¡NO QUIERO SER TU SUGAR MAMI!
¡NO QUIERO SER TU SUGAR MAMI!
Por: Aragones
1

El ruido de la ciudad me despertó, y al estirarme en la cama, contemplé el techo por unos minutos. La noche anterior había sido muy buena; al fin puedo decir que un hombre realmente me agradaba más allá que solo para una noche. Finalmente, había encontrado a un hombre que valía la pena, digno de ser presentado a mis padres, o bueno a mi madre, Carlo era chistoso, guapo, estaba en sus cuarenta, tenía un muy buen trabajo, ambos éramos abogados, el era simplemente perfecto, encajabamos de maravilla.

— Buenos días, dormilona — me dijo él mientras me observaba desde el marco de la puerta.

Me bajé de la cama, tomé la camisa que le había quitado la noche anterior y la coloqué en mi cuerpo desnudo. Luego, caminé hacia él de manera sensual.

— ¿Desde cuándo estás aquí? — le pregunté.

Él me agarró de la cintura y me atrajo hacia su pecho. Me puse de puntillas y le di un dulce beso en los labios. Todo esto parecía sacado de una escena de película; todo se sentía tan perfecto e irreal.

— El tiempo suficiente para saber que roncas — me dijo con una leve sonrisa.

Le di un suave golpe en el pecho, pero ambos nos reímos.

— Eres muy malo — le dije.

Él me sacó de la habitación y me llevó hasta la cocina, donde me cargó y me subió a la isla, metiéndose entre mis piernas.

— Nunca había estado con una mujer como tú — me dijo mientras besaba mi cuello.

Me mordí el labio mientras disfrutaba de sus caricias; debo admitir que este hombre lo tenía todo. Un buen trabajo, estaba guapo y era una fiera en la cama; me había sacado la lotería por completo.

— ¿Quieres ir conmigo a la boda de mi hermana? — le pregunté.

Dejó de besar mi cuello y me miró.

— Me encantaría — dijo con una sonrisa.

Lo abracé por el cuello; él me levantó de la isla, y envolví mis piernas en su cintura.

— ¡Sorpresa! — gritaron varias voces.

Él me alejó de su cuerpo, y yo caí al frío piso de culo.

— Puedo explicarlo — dijo él.

Levanté la vista para mirarlo; no entendía nada, así que me levanté y miré hacia la puerta, donde había una mujer muy embarazada y dos niños pequeños.

— ¡Perra! — me gritó la embarazada.

Miré al infeliz y, con rabia, le di un puñetazo.

— ¡Hijo de puta! ¿Cuándo me ibas a decir que eras casado y tenías dos hijos y medio? — le pregunté.

Me alejé de él y caminé hasta el sofá que estaba cerca, levanté mi bolso y mis tacones; luego, miré a la mujer, que parecía consternada por lo que estaba pasando.

— Él no vale la pena. No la tiene tan grande como para llorar por él, y lo siento, te juro que no sabía que tenía esposa e hijos y se que suena a excusa, pero no lo es — le dije.

Saqué una tarjeta y se la entregué; era lo mínimo que podía hacer por ella.

— Si te quieres divorciar, llámame. Trabajaré para ti gratis, y te juro que le quitaré hasta el calzoncillo que lleva puesto — le aseguré.

Ella, con lágrimas en los ojos, asintió con la cabeza.

— Gracias — me dijo.

Le sonreí, le di una última mirada al cobarde y salí de ese lugar. ¡Jo! Todo lo que me pasaba por buscar a un compañero para ese estúpido matrimonio.

Una semana después

Soy Katerina Sinclair, tengo treinta y seis años, y soy la abogada más destacada de todo londres. Soy la mejor en mi trabajo; esa es la razón por la que todas las mujeres engañadas quieren trabajar conmigo. Parece que mi historial de victorias ha creado cierta fama y confianza. Siempre me esfuerzo por conseguir el mejor trato para mis clientas, y hasta ahora, las cosas han ido bastante bien. ¡Quién iba a pensar que el mundo de los divorcios sería tan emocionante y lucrativo!

— Kat, tu madre ha estado llamando con insistencia — me dijo mi secretaria al entrar a la oficina.

Puse mala cara; seguramente iba a preguntarme sobre el nombre de mi acompañante para el estúpido matrimonio de mi hermana con mi ex prometido. Solo acordarme de eso me da rabia, pero como la mujer adulta que soy, finjo que no me importa que mi ex ahora esté a meses de casarse con mi hermana pequeña. ¿A quién se le ocurre comprometerse con la hermanita de la mujer que se iba a casar años atras? solo a un infeliz y desgraciado como mi ex.

