Capítulo veintitrés
¡Fue una venganza!

Antonella

Mi corazón latía desbocado mientras corríamos a la floristería. Lágrimas ya corrían por mis mejillas mientras rogaba al cielo que Carina estuviera equivocada y no se tratara del puesto de flores. Era el trabajo de toda una vida, mi abuelo se había dedicado en cuerpo y alma a levantar su negocio, aunque humilde podía llamarlo propio.

Fue con ese trabajo humilde que me crío y me alimentó. Lo vi llorar en muchas ocasiones en completo silencio para que no lo escuchara, sin embargo, era imposible no hacerlo cuando vivíamos en una sola habitación.

—¡No! ¡Nooo! —El grito desgarrador que salió de los labios de mi abuelo rasgó mi corazón, rompiéndolo en miles de pedazos, tal como mi abuelo se sentía.

Él calló de rodillas mientras la gente corría con baldes de agua para controlar el incendio que había arrasado con todo en su interior.

—¡No! ¡Nooo! —sollozó de nuevo, no podía contenerme y rompí en llanto.

Ver a mi abuelo destrozado no era algo fácil de soportar
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