Capítulo 2.

Una semana después, me asignaron a una compañera y me mandaron a patrullar las calles.

Por ser las "nuevas" en el Departamento, teníamos que hacer el trabajo que nadie quería hacer: Patrullar las zonas más marginadas de la ciudad.

Ahí no solo veíamos casos de gente sin hogar, sino un montón de actividades sospechosamente ilegales.

Dividimos los barrios más peligrosos en sectores y procurábamos no separarnos más de lo necesario cuando llevábamos nuestra vieja patrulla por ahí.

Prácticamente hacíamos rondas durante todo el día y atendíamos casos de violencia doméstica cada hora.

-¿Hoy también te quedarás y ayudarás con el papeleo? - Preguntó Isabel cuando salimos de la tienda abierta veinticuatro siete con nuestro respectivo shot de cafeína.

Por fin había terminado el turno.

-Si. Me gusta mucho el papeleo.

Y buscar información sin ojos entrometidos.

-Chica, eres la única del departamento a la que le gustan esas cosas tan aburridas. - Dijo con una carcajada. Yo me encogí de hombros. - Bueno, debo decir que nos ahorras trabajo, así que tu pequeño pasatiempo no es una molestia.

Volví a encogerme de hombros. Yo solo estaba ahí para encontrar evidencia de los nexos que tuviera el tío Jef con la banda criminal.

Ni siquiera presentaría el caso al tribunal, yo solo quería saber qué había pasado con mi familia.

Conduje despacio hasta el Departamento de Policía y estacioné en el lugar más lejano a la puerta.

Consideraba que era una broma de niños de secundaria el que nos dieran la patrulla más vieja y el peor sitio para aparcar, así como los escritorios más alejados de la cafetera. Así que cuando abrimos la puerta para firmar nuestra salida y nos encontramos con lo equivalente a una semana de papeleo sobre nuestros escritorios con nadie más en el lugar salvo la vieja señora Sara durmiendo en su escritorio en recepción, ni siquiera me molesté.

-Deben de estar jodidamente bromeando. - Murmuró Isabel entre dientes apretados. - ¿De verdad esperan que nos encarguemos de todo eso solas?

-Es viernes. Estoy segura de que lo planearon toda la semana. - Dije con aburrimiento.

Comencé a caminar hacia el escritorio de la señora Sara para despertarla.

La moví con suavidad pero ella despertó sobresaltada de todas formas.

-¡¿Qué?! ¡¿Ya es hora de salir antes de que las nuevas regresen de...?! - Ella parpadeó al verme y un tenue rubor invadió sus mejillas. - Oh. Buenas noches.

Isabel resopló a mi espalda.

-Creo que es mejor que vaya a casa, señora Sara. - Dije amablemente. - Es muy tarde y estoy segura de que su gato probablemente tenga hambre.

Ella se levantó mucho más rápido de lo que creí que su anciano cuerpo podría.

-Muy cierto. Muy cierto. - Dijo tomando sus cosas del escritorio. - Mi reemplazo no debe tardar en llegar, pero si no llega ustedes...

-Lo sabemos, debemos quedarnos aquí hasta que llegue la señorita Merry y los chicos que cubren el turno de noche.

-Eso es. Eso es. - Dijo despidiéndose levemente antes de salir por la puerta.

Me di la vuelta para encontrar a Isabel preparando una nueva dosis de café en el aparato al final del pasillo.

Yo fui directa a la oficina del tío Jef y, sorpresa, no estaba ahí.

Estábamos solas en el lugar.

-¿Es que acaso no ha sido una semana de m****a? ¿Ahora tenemos que hacer un doble turno? - Gimió Isabel.

-Dales una semana más y se les olvidará que somos nuevas. - Murmuré. - Voy a revisar las cámaras.

Se suponía que el edificio se encontraba lleno de cámaras, pero realmente solo funcionaban un par. La de la recepción, la del cuarto de archivos y la de la oficina de mi tío.

En teoría, esas cámaras se encontraban encendidas todo el tiempo, sin embargo durante la última semana en la que he estado haciendo el papeleo, me he dado cuenta de que las activan y las desactivan cada tanto.

Las cámaras se tenían que revisar en cada cambio de turno para saber si seguían funcionando correctamente. Y al estar solo nosotras, alguna tenía que encargarse del trabajo.

Era perfecto.

No había podido tener tiempo a solas para entrar en la zona de archivos.

Entré al pequeño cuarto donde tres pantallas transmitían lo que sucedía al momento y solo miré con atención a dónde estaban enchufadas. Después salí de ahí ya ideando un plan.

-No tienes que quedarte. - Dije regresando a nuestros escritorios. - Yo me encargo.

Me miró como si estuviera loca.

-Por supuesto que no. - Dijo cuando comencé a tomar los papeles de su escritorio. - ¿Acaso crees que soy así de desconsiderada? No digo nada cuando quieres hacer diez o quince páginas de esto, pero esto son fácilmente quinientas páginas que revisar y apilar en el escritorio del jefe. Aún siendo solo nosotras, nos llevará fácilmente hasta el amanecer.

-No importa. Yo no tengo planes para cenar con mi familia. - Dije con media sonrisa haciendo referencia a lo emocionada que estaba porque sus padres habían venido desde la ciudad cercana para verla en un par de horas. Querían celebrar que le dieron el trabajo de sus sueños.

Ella me miró y luego al papeleo con indecisión.

Decidí darle el empujón final para que me dejara sola.

-Si te hace sentir mejor, puedes compensarme comprando el café toda la próxima semana. Estaré bien.

-¿Segura? - Yo asentí. Ella siguió viéndome con inseguridad. Yo le sonreí dulcemente y articulé "pasatiempo". - Tú ganas. Prometo la cosa del café y además golpear a todos los tipos de este lugar si siguen con su m****a de bienvenida al equipo.

Ella era una chica pequeña y morena que parecía ser inofensiva, pero al menos estos últimos días la había visto taclear a cinco tipos del doble de su tamaño.

-Solo avísame antes de golpearlos para que pueda grabar. Lo venderé a los sitios correctos y seremos ricas. - Dije con una pequeña risa. - Una chica golpeando chicos es un fetiche extraño, pero hay quienes lo compran.

-Dios, la gente es rara.

Se despidió de mí y la vi salir por la puerta.

Esperé cinco minutos completos antes de tomar un poco de agua en una de las tazas de mis compañeros, unas servilletas y simplemente ir al cuarto de transmisiones para tirar el agua sobre el enchufe en donde estaban conectados los monitores.

Justo como pensaba, hubo un corto circuito en el edificio entero y la luz se apagó por completo. Algunos segundos después los generadores de emergencia comenzaron a funcionar para devolver la electricidad, pero yo había jodido las pantallas. Era demasiado perfecto, y ahora solo restaba limpiar la evidencia con las servilletas.

Corrí hacia la entrada y cerré bien la puerta. Miré la hora, tendría al rededor de quince minutos para mirar los archivos antes de que vinieran los siguientes chicos de guardia o la chica de recepción del segundo turno.

El cuarto de archivos al menos tenía un estricto órden. Todo tenía fecha y nombre, así que rápidamente fui a dónde se encontraba el día en que papá desapareció.

Ni siquiera necesité los quince minutos. Me tomó exactamente tres encontrar el archivo y luego dos más mientras tomaba fotos con mi móvil.

Regresé el archivo y salí de ahí como si nada para marcar al servicio técnico porque las pantallas habían dejado de funcionar por un repentino corte de luz.

No podía esperar para llegar a la habitación que me habían designado y leer todo a lo que le había tomado una fotografía.

Pero primero, tenía papeleo que hacer.

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