— Dile que estoy muerta — le dije.

Lily puso mala cara de inmediato; mi madre podía ser un dolor en el trasero cuando se lo proponía.

— Fue lo primero que le dije, y me dijo que te sacara de la tumba, pero que quería hablar contigo — me respondió.

— Yo la llamaré después — le aseguré.

Lily suspiró.

— Si me llama otra vez, te traeré el teléfono — me amenazó.

Asentí con la cabeza; mi madre podía poner de los nervios hasta a un monje. Ella salió de mi oficina, y yo volví a concentrarme en el trabajo.

La puerta se abrió otra vez, y entró mi mejor amiga; ella se sentó frente a mí y me sonrió de oreja a oreja.

Grace era mi amiga desde que éramos pequeñas, pensé que cuando escogimos carreras diferentes nos íbamos a alejar, pero fue todo lo contrario, ahora ella es una exitosa organizadora de bodas y yo una excelente abogada.

— ¡Estoy enamorada! — gritó a todo pulmón.

La miré; este mes me había dicho lo mismo por lo menos unas tres ocasiones.

— ¿Otra vez? — le pregunté.

Ella puso los ojos en blanco.

— ¿Por qué eres tan pesada? — me preguntó.

yo me encogí de hombros.

— No lo sé, ¿tal vez porque esta es la quinta vez en este mes que me dices lo mismo? — le pregunté.

— Estaba ovulando, pero esta vez es en serio, creo que me casaré pronto — me dijo.

Grace era... no tenía palabras para describirla; ella llevaba ya dos divorcios, y todos eran producto de su fugaz enamoramiento. La primera vez que se casó fue a los veinte, y se divorció a los ocho meses porque no le gustó cómo masticaba el tipo. Su otro divorcio ocurrió hace un año, y pasó exactamente lo mismo; se casó con el hombre muy enamorada, literal su fiesta fue de cuento de hadas, pero al año descubrió que no eran compatibles, así que se divorció.

— Al menos sé que sacaré un buen dinero de ese futuro divorcio — le dije.

Me miró mal, pero después ignoró por completo mis palabras y siguió sonriendo.

— Te juro que esta vez sí, él es perfecto — me dijo soñadora.

Respiré profundo.

— ¿Tienes alguna foto? — le pregunté.

Asintió con la cabeza, sacó su celular y me enseñó la foto; había dos tipos en la foto, levanté una ceja y la miré.

— ¿Cuál es? —le pregunté.

Me señaló al tipo de cabello cano; podía notar que tenía unos cuarenta años y se veía bastante bien.

— Deberías averiguar si tiene esposa o te pasará lo que a mí — le dije.

Apartó su celular de mí.

— Sé que él no es así, Michael es perfecto — me dijo.

Respiré profundo; yo también pensaba que ese desgraciado era perfecto y resultó que tenía esposa e hijos.

— Solo te estoy dando un consejo — le dije.

Asintió con la cabeza y se levantó.

— Vamos a almorzar, tengo mucha hambre — me dijo.

Asentí con la cabeza y me levanté; ambas salimos de mi oficina.

— Tengo boletos para ver la carrera este fin de semana; acompáñame, no quiero ir sola — me pidió.

A Grace le encantaba ver coches veloces correr, aunque lo que más le gustaba eran los pilotos que conducían esos autos.

— ¿Vas a beber? — le pregunté mientras caminábamos hacia nuestro restaurante favorito.

Negó con la cabeza de inmediato. Ese era otro problema cuando ella apostaba por alguno de ellos y perdían; se lo tomaba demasiado en serio, y siempre me tocaba llevar su trasero ebrio y perdedor a su casa, y eso no era lo peor, me tocaba escucharla todo el camino despotricar, ya que según ella siempre hacían trampa para que no ganara.

— Claro que no, ya he prometido que no beberé más — me dijo.

Respiré profundo; no le creía absolutamente nada, pero de todas maneras la acompañaría; siempre era necesaria una persona sobria para evitar que algún desgraciado se pasara con ella.

— ¿A qué horas nos vamos? — le pregunté.

Grace dio un brinco de felicidad y me abrazó con fuerza. Como si ella no supiera que de todas maneras yo la iba a acompañar.

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