Capítulo treinta y seis. ¿Tanto la amas?

—Bajo el mar, bajo el mar. Nadie nos fríe, ni nos cocina en la sartéeeeen —la pequeña e infantil voz de Emma se escuchaba a todo pulmón dentro del auto, mientras salían de la ciudad de Nueva York con rumbo a Long Island.

»¡Es tu turno papi! —exclamó la pequeña mientras movía la cabecita al ritmo de la voz de Sebastián, el cangrejo de la sirenita.

—Vas a asustarte si me escuchas cantar.

—No creo, vamos papi, canta conmigo —le insistió y Michael no pudo seguir negándose.

—Bajo el mar, bajo el mar. Hay siempre ritmo en nuestro mundo al natural, la manta-raya tocaráaaa, el esturión se uniráaaa. Siempre hay ritmo, ritmo marino. Bajooooo el maaaar.

Para cuando la canción terminó, Emma miró a su padre con ternura.

—¡Eres el mejor papi! ¡¡Cantar contigo es

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