Los días pasaron y Enrique no podía quitarse de la cabeza la brecha que se había formado entre él y Ashley. En el trabajo, las interacciones eran tensas, y Ashley se mostraba esquiva, evitando el contacto visual y limitando las conversaciones a lo estrictamente necesario.
Decidido a enmendar las cosas, Enrique pasó noches en vela pensando en la mejor manera de recuperar la confianza de Ashley. Finalmente, una idea brilló en su mente: una cena tranquila para dos, lejos del estrés del trabajo y las tensiones pasadas.
Con la esperanza en el corazón, Enrique llamó a Ashley y la invitó a cenar en su restaurante favorito.
—Ashley, necesitamos hablar y quiero hacerlo en un lugar tranquilo. ¿Te gustaría cenar conmigo esta noche?
Ashley, sorprendida por la invitación, dudó por un momento antes de aceptar.
—Está bien, Enrique. Vamos a cenar—concedió entonces.
La tarde de la esperada cena había llegado y, aunque Ashley aceptó la invitación de Enrique, la incertidumbre la acompañaba mientras s