Mientras trabajaba, no dejaba de pensar en lo que me había dicho Grace. Tal vez podría probar un poco, total a nadie le estaré haciendo daño. Me mordí el labio inferior y saqué mi celular del bolso. Busqué su número y me quedé allí mirándolo por un momento, indecisa sobre si marcarle o no.
— Qué difícil es esto — me dije a mí misma.
Respiré profundamente, cerré los ojos por un momento, los abrí y volví a mirar su número. Le di al botón de llamar y esperé hasta que él contestó. Me quedé en silencio por un momento; ya me estaba arrepintiendo y ni siquiera le había propuesto nada.
— ¿Kat? — me llamó.
— ¿Hola, cómo estás? — le respondí.
Me quedé en silencio otra vez. No tenía la valentía para hablar sobre el tema; me estaba haciendo un lío por prestarle atención a Grace.
— ¿Estás bien? — me preguntó.
— ¿Quieres almorzar conmigo? — le pregunté.
Ahora él fue quien se quedó en silencio.
— ¿De verdad? — me preguntó.
Estuve a nada de colgar, pero respiré hondo y me tranquilicé. Tenía treinta y