138. ¡Basta, James! ¡No te lo permitiré!
Una joven sirvienta de mirada compasiva, corría a toda prisa por los pasillos de piedra, con el corazón palpitando en su pecho como un tambor desbocado en dirección a la habitación de los niños para buscar a Shirley, la única persona que podía ser de ayuda en lo que estaba sucediendo.
— ¡Shirley, necesitamos tu ayuda! —exclamó la sirvienta, con la voz entrecortada por la falta de aliento y las lágrimas asomando en sus ojos.
Shirley, al notar la angustia en el rostro de la sirvienta, se alarmó de inmediato. Mientras dejaba a la pequeña Marie en la cuna ya aseada y cambiada.
— ¿Qué sucede? Tranquila, respira hondo y dime qué ocurre
— Es Sophie, señorita. El señor llegó muy ebrio haciendo ruido por todos lados y luego se metió en su habitación. Debemos hacer algo, por favor, no podemos permitirlo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Shirley. La sola idea de que James, pudiera hacerle daño a Sophie la llenó de una furia que jamás había experimentado.
—Tranquila. No te preocupes, vamos a