Débora salió de la oficina de su hijo con una mirada triunfal. Le complacía saber que Angelo no podía hacer nada para detener la demanda. La demanda estaba en marcha y así se quedaría.
Una sonrisa siniestra se dibujó en sus finos labios al pensar en el veredicto, que estaba segura, sería a su favor. Ese mocoso quedaría en sus manos y, aunque estaba convencida de que no era su nieto, le complacía el hecho de hacer sufrir a Ashley al arrebatárselo.
Quería hacerla suplicar y retractarse de cada una de sus palabras, de esas cachetadas que le había dado y del hecho de atreverse a ponerle una mano encima.
Ashley Jones quedaría enteramente destruida tras su venganza.
[...]
Ashley se sentía ansiosa por las decisiones que estaba tomando. De cierta manera sentía que estaba actuando de forma precipitada, pero con los Westler no podía bajar la guardia. Y mucho menos con esa víbora, Débora, una mujer sin escrúpulos que muy seguramente estaba detrás de todo esto.
—¡Maldita mujer! —exclamó Ashley,