Dos días habían pasado desde el incidente y Damián avanzaba poco a poco en la construcción de un vínculo con su hijo. Le había comprado un regalo, un auto a control remoto. Tenía la esperanza de que Alana lo dejara salir con él para que jugaran por el condominio. Ya jugar en el jardín sería una ganancia.
—¿Van a alguna parte? —le preguntó al verla subiendo a Martín al auto.
—Sí, a casa de mi abuela —contó ella, con cara de estar en problemas.
—¿Pasó algo?
—Ella no se lleva bien con Martín y la niñera está ocupada.
—Yo puedo ir con ustedes y cuidarlo —ofreció. Bien sabía que ella no lo dejaría allí con él.
Alana lo meditó unos instantes.
—Bien, será sólo un momento mientras averiguo que le pasó a mi abuela.
La mujer la había llamado luego de más de un año sin entrar en contacto. Los tres partieron, Damián llevaba una sonrisa deslumbrante. Por fin el destino obraba a su favor. Le entregó el regalo a Martín, que pareció muy entusiasmado con él.
El viaje a casa de la abuela tomaba cerca de