Abel antes de llevarla a la alcoba se inclinó ante ella, y le robó un dulce y cálido beso.
—Espera un momento —solicitó, ladeó los labios con esa expresión tan sensual que derretía a Malú.
Ella se limitó a asentir, y esperar.
Abel se movió con rapidez, Malú notó que sacaba algunas cosas de unas bolsas que no alcanzaba a distinguir y luego desapareció en la alcoba, al cabo de unos pocos minutos él volvió a aparecer, la expresión de su mirada parecía destilar fuego y eso encendió la piel de la joven.
—Está listo —carraspeó con voz ronca.
Ella se sobrecogió, todo su cuerpo se erizó, ya no había marcha atrás, era ahora o nunca. Enseguida él la cargó en sus fornidos brazos y la llevó a la alcoba. Los ojos de Malú se abrieron con amplitud al ver las velas con aroma a rosas que él había colocado en las mesas de noche y en la cómoda.
Desde la playlist de Abel sonaba: «Amante del amor by Luis Miguel»
Malú inhaló aquel aroma, era exquisito, pero aún más la fragancia a pino que desprendía