¡Papá y la niñera se casaron!
¡Papá y la niñera se casaron!
Por: M.R Mayorga
1. Rapto

De manera nerviosa y como automática sacudió de nuevo la tela de su pantalón. En la sala de dirección y aguardando al director de la Academia Oxford ciertamente sentía que estaba repitiendo sus años escolares porque los nervios le han revuelto la panza y ahora mismo solo puede ver a todos lados nerviosa de la llegada del corpulento hombre.

Llevaba siendo maestra sustituta en aquel lugar desde hace seis meses, y esperaba que por el desempeño que tuvo, las buenas notas de sus alumnos y el hecho que habían ganado el premio Oxford de excelencia fuera contratada para el siguiente ciclo escolar, ahora que las vacaciones han llegado, como una maestra de planta.

—Señorita Gray.—elevó su mirada hacia donde la asistente de dirección se encontraba—el doctor Montgomery la espera, puede pasar.

Tras un suspiro se puso de pie y solo asintió. Llevaba siempre la panza revuelta y temía que en cualquier momento se desmayara o peor aun un gas se le saliera, pero no por eso perdió la serenidad en su rostro y anduvo con la mayor seguridad que podía.

Eso era lo que quería, desde que estudio psicopedagogía Susannah Gray estuvo segura que quería no solo trabajar con niños, también marcar una parte de sus vidas que fuera importante y hasta trascendental para el resto de sus existencias.

Amaba la idea de dejar huella en las mentes jóvenes, de crear un ambiente de compañerismo y aprendizaje, pero también de confianza y crecimiento en los menores, porque lo no se le hizo difícil definir la carrera que deseaba cursar cuando salió de secundaria, ni mucho menos darse cuenta que si bien el puesto como profesora puede ser mal pagado, en un colegio de élite como lo era la Academia Oxford las oportunidades eran ciertamente mayores.

Su sonrisa encantadora se amplió mostrando su delicado hoyuelo cuando se encontró con el director. Se dieron la mano y el de manera amable la invitó a tomar asiento.

—Disculpe la demora, pero ya estando en los últimos días de trabajo, las vacaciones nos pegan las sábanas—ella solo asintió—señorita Gray ¿cierto?

—Así es señor, Susannah Gray. Di clases en quinto grado en este último semestre, literatura y ciencias, pero también fui responsable del grado.

—Espectacular, fueron los ganadores del premio que da la academia como un incentivo para las notas de los alumnos—ella asintió con un amplia sonrisa, viendo como el director revisaba su currículo—vaya, veo que tiene mucha experiencia, pero casi siempre como maestra suplemente.—Susannah sonrió cuando la mirada estuvo sobre ella—¿Cuál cree usted que es el inconveniente para la contratación permanente de su persona?

—La edad—ella fue segura, ampliando la sonrisa para el director que la detallo mejor.

Era una chica bonita, pero sin duda se miraba joven. Según el currículo apenas tenía veinticinco años y tal parece que ha sido una excelente alumna porque no perdió un solo año en su preparación académica. De cuerpo delgado, cabello castaño y largo con unos ojos del mismo color que resultaban grandes, llamativos por lo calmo que parecían.

—Como puede ver apenas tengo veinticinco años, he sido una alumna excelente en todos los niveles de mi preparación académica, pero la idea de que al ser joven no tendré ni la experiencia, ni la capacidad de manejar los grupos escolares ha frenado las contrataciones permanentes—el director asintió—pero al final si nadie me da la oportunidad, aunque siga sumando años, la experiencia se verá siempre limitada a ser eso. Una maestra suplemente.

—Claro, claro—él suspiró viendo a la chica ante el y luego el currículo.

No era exactamente el más impresionante. Hablante de tres idiomas, joven sin duda, puede ser una oportunidad de aprendizaje para moldearla a lo que se espera en la Academia Oxford, pero al mismo tiempo era una pérdida de tiempo y recursos porque ya tiene maestros de muchos años que esperan ser renovados, incluyendo la que se fue por permiso medico que se ha recuperado más que bien de su cirugía.

Cuando Susannah vio como el director suspiró, cerrando el currículo de ella solo bajó la mirada apretando los puños en el regazo. Comprendía de manera clara lo que eso significaba, así que suspiró para luego pasar saliva y elevar su mirada cuando él se acomodó ante ella.

—Como sabrá señorita Gray este es un espacio de educación de alta calidad—ella asintió—la Academia Oxford se encuentra actualmente entre las diez mejores escuelas del país, y por eso mismo nuestro personal académico debe ser el mejor.

—Estoy de acuerdo señor.

—Por desgracia y aun cuando tenga un currículo muy aceptable, no cumple con las expectativas de este lugar—mantuvo la seriedad de su rostro, aun cuando sentía que el mundo estaba derrumbándose—necesitaríamos un poco más de experiencia que meses como maestra suplente y aun cuando ha hecho un buen trabajo con el alumnado en los últimos seis meses, considero que no es suficiente ese aceptable.

Claro que le vio la pena en la mirada, pero no estaba en él dar su brazo a torcer y ciertamente no es la primera vez que le dice que no a un suplemente que buscaba un contrato fijo en la academia.

—Lo lamento—susurró ya sin emoción, por lo que ella solo sonrió con debilidad.

—No se preocupe director, agradezco mucho el tiempo que se ha tomado para esta reunión y haber sido tomada en cuenta en el llamado para suplir una necesidad en la academia—suspiró de forma pesada, pero luego se puso de pie—creo que no hay nada más que decir, solo desearle un buen día y felices vacaciones.

