Grace se acercó a mí y me abrazó con fuerza. Yo lloré en su hombro como una niña pequeña; el golpe en mi mejilla no dolía tanto como el dolor que sentía en el alma.
— ¿Por qué lo hiciste, Kat? Ustedes no merecían algo así — me dijo ella mientras me apretaba más a su cuerpo.
Yo empecé a sollozar, sin poder responder, no me sentía en la capacidad de hablar; las lágrimas y el enorme nudo en la garganta me lo impedían.
— Me odia — alcancé a decir.
Grace me separó de ella y me miró a los ojos; después, acarició mi mejilla magullada con cuidado.
— No debió golpearte. Sé que lo presionaste demasiado, pero él no debió hacerlo, y tú... no debiste decirle todas esas cosas. Ambos se han equivocado — me dijo.
Yo sabía muy bien todo eso, pero esta era la única manera de alejarlo de mí. Solo quería que él brillara, porque si se quedaba conmigo, tarde o temprano iba a odiarme por no dejarlo alcanzar sus sueños y metas. Tal vez algún día él agradezca esto que hice.
— Ya está hecho, y sé que él