar de eso, con su mirada confundida, me soltó.
Dejé la habitación a paso apresurado y subí por las escaleras.
Estúpido psicópata. Demente. Bastardo.
¿Quién se creía que era? En cuanto me pudiera escapar de este maldito lugar, lo metería en la cárcel.
Estaba atrav