Meses después.
Empecé a poner por todos lados las fotos de mi boda con Hayden, y algunas otras fotos. Quería que nuestra casa fuera lo más acogedora posible.
— Amor, ¿me ayudas a rodar esto? —grité.
Hayden apareció sin camisa y todo sudoroso, ya que estaba organizando los muebles para el cuarto del bebé.
— Cariño, deja de moverte tanto, estás en los últimos días. Se supone que debes estar tranquila —me dijo.
Yo puse los ojos en blanco de inmediato. Odiaba no hacer nada y dejarle todo el trabajo.
— Solo estoy poniendo algunas fotos. No se me va a caer un brazo —le dije.
Hayden, de mala gana, movió una mesita que estaba estorbando.
— Siéntate, por Dios, que me estás poniendo nervioso —me dijo.
Yo me acerqué a él y lo abracé.
— Estoy todo sudado —me dijo.
Yo me encogí de hombros.
— Te ves muy sexy —le dije.
Él sonrió.
— Siéntate, por favor —me pidió.
Yo me separé de él y de pronto sentí cómo agua empezó a bajar por mis piernas.
— Mierda —dije.
Hayden me miró con nerviosismo.
— ¿Qué pasó?