Cuando Gaspar llegó a casa de Emily, encontró a Gabriela eufórica. Ya llevaba la mochila a la espalda y no paraba de hablar de nadar con él.
- Alguien está muy emocionada... -dijo Emily, mirando a su hija, que seguía parloteando. Gaspar se rió y entró. En cuanto Gabriela vio que había llegado, estaba tan emocionada que ni siquiera se dio cuenta cuando Emily se levantó para abrir la puerta.
- ¡Papá! - Corrió hacia él y saltó a su regazo.
- Hola, mi princesa. ¿Estás lista?
- ¡Estoy lista!
- Desde las siete de la mañana - dijo Emily.
Gaspar la miró sorprendido y Gabriela soltó una carcajada emocionada.
- ¿Todo esto es para ir a nadar? - preguntó Gaspar.
- Quiero estar contigo, papá.
Gaspar sonrió, emocionado por las palabras de la niña, y la abrazó con fuerza.
- ¿Vamos entonces?
- Sí -dijo entusiasmado-.
- La traeré más tarde -le dijo a Emily-.
- La traeré más tarde -le dijo a Emily.
Los dos se fueron y Emily respiró hondo. Tenía que ser fuerte por su hija. Tenía que encontrar la manera