—Igualmente señorita—se puso de pie también estrechando su mano delicada—me quedaré con su currículo por si necesitamos nuevamente su servicio y que sabemos, quizás el próximo año las cosas sean un poco mejor.

—Espero que sí, buen día.

Tomó su bolso y buscó la salida de la oficina. En la sala de recepción que tenía la preciosa zona de dirección agarró el abrigo que ha colgado del perchero y sin más se despidió de la asistente, dejándole a ella su carnet de identificación de la academia con el que se despedía por completo de aquel lugar y esa posibilidad que sintió demasiado real para ser cierto. Quizás no debió ilusionarse demasiado antes de tiempo.

Los tacones que usaba fueron el eco de sus pasos conforme se movía en ese piso de lujo hacia el estacionamiento. El inverno estaba llegando, por lo que ajustó el abrigo a su cuerpo buscando el auto viejo que su abuelo le heredó, cuando miró en una caseta a las dos pequeñas rubias que movían sus piernitas mientras compartían una bolsa de papitas.

Sin dudarlo se acercó a ellas que al reconocerla se pusieron de pie y con rapidez la abrazaron.

—Señorita Gray, ¿Cómo está?—preguntó una de las niñas.

Las gemelas Upton estuvieron con ella en esos meses en la academia. Eran unas bellezas de nueve años con el cabello rubio, grandes ojos azules y encantadoras sonrisas que empiezan a perder los dientes de leche.

—Estaba en una reunión con el director, ¿Qué hacen ustedes aquí? ¿Por qué están en la escuela si hace una semana ya no hay clases?

—Era el último día de gimnasia—respondió Zarah tomando una papita—pero parece que papá ha olvidado la hora de salida porque el chófer no ha venido.

—¿Y hace cuanto salieron?

—Media hora—indicó Zoey, tomando la bolsa que le pasó su hermana—pero no se preocupe, ya no debe de tardar, Zarah le mando un mensaje, pero creo que no lo ha visto ¿verdad?

Susannah miró como la rubia niña sacó un moderno celular de la cangurera en su cintura. Notó que ciertamente el mensaje no ha sido ni leído, por lo que solo volteó hacia atrás. Hacía frío, no sabe si los entrenadores están conscientes que las gemelas siguen ahí, por lo que solo negó.

—Vengan, yo las llevaré a su casa—indicó con seguridad, las niñas se vieron entre si—vamos, hace frío, ya es casi mediodía y deben comer algo luego de su agitada sesión de ejercicios y llevan media hora esperando—fue firme ante ellas, pero luego se movió acomodándose de cuclillas ante los azules ojos de las chiquillas rubias—envíenle un mensaje a su padre, díganle que la profesora Susannah Gray las ha llevado a su casa, les prometo que no nos desviaremos.

—¿Y si queremos McDonald’s?—preguntó Zoey con una sonrisa traviesa.

—Lo dejaremos para otro día, porque ahí si su padre me va a colgar.

La risa infantil fue encantadora, pero al final las gemelas fueron por sus bolsos y no dudaron en tomar cada una la mano de su bonita profesora Sunny, como le decían de cariño porque era dulce y bonita como un día soleado. Se ubicaron en el asiento trasero de un automóvil no tan bonito como su lujosa camioneta, pero no les importó, sobre todo cuando la calefacción les hizo bien a sus cuerpos un poco fríos.

—¿Podemos poner música?—consultó Zoey acercándose al asiento del piloto.

—Claro, ¿Qué quieren escuchar?

—¡Taylor Swift!—respondieron las dos al mismo tiempo.

Susannah solo negó con una amplia sonrisa, pero de inmediato buscó una playlist de la rubia cantante saliendo de la academia con las gemelas del muy famoso, muy serio y hasta un poco odioso Darcy Upton, el genio de la perfumería que se ha hecho un imperio creando olores y fragancias que transportan al mundo donde él ya no puede habitar, porque muchos dicen que perdió la felicidad cuando también perdió a su esposa en un fatal accidente.

Poco supo Susannah que la enorme camioneta que ingresó luego de que ella salió era la de los Upton, donde un chófer confundido al no encontrar a las niñas en el lugar de siempre bajó de manera inmediata y fue hasta las instalaciones del lugar buscando por ellas. La desesperación tardó poco en alcanzarlo, alertando al poco personal del lugar. Las gemelas no estaban y ciertamente no era una noticia que quería darle al padre, pero al final tuvo que hacerlo.

Darcy despegó sus azulados ojos de la pantalla viendo con el ceño fruncido la llamada de su chófer.

—¿Qué deseas Benito?

—Señor las niñas no están.

—¡¿Qué?!—se puso de pie con rapidez—¿Qué demonios estás diciendo?

—No están, he venido ahora mismo a la escuela y no se encuentran por ningún lado. Están vigilando las cámaras para ver que ha pasado, pero…

—Voy para allá—señaló con seriedad—hay que llamar a la policía, quien sea que ha tomado a mis hijas irá ahora mismo a prisión.

El hombre no dudo en colgar la llamada, tomar su abrigo y buscar la salida, cuando los mensajes empezaron a caer de manera inmediata. El ceño se frunció profundamente cuando vio lo que su hija Zarah le ha enviado, pero las cosas fueron a peor cuando clavó su mirada en la fotografía donde las dos rubias junto a una mujer castaña y de bonita sonrisa estaban.

¿Quién demonios era esa mujer y que hace con sus hijas?

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