Los días transcurrieron pacíficamente en mi trabajo. Matteo me miraba, pero no se acercaba a mí, lo cual me estaba molestando un poco. Éramos adultos y colegas; un simple beso no podía dañar la amistad que ya habíamos construido. Lo vi ir a la cocina del lugar y rápidamente fui tras él.
— ¿Me vas a ignorar siempre? — le pregunté. Matteo volteó a verme y se encogió de hombros.
— Pensé que te sentirías incómoda después de lo que pasó — me dijo. Empecé a reír.
— Fue solo un beso, relájate — le dije. Matteo sonrió también y me entregó una taza de café.
— ¿Aún quieres que te acompañe este sábado? — me preguntó. Asentí de inmediato; mi madre lo estaría esperando con ansias.
— Por supuesto, creo que si voy sola me correrá a la calle — le dije en tono de broma.
— Iré y llevaré a Andrea, no para de hablar de eso — me dijo. Asentí con la cabeza y le di un sorbo al café. El sábado, mi madre se pondrá muy feliz de tenerlos en casa, y eso la ayudará en su proceso.
— Nos vemos allí entonces — le di