Olivia
Estaba más que asustada, pero ir de la mano de Enzo me llenaba de valentía y orgullo.
Tomamos el famoso ascensor hasta la planta principal y a medida que íbamos avanzando al salón de fiesta, un par de hombres se ubicaban a nuestros costados y espalda aumentando el anillo de seguridad.
Estaba más que custodiada y no es para menos, teniendo un montón de buitres dispuestos a despellejarme por no ser una insípida italiana.
Cuando llegamos al salón la voz de Salvatore resono en el micrófono.
—Se presentan en la sala, el capo y la dama de la mafia —la voz de ese hombre causó terror en la mayoría de la gente y por presión social comenzaron a aplaudir nuestra presencia.
Dibuje una sonrisa de autosuficiencia en mis labios parecida a la que tenía mi esposo y a medida que nos íbamos acercando a nuestra mesa que estaba ubicada encima de una tarima podía escuchar las críticas de las mujeres frustradas dentro del recinto.
Enzo atento a cualquier movimiento en falso del que se acercara a