No había hecho nada malo, solo se había puesto la ropa nueva de su suegro, que había sido soldado en su juventud. Pero eso bastó para que se sintiera avergonzado y humillado.
—Deja de lamentarte y come algo, anda —le dijo Knut con severidad.
Klas asintió con resignación y se llevó un bocado a la boca.
Knut observó a su mujer desde el otro lado de la mesa. Ella comía con elegancia y delicadeza, saboreando cada plato como si fuera una delicia. De vez en cuando, tomaba un sorbo de jugo de naranja, y una gota se le escapaba por la comisura de los labios, brillando como una perla..
Knut extendió la mano y le limpió la gota de jugo de naranja con el dedo, y luego se lo llevó a la boca con una sonrisa pícara. Cerró los ojos y emitió un leve gemido.
—Qué dulce —susurró.
—Mientes —Astrid sintió un nudo en la garganta, a pesar de haber bebido la mitad del jugo de naranja—. Es ácido.
—No me refería al jugo.
Astrid se sonrojó hasta el cuello, y Knut bajó la mirada hacia su escote, que se entreabrí