Era un mensaje anónimo con foto. Daniel no sabía quién lo había enviado ni con qué intención.
Pero había perturbado por completo su estado de ánimo. Nunca antes se había sentido tan inquieto por algo; aunque no lo demostraba, su interior era un completo caos.
Marcó el número y, después de dos tonos, alguien contestó riendo:
—¿Hola? Silvia no puede atender ahora, está abraz... perdón, he dicho demasiado. Llama más tarde.
*Clic*
La llamada se cortó. Leticia sonrió con malicia, borró el registro de la llamada y volvió a dejar el teléfono en su sitio.
Todo ocurrió tan silenciosamente como si nunca hubiera pasado.
Miró hacia donde estaban Silvia y Carlos, que seguían pelando el mango.
El intenso aroma que emanaba de la fruta se impregnaba en su piel mientras la abría y extraía la pulpa.
Después de tirar la cáscara, solo quedaba el dulce perfume de la fruta. Sin saber por qué, le recordó a ese sutil aroma a cedro.
Ya fuera aquella vez en el Hotel Perla o cuando él la llevó en brazos, ese olo