Silvia, disimuladamente, se hizo más para dentro.
Daniel, que había estado observando en silencio, se percató claramente de los pequeños movimientos de la mujer, y sus ojos sonrientes se entrecerraron ligeramente, pero lo entendía, porque ella siempre fue así con los desconocidos.
—Sr. Daniel, ¿va al Hotel Perla? —El conductor, a través del espejo retrovisor, vio que la mujer, vestida de forma sencilla y decente, guardaba distancia de Daniel, cosa que le sumó más respeto a la chica.
El Hotel Perla siempre había sido el lugar donde Daniel llevaba a sus invitados, y en él se encontraba su reservado privado solo para él.
Daniel reflexionó un poco y miró a Silvia: —¿Qué recomienda, Srta. Somoza?
Silvia se quedó estupefacta y pensó un momento: —Si está acostumbrado a ir allí, vayamos, usted me ha hecho ya varios favores y Vivian me ha ayudado hoy, así que les invitaré a cenar como forma de mostrar mi gratitud.
Le debía un favor a Daniel, y aunque lo hizo por su hermana, le tenía que devolve