Capítulo 68

Apenas había cruzado el umbral de la puerta cuando su esposo la acorraló contra la pared del pasillo. Inmediatamente rodeó su cintura con sus brazos.

Knut sintió un cosquilleo en el corazón al recordar el beso que le había dado a Astrid en el oscuro callejón del café. Quería repetirlo, quería sentir de nuevo sus labios suaves y dulces, quería abrazarla y no soltarla nunca. Pero su sueño romántico se vio interrumpido por dos voces que lo sacaron de su trance.

—¡Puaj! ¡Papá! ¡Estoy aquí! —gritó su hijo pequeño, que los había visto entrar de la mano y se apresuró a recibirlos en la entrada.

—Jefe, yo también sigo aquí —dijo la ama de llaves, que salió de la cocina con un delantal manchado de salsa.

Knut se giró y se encontró con dos pares de ojos que lo miraban con curiosidad y reproche. Eran dos luces que iluminaban su vida, pero que ahora le impedían seguir su pasión.

Soltó la cintura de Astrid con pesar y se disculpó con una sonrisa forzada.

—No los había visto…¿Están recibiéndonos?—d
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