Esta corta distancia parecía separar una gran lejanía. Sabía que después de salir sería muy difícil volver a ver a Daniel. Se dio vuelta y se lanzó otra vez a ese pecho familiar, que la dejara ser codiciosa un momento más.
Al regresar a casa, Diego ya se había ido. Marcos estaba sentado en el sofá con cara fría. Al verla, inmediatamente mostró una sonrisa amarga:
—Lo sé, él está arriba.
Silvia ya no fingió más, se sentó directamente al lado de Marcos y preguntó con cautela:
—Marcos, ¿por qué exactamente te disgusta tanto Daniel?
—¿Disgustarme? No, lo odio, me fastidia —dijo con calma. Silvia podía sentir las corrientes ocultas bajo ese tono indiferente.
Pero según recordaba, Marcos no debería conocer a Daniel. ¿De dónde venía ese odio, ese fastidio?
—¿Por qué? —no entendía.
Marcos se sirvió una taza de té, su mirada se perdió a lo lejos:
—Sisi, Daniel no es buena persona. Acercarse a él se vuelve muy peligroso. Es mejor que rompas con él, no te hundas más. Si no, algún día te arrepenti