—Cristóbal siempre ha dado la impresión de ser un hombre de modales exquisitos, pero resulta que se mete en líos como este. Gracias a Dios que no ha trascendido públicamente, porque sería un escándalo que dejaría a nuestra familia Zambrano por los suelos —agregó otra mujer.—El caso es que Cristóbal es el «niño consentido» de papá, el hijo que tuvo tardíamente. Con los demás es estricto, pero a él se lo tolera todo —intervino alguien más, con un matiz de fastidio.—Todos sabemos de qué va Álvaro y sus pasadas de tono, pero más curiosidad me da qué clase de pacto habrá hecho papá con él para resolver este asunto —dijo Josefa Zambrano, la hermana menor, con un brillo de indiferencia en los ojos. Ella no era especialmente sensible a las historias de romances y escándalos; para ella, todos los hombres eran iguales.Cuando Josefa terminó de hablar, cada una de las presentes se observó mutuamente con expresiones nada agradables.—Josefa, tú estuviste con papá esta mañana, ¿no preguntaste nad
Su historia personal era un tanto peculiar.Los rumores en Leeds contaban que la madre de Josefa había sido empleada doméstica en casa de Santiago; él acababa de perder a su esposa y, de algún modo, aquella mujer logró meterse en su cama.Al día siguiente, Santiago le dio una buena suma de dinero y la desterró de Leeds.Ella regresó tiempo después, con una hija en brazos recién nacida, irrumpiendo en la ceremonia de inauguración de un edificio dedicado a la memoria de la difunta esposa de Santiago.Los medios captaron la escena, y Santiago, furioso, negó haber tenido relación alguna con la mujer y menos aún reconoció a la niña. Madre e hija fueron desterradas nuevamente.Pasó alrededor de una década hasta que, tras la muerte de su última hija—la legítima—, Santiago, sumido en la tristeza, hizo traer secretamente a Josefa de regreso a Leeds.Ella resultó ser extraordinariamente talentosa: a pesar de haberse criado en un país muy humilde, su habilidad para aprender era fuera de serie.Co
—Hablando de eso, tengo que agradecer a su nietecita. Hace unos años, cuando competía en el extranjero, la pequeña participaba en la categoría infantil. De algún modo casi se perdió de su familia. Mi…Gabriela se detuvo un segundo antes de decir «prometido» y corrigió.—Mi amigo y yo la vimos justo cuando un tipo con malas intenciones intentaba subirla a la fuerza a un auto. Logramos rescatarla y después la ayudamos a reencontrarse con su familia, la del maestro Orson. Él adoraba a su nieta, así que, gracias a ese incidente, nos hicimos amigos —explicó Gabriela.—Las personas bondadosas siempre reciben una recompensa —comentó Santiago con aprobación.—No solo es bondadosa, también está muy al pendiente de cada detalle. A mí, que llevo años casada en esta familia, nunca se me ocurrió que a mi suegro le gustaban los sellos… y sin embargo, la señorita García sí lo descubrió —dijo de pronto Rebeca, esposa de Dante Zambrano (el hijo mayor de la familia), con una aparente sonrisa cordial. Si
Tenía rasgos muy agraciados, con un toque mestizo. Su estatura casi igualaba la de Gabriela, y su figura era curvilínea. Unos ojos grandes y expresivos le daban un aire muy vivaz.Anna se quedó mirándola con curiosidad y, de pronto, la envolvió en un abrazo inesperado:—¡Bienvenida a nuestra gran familia! Soy Anna Ramírez, la esposa de Julio, el cuarto hijo de papá. O, en otras palabras, tu cuñada.La soltó casi de inmediato y, extendiéndole una pequeña bolsa que traía en la mano desde que bajó, añadió:—Julio anda de viaje de negocios y me pidió que te entregara este presente de su parte.—Muchas gracias, cuñada —agradeció Gabriela, recibiendo la bolsa.—Gracias, cuñada —repitió Cristóbal, y al mismo tiempo le hizo un discreto pulgar arriba a Anna.El resto de los presentes no parecía tener muchas ganas de simpatizar con Gabriela. Ver a Anna tan cordial, y encima con un obsequio, provocó en ellos expresiones muy particulares.Pese a que Santiago había amenazado con expulsar a quien al
—Bueno, pero papá la ha aceptado, ¿no? —Anna parpadeó con sus ojos grandes—. Si no estás de acuerdo, ¿por qué no se lo dices directamente a él?Rebeca se quedó en silencio, mordiéndose los labios con rabia. Luego volteó hacia el resto del grupo:—¿Así que nadie dice nada? ¿Prefieren no meterse en problemas, no? Está bien, me da igual. Total, mi esposo Dante no pinta nada en esta familia. ¡Si un día llega la ruina, sus pérdidas serán mayores que las nuestras!Dicho eso, salió dando un portazo. Josefa le lanzó a Cristóbal una mirada desdeñosa y luego subió las escaleras sin decir nada. Los demás, sintiéndose incómodos, se despidieron con alguna excusa y se marcharon, dejando atrás aquel ambiente tenso.—No te preocupes —dijo Anna, quedándose junto a Cristóbal—. Julio me contó lo suficiente como para entender lo de ustedes. ¿Es verdad que Gabriela ya está esperando un bebé?—Sí —admitió Cristóbal con un leve asentimiento.—Se ve que es una buena persona, aunque, bueno… no me encanta que s
Mientras hablaba, Santiago suspiró con cansancio. Si él seguía vivo, podía aguantar un poco la presión; pero una vez muerto, Álvaro lo tendría facilísimo para arrasar con la familia Zambrano.—No sientas que nos debes nada —añadió, con un tono más cálido—. Aunque Cristóbal no sea material para dirigir los negocios, me encargué de dejarle preparada una buena parte al margen del testamento, lejos del alcance de sus hermanos. El día que yo falte, ustedes podrían irse a vivir a un lugar con mejor clima, sin inmiscuirse en sus pleitos, dedicados a cuidar de su bebé y siendo felices.—De acuerdo —respondió Gabriela, notando la inquietud de Santiago por el futuro de Cristóbal.—Ese chico… por culpa de su madre, siempre ha cargado con un rencor que no termina de disiparse. Pero desde que te conoció, parece… parece haber mejorado un poco. —Santiago hablaba ahora con voz entrecortada—. Supongo que, cuando un día él te hable de su madre y te lleve a conocerla, querrá decir que por fin se liberó d
Gabriela guardó silencio unos segundos.—Si de verdad no quieres verme, al menos sácame del bloqueo en tu teléfono —añadió Hans, cuyo enojo comenzaba a disiparse—. Gabriela, aquella vez, cuando pedí a mi representante que te contactara para ser invitada especial en nuestro concierto, no era broma. ¿Podrías venir?—¿No sabías que mi lesión volvió a empeorar? —respondió Gabriela, suavizando su negativa.—No necesitas bailar. ¡Solo estar ahí, con nosotros! —exclamó Hans, desesperado por convencerla.—Entonces no sería invitada; sería más bien un «objeto decorativo» —bromeó Gabriela, sin saber si reír o llorar.—Está bien, si no quieres aparecer en el show, ven al menos como espectadora. Te conseguiré los mejores asientos. ¿No te gustaría escuchar en vivo la canción que te escribí?Gabriela se quedó callada un segundo, pensando que, después de todo, no sería tan mala idea presenciar el concierto de un grupo tan famoso.—Está bien, mándame la ubicación y las fechas. Veré cuál me queda mejor
Quizá se debía a que en su infancia, durante esos años con sus padres, había recibido un amor incondicional. Incluso en el orfanato, donde nadie quiso adoptarla por su mutismo, Gabriela rara vez experimentó inseguridades. En especial en su adolescencia, siempre sintió que era la mejor, la más sobresaliente.Una vez Colomba le comentó, medio en broma y medio en serio, que tal vez «Dios temía que fueras tan perfecta que decidió quedarse con tu voz». Aquella noche, en su diario, Gabriela escribió:[La mamá Colomba tiene razón. Significa que Dios me ama; no quiere que lo tenga todo para no "desequilibrar" el orden del universo.]Así, por mucho tiempo, aceptó con naturalidad el cariño de los demás y siempre creyó que lo merecía, devolviéndolo con la misma pasión. Sin embargo, después…Emiliano murió.Y su mundo, siempre lleno de sol radiante, quedó sumido en un cielo gris.—Cuando estás con la persona equivocada, pasa eso mismo —dijo Cristóbal, con un tono cada vez más suave—. Pero, ¿acaso